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Consejo Comunitario Local de San Francisco de Ichó
Asociación Vamos Mujeres
Rosa Rivera C. - Orlando Botero C
La racionalidad económica particularmente en la modernidad, ha sido el eje del desarrollo del territorio. Lo político y lo social van en gran medida supeditados a lo económico. Pero viene emergiendo otro paradigma y toda una crítica desde los años sesenta, empieza a verse lo territorial como construcción de sujetos. Es decir, aparecen una serie de elementos para hablarnos de un territorio que se construye socialmente.
La comunidad de San Francisco de Ichó está localizada a 5°46' latitud norte y 76°30' longitud oeste, al occidente del país. Pertenece al municipio de Quibdó, capital del departamento del Chocó (Colombia). La comunidad se caracteriza por estar localizada en una zona de bosque pluvial tropical (bp-T) con una temperatura promedio de 26°C y precipitación mayor a 7.000 mm anuales, lo que genera unas características biofísicas especiales.
San Francisco de Ichó está habitado por una comunidad negra, localizada en la parte media del río Ichó, con 410 habitantes aproximadamente4. En la parte alta del río habitan indígenas Embera. Actualmente existen dos formas organizativas que dinamizan la comunidad:
1. El Consejo Comunitario Local de San Francisco de Ichó (uno de los 120 Consejos Comunitarios Locales de Cocomacia - Consejo Comunitario Mayor del Medio Atrato ACIA), que tiene como misión: ejercer la máxima autoridad de administración interna del territorio de comunidades negras, ejercer la unidad de gobierno, velar por la conservación y protección de los recursos naturales y promover el desarrollo económico social y cultural de la comunidad.
2. La Asociación Vamos Mujeres, un colectivo que ha venido consolidándose durante 11 años, está impulsando propuestas de desarrollo con enfoque de género, que buscan fortalecer el mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad negra de San Francisco de Ichó y posibilitar la resistencia pacífica de las comunidades negras ante el conflicto armado que se vive en la zona.
Toda cultura organiza una red de símbolos que son, en última instancia, los que desencadenan los comportamientos individuales y sociales. Esta red está compuesta por los mitos, la filosofía, la ética, el derecho y las creaciones artísticas y literarias. Sin entender este mundo simbólico es muy difícil comprender la manera como el hombre actúa sobre la naturaleza5.
Las comunidades del Medio Atrato, de las cuales hace parte San Francisco de Ichó, a pesar de tener una economía de subsistencia multiopcional, es decir, que alternan diferentes actividades como la agricultura, la caza, la pesca y la minería, según los tiempos y épocas del año, presentan una alta dependencia económica del recurso forestal, tendencia creciente en los últimos diez años y que afecta estructuralmente los ecosistemas. La explotación forestal por épocas, se hace de forma intensiva, pero debido a que los sistemas tradicionales de producción en la actualidad no satisfacen las necesidades de la población.
De un lado, la minería artesanal del oro ha dejado de ser una alternativa de subsistencia. Un grano de oro, medida promedio de oro sacado por día, se vende en 5.000 pesos. De otro lado, la agricultura como subsistema productivo principal, de acuerdo al tiempo que la comunidad le invierte y porque es la base de su seguridad alimentaria (arroz, maíz, plátano, banano, primitivo, caña, entre otros), ha entrado en crisis por varias razones: los cambios en los patrones de poblamiento, la situación de orden público y los bajos niveles de producción.
La pesca y la cacería, junto con la cría de gallinas son las actividades tradicionales con las cuales se obtiene el mayor porcentaje de proteína animal para la dieta. No obstante, aunque se han hecho intentos por proteger la fauna silvestre y las especies ícticas, mediante la aplicación de los reglamentos de uso y manejo de los recursos naturales, la presión y la necesidad vienen afectando la oferta ambiental de manera significativa. Especies como la guagua, las pavas, el guatín, entre otros que son grandes dispersadores de semillas, actualmente no son abundantes. Igualmente la talla de captura de los peces ha venido disminuyendo, colocando en peligro los ciclos reproductivos de especies nativas, entre ellas el bocachico, dentón, sábalo de castilla, guacuco, entre otras.
Gran parte del sistema tradicional de producción se basa en la recolección de maderas, animales, frutos, peces, plantas medicinales, fibras y raíces, por tanto, cualquier giro en la producción, afecta directamente a los ecosistemas. En conclusión, la comunidad negra de San Francisco de Ichó depende estrechamente de la oferta ambiental y a su vez, la oferta ambiental se afecta directamente si el sistema productivo no se racionaliza.
