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Consejo Regional Indígena de Caldas (CRIDEC) [1]
Durante 470 años, en una apropiación permanente de la montaña y sus entrañas auríferas, la población de Marmato ha forjado uno de los pueblos más hermosos, singulares y sorprendentes del país, que le ha valido el nombre de “Pesebre de Oro de Colombia”, puesto que su casco urbano se desparrama sobre la ladera de una montaña, que es a la vez una mina, o muchas minas que oradan la montaña con sus socavones.
Pero desde el año 2005 su destino cambió drásticamente, pues la montaña de Marmato ha venido siendo comprada por la Compañía Minera de Caldas S.A., subsidiaria de la compañía canadiense “Colombia Goldfields Limited”, la cual pretende realizar un macroproyecto minero a cielo abierto para extraer en 20 años 150 toneladas de oro que se calcula yacen debajo de este pueblo. La compañía extranjera ha convertido “El Pesebre de Oro de Colombia” en “The Marmato Golden Mountain Projet”.
Para agravar la situación, el Gobierno colombiano ha declarado el casco urbano de Marmato como zona de alto riesgo, para obligar a los habitantes a desalojar la montaña y trasladar el pueblo hacia otro sitio, y así facilitar la explotación minera.
La historia de Marmato no ha sido un jardín de rosas. Sus riquezas fueron un imán que atrajo a los españoles apenas 50 años después del descubrimiento de América (1537), aniquilando a la población indígena aborigen local y de la región (Cartamas y Moragas, Supías y Quimbayas). Luego vinieron siglos de esclavitud de la población negra traída de África. En 1825 las minas de Marmato se entregaron a los ingleses para garantizar un empréstito que permitió consolidar la independencia de la Gran Colombia. Desde entonces Marmato ha tenido épocas de prosperidad y decadencia, de dueños nacionales y extranjeros, de presencia y de ausencia del Estado, pero siempre se ha conservado la montaña llamada “Cerro El Burro” como hábitat de los lugareños; el laboreo artesanal de la minería como fuente de vida de las sucesivas generaciones; el casco urbano como eje articulador de las actividades sociales, culturales y económicas de su población, y la zona histórica como patrimonio de todos los colombianos.
Con el actual macroproyecto minero, gestado a espaldas de la comunidad, en cinco años habrá desaparecido el casco urbano actual y en 20 años la montaña misma con sus reservas, desapareciendo unas de las ciudades más antiguas de Colombia y arrojando a la incertidumbre a la población marmateña, que en un 17% es indígena y en un 55% se compone de comunidades negras.
Colombia Goldfields Limited es una compañía radicada en Toronto (Canadá). El director & CEO es Randall Martin y el director, Robert van Tassell. Esta compañía opera en Colombia bajo su subsidiaria Compañía Minera de Caldas S.A, cuyo presidente es Ian M. Park (canadiense, gestor del proyecto); el director administrativo, Francisco Zapata Ospina (ex director de CORANTIAQUIA y ex asesor del Ministerio del Medio Ambiente), y el administrador del proyecto de Marmato, Carlos Calderón Jr. (mexicano, también gerenció el proyecto de El Cerrejón en La Guajira). El 25% de esta compañía es de capital antioqueño (El Mundo, 27 de septiembre de 2006).
Según la página www.colombiagf.com el objeto de la compañía es: a través de sus compañías subsidiarias Cía. Minera de Caldas S.A. y Gavilán Minerales S.A., está explotando una multimillonaria reserva de onzas de oro en el histórico distrito minero de la montaña de Marmato, por medio de un programa de adquisición de propiedades, reasentamiento comunitario y exploración.
En realidad son dos proyectos: “The Marmato Mountain Development Projet”, en el Departamento de Caldas, y “The Caramanta Exploration Projet”, en el Departamento de Antioquia, separados por 5 kilómetros (en Caramanta la compañía está comprando 200 km2 de terrenos).
