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¿Qué es REDD exactamente?
REDD es una sigla que significa «reducción de emisiones de carbono derivadas de la deforestación y degradación de bosques». Se trata de un nuevo y controvertido concepto adoptado en las negociaciones internacionales sobre cambio climático. La idea es simple: la deforestación resulta en emisiones de carbono, que agravan el cambio climático, por lo que se compensará financieramente a quienes logren «evitar» que dicha deforestación ocurra.
Sin embargo, el asunto no es tan simple. A nivel de la Convención sobre Cambio Climático, la idea de abordar el tema de las emisiones de carbono de los bosques fue inicialmente designada como «deforestación evitada». Es importante resaltar que el término utilizado fue «deforestación evitada» y no «evitar la deforestación». Éste es el punto de partida del problema. Mientras que lo que se necesita hacer es «evitar la deforestación» en todos los países, el término «deforestación evitada» solo significa que un país habrá deforestado menos que antes, incluso aunque continúe haciéndolo. Y más importante aún, promete una compensación financiera para las áreas donde la deforestación haya sido «evitada».
La idea central en REDD es lograr que los bosques valgan más en pie que talados y que se pague a alguien -gobiernos, empresas, pueblos indígenas, comunidades locales— para que mantengan los bosques en pie y por tanto al carbono allí almacenado. La pregunta es: ¿quién será ese «alguien» que recibirá el dinero y bajo qué condiciones?
La situación ideal sería aquella en la que una comunidad indígena o tradicional recibiera dinero para conservar el bosque que ya está conservando.
El problema es que el dinero de REDD no apunta a situaciones de ese tipo, puesto que su objetivo es el de reducir emisiones de la deforestación. Esto implica un escenario en el que, a menos que se haga un aporte de dinero, el bosque será destruido, lo que no ocurre en el caso de esa comunidad que conserva su bosque.
En caso de que llegue a instrumentarse REDD, seguramente habrá algunos proyectos «vitrina» que aportarán fondos a comunidades de los bosques, que serían utilizados como publicidad para promover REDD y para dividir a ONG, organizaciones de Pueblos Indígenas y grupos comunitarios. Pero serían excepciones a la regla. La mayor parte del dinero REDD iría —por definición— a «evitar» la deforestación que ocurriría en caso de no recibir fondos financieros y por tanto se canalizaría o a empresas o a gobiernos o a ambos.
* Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales. Es una red internacional de grupos ciudadanos del Sur y del Norte involucrados en esfuerzos por defender los bosques del mundo. Trabaja para asegurar la tenencia de la tierra y los medios de supervivencia de los pueblos que habitan los bosques y apoya sus esfuerzos para defender los bosques de la tala comercial, las represas, la minería, la explotación de petróleo, las plantaciones, las granjas camaroneras, la colonización y otros proyectos que los ponen en peligro.
1) Que no se canalizaría dinero a países sin deforestación
2) Que las comunidades que no estén activamente destruyendo el bosque no serían elegibles para recibir financiamiento de REDD.
Lo anterior provocaría una serie de consecuencias perversas:
1) Los países con un buen historial en materia de conservación de bosques no recibirían nada.
2) REDD podría alentar a los países a deforestar a fin de poder ser elegibles para recibir fondos en el futuro.
3) Los principales responsables de la deforestación (gobiernos y empresas) serían los principales beneficiarios de REDD, puesto que son los únicos que podrían —en caso de recibir el suficiente dinero— evitar la deforestación de la que son responsables.
4) Para recibir el dinero bastaría con que simplemente se «redujera» la deforestación, y no que se la detuviera, lo que significaría, por ejemplo, que se pagaría a un país por destruir «apenas» 1 millón en vez de 2 millones de hectáreas de bosque.
5) El dinero REDD podría ayudar a gobiernos y grandes organizaciones conservacionistas a despojar a comunidades locales de su derecho a usar sus bosques.
6) La deforestación «evitada» —y pagada— un cierto año, podría ocurrir en los años siguientes.
