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Semilla es vida y es milagro La semilla repite a diario el milagro de la multiplicación del alimento, porque ha recibido dentro de sí el poder y el mandato de aquel Dios que con cinco panes y dos peces dio de comer a más de cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, habiendo sobrado doce canastas, como lo relata Mateo. Tierra, aire, agua y cultura son sus condiciones.
· Semilla es vida y es milagro. La semilla repite a diario el milagro de la multiplicación del alimento, porque ha recibido dentro de sí el poder y el mandato de aquel Dios que con cinco panes y dos peces dio de comer a más de cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, habiendo sobrado doce canastas, como lo relata Mateo. Tierra, aire, agua y cultura son sus condiciones.
· Semilla es biodiversidad. Decenas de miles de variedades de semillas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad, frente a la pretensión de reducirlas a solo cultivos comerciales, a simple mercancía, a material para el patentamiento de formas de vida, a medio de dominación y riqueza a favor de las transnacionales, de los oligopolios comerciales, y de los laboratorios que alteran la vida natural.
· Semilla es libertad, porque nos independiza de las dos tiendas: la de los alimentos y la de los mercaderes de insumos agrícolas. El hombre de campo que perdió sus semillas queda a merced de los dominadores de la agricultura: las agencias del Estado, las transnacionales, las certificadoras. Las decisiones de siembra las toma el dependiente de la tienda si no conservamos nuestras semillas.
· Semilla es poder: el de comer según nuestra cultura; el de escoger nuestro propio sistema de producción.
· Semilla es solidaridad, porque la podemos compartir con el vecino, con el prójimo, con el excluido, con el desplazado, con el hambriento, con otro productor de vida de cualquier lugar del mundo, facilitando la construcción colectiva de una sociedad cada vez más solidaria.
· Semilla es compromiso, es entrega, es cariño, es enamoramiento, porque así es como cada persona del campo la planta, la cultiva, y la cosecha para su propio beneficio y el de otros consumidores.
· Semilla es identidad, es territorio, porque somos lo que comemos, porque la cultura se expresa en el territorio.
· Semilla es cultura, porque nos invita a convivirla, a conocerla, a entenderla, a conservarla a enamorarla, a mantenerla para que ella nos mantenga. Sin ella no hay vida, no hay multiplicación, no hay alimento, no hay cultura, no son posibles ni los individuos, ni las familias, ni los pueblos.
· La persona que conserva las semillas naturales asciende a un nivel ético, se coloca bajo la mirada de su Dios y bajo la paz de su conciencia; asciende a un papel político de liberación social.
· La semilla natural es sagrada, no es mercancía, es un don divino otorgado a través de la naturaleza y la cultura. Existe una teología de la semilla, que reconoce en ella el mandato sobrenatural de ser desde la memoria de los tiempos, desde la génesis primaria y divina, como lo reconocen todas las religiones; por lo tanto no puede ser alterada en su íntima esencia.
· Las semillas naturales no pertenecen al reino de la transgénesis, de la certificación, del patentamiento o privatización de la vida, de los oligopolios de los alimentos, no son modernas; por el contrario su ritmo es milenario, dentro de la cultura popular, son absolutamente democráticas.
· Sembrar y comer son actos sagrados: agradezcámoslos con oración y con ritual.
Mario Mejía Gutiérrez
Buga, Agosto 27 de 2004
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