La página www.valoro.com, anunciada como “la plataforma en español para inversiones en los sectores de oro y otros metales preciosos, materias primas y energía”, al recomendar la compra de acciones de Colombia Goldfields, sintetiza los puntos clave del proyecto así:
De este resumen se destacan varios aspectos:
El potencial: Si 16 onzas equivalen a 1 libra, 5 millones de onzas serían 312.500 libras, o sea, 150.000 kilos de oro aproximadamente (150 toneladas de oro). Además de oro, el periódico Portafolio del 8 de febrero de 2007 señala que la zona alta de Marmato tiene también reservas de 28 millones de onzas de plata.
La explotación a cielo abierto: La tecnología moderna a aplicar en Marmato es a cielo abierto, como se explota el carbón en La Guajira. De hecho el periódico El Colombiano de Medellín del 12 de diciembre de 2005 publicó un artículo donde se dice que Marmato será “El Cerrejón del oro”. Allí se explica: “De cualquier manera, a mano alzada se calcula que la mina a cielo abierto será una de las más grandes de Suramérica. De hecho, habría que mover entre 30.000 y 60.000 toneladas diarias de tierra, para producir del orden de 250.000 onzas de oro al año”.
La duración del recurso: Si se extraen 250.000 onzas de oro al año, en cuatro años será un millón de onzas, y en 20 años los cinco millones de onzas calculados. Es decir, se agotará en 20 años un recurso natural no renovable que bien podría durar dos siglos.
El apoyo gubernamental: Cuando el resumen mencionado hace referencia al “apoyo del Gobierno”, se refiere a que hace dos años se llevó a cabo en Medellín la presentación pública del proyecto ante los inversionistas extranjeros, concurriendo a esa reunión Ian M. Park, presidente de la Compañía Minera de Caldas; Fabio Valencia Cossio, alto consejero presidencial para la competitividad, y Julián Villarruel, director de Ingeominas.
El Colombiano del 12 de diciembre de 2005 cubrió esta reunión con los subtítulos: “Todo el pueblo de Marmato, en Caldas, sería reubicado. Inversores privados quieren explotar allí el oro a cielo abierto. El Gobierno Nacional, a través de Ingeominas, apoya este proceso”. Y agrega: “El director General de Ingeominas, Julián Villarruel, le manifestó a este diario que "Marmato es una región que hace más de 100 años ha venido siendo explotada de una manera artesanal. Hoy existen grandes firmas internacionales que quieren volverla una gran explotación a cielo abierto, pero para ello habría que trasladar el pueblo. Esto demandaría inversiones del orden de 8 a 10 millones de dólares”.
Pero la compañía necesita una ayuda adicional del Gobierno: “El empresario [Ian M. Park] agrega que “estamos dispuestos a hacer una ayuda grande para la comunidad, pero en conjunto con el Gobierno, porque yo no me voy a tomar toda la responsabilidad social” (ídem).
El traslado de Marmato: La comunidad marmateña nunca ha sido consultada sobre el traslado del pueblo. Han sido la compañía y el Gobierno quienes lo han decidido. Sobre este punto, el mismo periódico dice que “La comunidad decidió sitio del traslado” -supuestamente hacia el sector de El Llano, ubicado en la parte baja de la montaña-, y cita al presidente de la Compañía Minera de Caldas: “La mayoría de la gente quiere mudarse, añade Park, porque la inestabilidad de los terrenos es fuente de desastres” […] En cuanto al manejo de las inversiones, el inversionista canadiense anuncia que se va a crear “una fiducia transparente para invertir casi 10 millones de dólares para trasladar el pueblo hasta El Llano”.
Puede decirse que Colombia vive una bonanza de oro. Entre 2004 y 2005 Ingeominas halló y ofreció al mejor postor 200 depósitos de mineral de alta concentración y alto potencial de explotación si se aplican modernas tecnologías. Pero como se lee en La República del 27 de junio de 2006:
En concepto del presidente de la Cámara de Asomineros de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi) Carlos Uribe, las entidades mineras se enfrentan actualmente al reto de lograr una minería más organizada. "La tarea no es sencilla ya que existen numerosas comunidades que reclaman por continuar con la extracción artesanal que realizan desde muchos años atrás".