La Convención sobre Cambio Climático elaboró un Plan de Acción, en el que se hace un llamado a adoptar «enfoques de políticas e incentivos positivos» (es decir, pagos en dinero) en asuntos relacionados con REDD y agrega tres actividades a ser impulsadas: «conservación», «gestión sustentable de los bosques» y «mejoramiento de las reservas de carbono en los bosques». Todo esto junto se conoce como «REDD-plus». Cada una de las actividades REDDplus tiene potencialmente implicaciones extremadamente graves para los pueblos indígenas, las comunidades locales y los bosques:
• «Conservación». Es una palabra que suena bien, pero la historia del establecimiento de parques nacionales destinados a asegurar la conservación incluye numerosos casos de desalojos forzosos y pérdida de derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales que allí habitaban.1 Nada asegura que la historia no se repita.
• «Gestión sustentable de los bosques» también suena bien, pero podría resultar en subsidios a operaciones de madereo comercial en bosques primarios, territorios de pueblos indígenas o bosques comunitarios —de lo que ya hay ejemplos.
• «Mejoramiento de las reservas de carbono en los bosques» podría resultar en la conversión de bosques en plantaciones industriales de árboles, ya que la definición de «bosque» de Naciones Unidas no hace diferencia entre un bosque tropical primario y un monocultivo industrial de árboles. Para la ONU ambos son bosques. Ello implica que si alguien es capaz de demostrar que una plantación puede almacenar más carbono que el bosque existente, la conversión de ese bosque en una plantación recibirá la bendición de la ONU y la destrucción del bosque será subsidiada a través de REDD. Hay varios países (por ejemplo, Indonesia), que ya han dado pasos importantes en esta dirección.
Los árboles almacenan carbono. Cuando los árboles se cortan o queman, el carbono se libera a la atmósfera. Quienes proponen el comercio de carbono vinculado a los bosques alegan que «a la atmósfera no le importa si una tonelada de contaminación viene de una planta de energía alimentada a carbón o de un bosque en llamas».
Sin embargo, a la atmósfera sí le importa de dónde proviene la contaminación. Desde el punto de vista quí- mico, es obvio que una molécula de dióxido de carbono emitida por una planta de energía que funciona en base a un combustible fósil es igual a una molécula de dióxido de carbono de un bosque que se incendia, pero desde el punto de vista climático son muy diferentes. En el caso de los combustibles fósiles —carbón, petróleo, gas natural— estos han estado almacenados bajo tierra durante millones de años y sólo pueden emitir carbono a la atmósfera cuando se extraen y se queman. Una vez quemados, el resultado es un aumento neto en la cantidad de carbono presente en la biosfera. Los árboles en cambio almacenan carbono durante períodos relativamente cortos — mueren, se descomponen, son talados, arden— y son parte de la circulación del carbono presente en la biosfera desde hace millones de años. Su desaparición no implica cambios en el balance neto de carbono en la biosfera, que se mantiene igual.
De lo anterior se desprende que no es posible «compensar» emisiones provenientes de la quema de combustibles fósiles a través de la conservación del carbono almacenado en los árboles. A pesar de ello, el mecanismo REDD permitirá que las industrias contaminantes «compensen» sus emisiones y que puedan incluso llegar a ser declaradas «carbono-neutras» a través de REDD.
Más allá del engaño que implica en cuanto a su papel en materia de cambio climático, importa recalcar que REDD podría ser el disparador de la mayor apropiación de tierras jamás vista, que pasarían a manos de grandes empresas. Lo que es peor aún: la gran apropiación de tierras de REDD ha comenzado.
En el caso de Kenia, el gobierno ya ha expulsado gente —incluidos los indígenas Ogiek— de unas 21.000 hectáreas del Bosque Mau y se planean nuevos desalojos. En agosto de 2009 el presidente de Kenia, Mwai Kibaki, dijo que todos quienes viven en el Bosque Mau deben ser arrestados. «El gobierno debe tomar medidas contra los que destruyen los bosques. A esa gente no hay que perdonarla, todos deberían ser arrestados y acusados con efecto inmediato», dijo el presidente Kibaki.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cuya sede está en Nairobi, apoya los planes del gobierno de Kenia de desalojar el Bosque Mau. «La importancia del Complejo Mau es crítica para el sustento del desarrollo ecológico, social y económico presente y futuro de Kenia», dijo el director ejecutivo del PNUMA, Achim Steiner. «El PNUMA tiene el privilegio de trabajar en asociación con el gobierno de Kenia hacia la instrumentación de este proyecto vital».