Hasta la década del setenta la comunidad fue reconocida en la región como productora agrícola, más que minera. En la década de los ochenta se estimuló por parte del Estado la explotación minera, generando abandono de las actividades agrícolas. A partir de la década del noventa se agudizó la crisis minera en la región y se vivió un desabastecimiento de alimentos, al no contar con los ingresos generados por el oro, ni por los cultivos que tradicionalmente tenía la comunidad. Esta situación generó hambre, desempleo y desorientación en las personas.
Es en 1993 y en respuesta a la situación vivida, las mujeres de la comunidad deciden organizarse para buscar alternativas productivas diferentes al oro, reactivando la siembra del arroz y de la caña de azúcar, la producción de miel de caña, la cría de gallinas, la cría de peces y las azoteas, entre otros. Esta dinámica de las mujeres motivó a la comunidad en general, hasta llegar a contar con una importante producción de autoabastecimiento. Este proceso se fue fortaleciendo durante varios años, convirtiéndose en una forma de construcción de soberanía alimentaria y de enriquecimiento el proceso organizativo.
No obstante, de una manera determinante, en 1997 la comunidad entra en crisis por la presencia de actores armados, se empieza a vivir en la incertidumbre de permanecer o desplazarse y es el miedo el que define la situación. La comunidad empezó a desplazarse lentamente (inicialmente alrededor de 10 familias) sin ser reportada por ningún organismo del Estado. Luego, en mayo de 2000, por la toma de una comunidad vecina se desplazaron alrededor de 20 familias y posteriormente en el mes de agosto, con la toma violenta de la comunidad por grupos armados se desplazaron alrededor de 40 familias. De esta forma, la comunidad para ese entonces sólo quedó habitada por 30 familias.
La comunidad decidió sobreponerse a la zozobra, y al validar la experiencia que adquirió en los últimos años, decidió retornar a su territorio. A partir de diciembre de 2000 el grupo de mujeres, se motiva y emprenden nuevamente la reactivación productiva de la comunidad. Las alternativas que se tenían por fuera de la comunidad no eran alentadoras. A pesar de estar “a salvo” el tejido seguía roto. En cambio, en la comunidad se acompañaban, se daban fuerzas para estar en su tierra, pero esto solo era posible si se reiniciaba el camino de la construcción de la soberanía alimentaria.
San Francisco de Ichó viene en un proceso de transformación y ajustes sociales, culturales, productivos y políticos como toda la región del Medio Atrato, luchando por sobrevivir, resistiendo pacíficamente aunque se encuentre tan cerca del conflicto armado.
El proyecto ejecutado en convenio con la corporación Ecofondo (2001-2003) mostró e inició en concreto un desbloqueo tanto psicológico, como social y productivo para poner en práctica la resistencia pacífica, generando un impacto muy favorable, no solo para la comunidad, sino para otras comunidades, para Cocomacia y para instituciones del Estado con presencia en la región. El trabajo de las mujeres y del Consejo Comunitario alrededor de experiencias concretas de soberanía alimentaria, ha motivado la afluencia de instituciones, organizaciones y grupos. Entidades como la Universidad Tecnológica de Chocó, SENA, UMATA, Gobernación del Chocó (caravana turística), Codechocó, y eventos regionales con grupos organizados por Cocomacia, grupo de mujeres de Tutunendo y la Asociación de Productores del Chocó entre otros, han compartido la experiencia y adicionalmente han venido generando una corriente de opinión muy positiva, dinamizando el desbloqueo y sacando del aislamiento al que se había sometido a la comunidad, por la agudización del conflicto armado.
El fortalecimiento de la soberanía alimentaria es indispensable para abordar la resistencia pacífica –entiéndase, “control territorial pacífico”– frente al conflicto armado en que están sumergidas muchas de las comunidades indígenas, negras y campesinas. Concretamente la comunidad la asumió abordando la crisis del sistema tradicional de producción, recuperando su multiopcionalidad y diversidad, disminuyendo las pérdidas postcosecha e integrando el subsistema pecuario con el agrícola.
En este sentido, se plantearon dos elementos que son importantes: la capacidad familiar para el trabajo y el gasto de energía excesivo en muchas labores que vienen disminuyendo el interés por algunas prácticas productivas. Consideraciones que llevaron a definir desarrollos tecnológicos en los procesos productivos de la caña de azúcar, del arroz, de la alimentación animal, entre otros. Se construyó entonces un centro postcosecha, donde se integran todos los procesos para lograr ahorro de energía, de manera que todos los equipos instalados funcionen eficientemente.