Pero este no es el caso de Marmato, o por lo menos no es el cambio de tecnología su característica fundamental, sino que el proyecto de la Colombia Goldfields compromete toda el área urbana del municipio. Es decir, explotar la montaña de Marmato a cielo abierto (porque es más económico, no porque sea la mejor tecnología) implica demoler el casco urbano de uno de los pueblos más antiguos de Colombia, y por consiguiente trasladar todo el pueblo, con plazas, calles, casas, cantinas, instituciones y gente para otra parte.
Por tanto, la operación minera proyectada, además de enfrentar la resistencia social y la desconfianza del Gobierno seccional, tropieza por lo menos con cuatro grandes obstáculos jurídicos:
Estas tres restricciones constitucionales, legales e internacionales han sido manifiestamente pasadas por alto por el gobierno colombiano, al permitir que avance el macro proyecto de explotación minera a cielo abierto sobre el perímetro urbano de Marmato y su zona histórica y en desmedro de la integridad de las comunidades indígenas y afrocolombianas, pese a que la ley sanciona a “el servidor público que profiera resolución, dictamen o concepto manifiestamente contrario a la ley” (artículo 413 de la Ley 599 de 2000), igualmente es sancionado si no se realiza la consulta previa, como es un derecho fundamental de las comunidades indígenas y negras (artículo 86 de la Constitución y sentencias de la Corte Constitucional), y también es obligación del Estado proteger la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana (artículo 7º de la Constitución).
Todo parece indicar que para obviar las restricciones jurídicas que impedirían un desarrollo de Gran minería en la parte alta de la montaña de Marmato, el Gobierno colombiano ha optado por remover dichos obstáculos, mediante la estrategia de declarar el casco urbano de Marmato como zona de alto riesgo y darle a la situación el tratamiento de atención de desastres.
Este trato se intensificó a partir del invierno de mayo y junio de 2006, cuando una moderada avalancha de lodo y de residuos de minería alcanzó la plaza principal de Marmato, inundando la alcaldía y otras edificaciones del sector. El 9 de mayo la Secretaría del Gobierno de Caldas ordenó la suspensión de los trabajos mineros, y el 6 de junio la Dirección de Prevención y Atención de Desastres del Ministerio del Interior y Justicia declaró la “Situación de Calamidad Pública” en el Municipio de Marmato. De inmediato fueron trasladados a otros sitios las oficinas públicas (Alcaldía, Concejo, Banco Agrario, Notaría, Policía y oficinas de la CHEC); se evacuaron en condiciones precarias muchos habitantes; se cerraron establecimientos de comercio; se trasladó el hospital (aunque está fuera de la zona de daños); se prohibió cualquier inversión oficial en la parte alta de la montaña y se dejó sin recoger la tierra acumulada en la plaza principal. La Industria Militar restringió el suministro de pólvora a los pequeños mineros, obligando a parar trabajos.
Entre junio y diciembre de 2006 hubo siete mesas de trabajo nacionales sobre el riesgo, las que recomendaron ajustar el Esquema de Ordenamiento Territorial Municipal, para delimitar las zonas de riesgo. Como la Alcaldía no contaba con recursos para este trabajo, el Ministerio del Ambiente se ofreció a asumir el costo de la consultoría respectiva, la que, al igual que el proyecto minero, se han adelantado desde enero de 2007 sin participación de la comunidad, la que con fundada razón teme que dicho estudio concluya la recomendación de suprimir del suelo urbano de Marmato, la zona histórica y la zona de la capilla, y limite al sector de El Llano, el perímetro urbano del municipio. De esta manera se obviarían, a posteriori, las restricciones mineras del artículo 35 del Código de Minas.
Todo indica, pues, que la emergencia invernal de 2006 fue magnificada con el fin de obligar a desocupar la montaña, allanándole así el camino a la compañía extranjera. Si esto es así, habría una grave violación del artículo 83 de la Constitución: “Las actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe”.