Pero el Bosque Mau es el hogar ancestral de los Ogiek, que dependen del bosque para su sustento. La organización Survival International ha condenado los desalojos y descrito a los Ogiek como «refugiados a causa de la conservación».
Un proyecto de carbono también está destruyendo fuentes de sustento en Guaraqueçaba, sobre la costa atlántica brasileña. El proyecto fue establecido por una ONG conservacionista estadounidense, The Nature Conservancy (TNC), y co-financiado por tres empresas enormemente contaminantes: General Motors, Chevron y American Electric Power.
El periodista Mark Schapiro informó sobre el proyecto en noviembre de 2009. Encontró que se había destruido la fuente de sustento de las comunidades locales para hacer sitio para el proyecto de conservación. Un poblador local, Antonio Alves, había sido arrestado a punta de revólver y encarcelado durante 11 días por cortar árboles para reparar la casa de su madre.
La posición de The Nature Conservancy respecto de la gente que vive en el bosque de Guaraqueçaba y sus alrededores es clara. «La idea del carbono no es verdaderamente tangible para la gente de la comunidad», dijo a Schapiro el director de bosques y clima en América Latina de TNC, Miguel Calmon. «No se puede entrar en estas reservas privadas. De cualquier modo esa tierra no es de ellos. Si antes salías de tu casa y cruzabas la ruta para ir al bosque, ahora no puedes. Esa tierra ya tiene propietarios».
TNC contrató a una ONG local, la «Sociedad de investigación de vida silvestre y educación ambiental» (Sociedade de Pesquisa em Vida Selvagem e Educação Ambiental, SPVS), para comprar la tierra y administrar el proyecto. Los habitantes locales dijeron a Schapiro que los empleados de SPVS les habían disparado. «La SPVS no nos quiere aquí», dijo un hombre. «No quieren seres humanos en el bosque. La tierra ni siquiera es de ellos, es nuestra».
En otro proyecto de TNC, el Proyecto de Acción Climática Noel Kempff en Bolivia, TNC también se asoció con tres grandes empresas contaminantes: American Electric Power, BP-Amoco y Pacificorp. El proyecto duplicaba en tamaño un parque nacional existente y pagó a las empresas madereras para que se fueran. Pero Greenpeace describe el proyecto como una «estafa del carbono». En un informe de 2009, Greenpeace denunció que algunas de las empresas madereras simplemente se habían mudado a la siguiente superficie disponible de selva. Una empresa maderera usó el dinero que había recibido del proyecto para talar otra zona del bosque. Esto es una «fuga»: el madereo se detuvo en una zona pero continuó en otro lado. Desde que empezó el proyecto Noel Kempff las tasas de deforestación han aumentado en Bolivia.
Un documento interno de AEP revela qué es lo atractivo de este tipo de proyecto para las empresas contaminantes: «El proyecto boliviano... podría ahorrar a AEP miles de millones de dólares en controles de contaminación».
Michael G. Morris, director ejecutivo de AEP, dijo al Washington Post en octubre de 2009 que «Cuando Greenpeace dice que la única razón por la que American Electric Power quiere hacer esto es porque no quiere cerrar sus usinas a carbón mi respuesta es ‘Claro que sí, porque nuestras usinas a carbón sirven a nuestros clientes en forma muy rendible’».
Para las empresas contaminantes, REDD es simplemente una forma de permitir que la contaminación continúe y que siga siendo «redituable». Sin embargo, para que haya alguna oportunidad para evitar que el cambio climático se vuelva irreversible, es imperioso dejar de quemar combustibles fósiles. Si esto no se hace, hasta los propios bosques tropicales pueden desaparecer, ya que si el planeta se calentara un promedio de 4°C podríamos ser testigos de «la pérdida, casi total, de la selva amazónica».
Permitir que la industria contaminante se apropie de las vastas superficies de bosques que necesita para compensar sus emisiones mediante REDD resultaría en un robo de tierras en una escala nunca vista en el mundo. Los impactos de esta apropiación de tierras sobre los Pueblos Indígenas, las comunidades locales y sus bosques ya se empiezan a notar.
Por esa razón, los Pueblos Indígenas están resistiendo el comercio del carbono almacenado en los bosques. En abril de 2009, casi 400 representantes indígenas acordaron la Declaración de Anchorage, que rechaza específicamente el comercio de carbono y el uso de los bosques para compensar emisiones como «soluciones falsas al cambio climático».
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