La comunidad siembra caña, se abastece de miel y le queda un excedente para la venta. Un trapiche, una hornilla, una empacadora manual y empaques adecuados facilitan esta labor.
Para el arroz, se identificó que una de las causas de la disminución de las siembras se debía a la dificultad de la pilada manual. Se instaló una trilladora de arroz. Con esta trilladora se le presta servicio a cinco comunidades y se aprovecha el salvado para preparar alimentos para las gallinas, los peces y los cerdos.
El déficit de proteína, una de las principales debilidades, se abordó con la recuperación de la cría de gallinas (muy disminuida por los desplazamientos) y con la cría de peces nativos. Para ello se vienen ensayando diferentes dietas elaboradas con productos locales, ya que evitar el uso de alimentos concentrados comerciales no solo posibilita mayor independencia y soberanía alimentaria, sino que también promueve la recuperación y nuevos usos de muchas especies locales que se han ido perdiendo por su falta de uso, obteniéndose así un mejoramiento en la biodiversidad.
Actualmente se están diseñando equipos sencillos para extracción de aceite de milpeso, colorante de bija y producción de harina de chontaduro y popocho.
Lógicamente para hacer posible la postcosecha, hay que sembrar. Las comunidades negras del Medio Atrato cuentan con un gran potencial cultural en cuanto al poco uso de agrotóxicos en sus procesos productivos, aspecto que se viene potencializando por sus implicaciones directas en la soberanía alimentaria. Los cultivos se manejan desde el enfoque agroecológico, donde se privilegian las asociaciones, las parcelas agroforestales, la recuperación de leguminosas nativas, la diversidad y el uso de nutrientes orgánicos y biopreparados.
El proceso de desbloqueo y de generación de canales y flujos de información, ha permitido, de un lado, visualizar el papel de la mujer en el contexto de los procesos de desarrollo, como un ser activo, creativo y constructor de futuro. Estas acciones que viene siendo compartido con otros grupos, ha mostrado vacíos cuando mujeres y hombres, quieren compartir sus experiencias. Existen vacíos metodológicos y/o de formación para poder tejer procesos locales con regionales, o lo productivo con lo organizativo y político; es por eso que se hace necesario el fortalecimiento en conocimientos y en metodologías, mediante la participación en otros escenarios para compartir con otras experiencias y enriquecerse tanto desde lo teórico, como en lo práctico.
Los resultados en el mejoramiento del sistema de producción tradicional son varios, pero entre ellos se pueden resaltar:
• Se ha recuperado el camino hacia el autoabastecimiento de arroz, maíz, miel (caña de azúcar), frutas, verduras, huevos, entre otros.
La disponibilidad de productos libres de tóxicos para el consumo humano.
• La capacidad de producir alimentos para los animales con recursos locales.
• Un proceso de capacitación y organización muy fortalecido.
• Una mirada con enfoque de género que ha permitido una mayor equidad entre hombres y mujeres y unas relaciones más armónicas.
• Reconocimiento como constructores(as) de realidades.
• Una mayor capacidad de resistencia pacífica ante las difíciles condiciones que propicia el conflicto armado.
• La articulación de este proceso del Consejo Comunitario Local de San Francisco de Ichó con el proceso organizativo del Consejo Comunitario Mayor de la ACIA para que exista una retroalimentación mutua entre los 120 Consejos Comunitarios de la cuenca del Medio Atrato.
No obstante, aunque se vienen adelantando trabajos en muchos sentidos, que dan respuestas a las diferentes problemáticas, es claro que aún son insuficientes. En algunos casos se necesita consolidar y fomentar, y en otros complementar y explorar nuevos caminos en los ámbitos ambientales, políticos, sociales y productivos. Aún más, si se tiene presente que las condiciones muy particulares en lo cultural, ambiental, étnico, social y económico de la región, no permiten de manera mecánica, transferir alternativas que hayan dado buenos resultados en otros lugares, sino que hay que apropiarlas, adecuarlas o crearlas.
[1] rosa_rivera@yahoo.com
[2] Gómez, Alberto. Espacio público y ordenamiento territorial. Foro sobre espacio público. Enda América Latina. Bogotá. Septiembre. 2003
[3] Historia popular chocoana.
[4] En el 2004.
[5] Ángel Maya, Augusto. La Trama de la vida, las bases ecológicas del pensamiento ambiental. Cuadernos ambientales 1. Ministerio de Educación Nacional - Instituto de Estudios Ambientales, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Mayo 1993.
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