El Consejo Regional Indígena de Caldas (CRIDEC) expidió un comunicado el 11 de abril de 2007, expresando las dudas sobre el estudio de riesgos, recibiendo respuesta de Corpocaldas el 14 de mayo siguiente. De la contestación resaltan tres aspectos: 1) Que el riesgo es mitigable, en lo que tiene que ver con la amenaza, mediante medidas de prevención de desastres y obras de infraestructura ambiental por valor de diez mil millones de pesos; 2) Que el alto riesgo se limita geográficamente a la zona histórica, o sea, la parte más alta de la montaña, no comprendiendo la zona de la capilla, y 3) Que omite deliberadamente una de las conclusiones de un estudio de la entidad publicado en www.corpocaldas.gov.co, según la cual: “La conformación geológica de la zona favorece la estabilidad del área, debido a que las rocas ígneas, dacíticas y andesíticas, por su textura homogénea y compacta son altamente resistentes a la acción de los procesos erosivos”, limitando el riesgo a fenómenos antrópicos, o sea mal manejo ambiental y minero.
Sin embargo, a contravía del estudio de Corpocaldas, compañía y el Gobierno trabajan sobre el supuesto de que el riesgo no es mitigable; que la amenaza es de índole natural (la comparan de forma alarmante con la avalancha del Nevado de Ruiz, equiparando la firmeza del Cerro el Burro con un volcán en actividad), y que no sólo la zona histórica sino la zona de la capilla está en alto riesgo y también debe evacuarse inevitablemente.
El doctor Emilio Echeverry Mejía, gobernador del Departamento de Caldas, es conciente como el que más que este proyecto llegó a la región de forma atropellada e inconsulta. Él ha dicho en distintas ocasiones que el proyecto llegó “Con el pie izquierdo”. Pero este punto ya fue reconocido por la empresa, como lo expresara el señor Francisco Zapata, director administrativo de la Compañía Minera de Caldas , en la reunión del 9 de mayo pasado en Marmato, cuando por primera vez la compañía multinacional explicó el macroproyecto minero ante la comunidad: Respecto al ingreso de la compañía –dijo-, presento disculpas a la comunidad por errores cometidos, debidos a un asesor de la compañía que llegó pensando que Marmato era tierra de nadie, que Manizales era una aldea y que el gobernador estaba pintado en la pared, ya que decía que tenía línea directa con el presidente. Ese asesor ya no está en la compañía.
También es conciente el gobernador de la encrucijada que el proyecto representa para los marmateños: “El tema de Marmato es de nunca acabar. Es el más preocupante de mi gobierno” (Riosucio, 15 de febrero de 2007). “Esta comunidad que tiene tanta historia, tantas riquezas, tantas dificultades y tantas incógnitas sobre el futuro” (Manizales, 25 de abril de 2007). “No hay problema más complejo que el que se cierne sobre Marmato” (Marmato, 9 de mayo) [notas libres tomadas en las reuniones].
El gobernador se ha puesto al frente de la situación de Marmato, para lo cual ha establecido una mesa de trabajo quincenal en Manizales y ha nombrado a un comisionado especial para el tema en la Gobernación. Y aunque al comienzo la mesa sólo trataba los asuntos relativos al riesgo y al improvisado traslado del pueblo al sector de El Llano, las comunidades insistieron en que se hablara del proyecto minero. Atendiendo este pedido el gobernador hizo que la compañía minera diera por primera vez explicaciones sobre dicho proyecto.
En particular la preocupación del gobernador se centra en la cuestión social, laboral. Y no es para menos. El mero ingreso de la compañía ha generado, directa o indirectamente, 300 desempleados. Cada mina comprada es mina que se cierra, y en abril de 2007 la compañía destruyó dos molinos que habían comprado días antes. De acuerdo con las exposiciones verbales de la compañía, durante las etapa de exploración (2007-2009) y de montaje de la planta (2009-2011) se cierran todas las minas (apenas “va a ver la posibilidad” de dejar abierta una mina para dar 100 empleos). Durante la explotación (2012-2032) sólo se crearán 700 empleos directos. ¿Qué va a pasar después de esos 20 años con el empleo de la gente de Marmato? ¿De qué va a vivir la próxima generación? Así lo manifestó una mujer marmateña de 67 años en la reunión del 9 de mayo en la capilla de la población, delante de la compañía minera y del gobernador. ¿Por qué tienen tanto interés en sacarnos de nuestro terruño? Lo que está debajo, déjenlo ahí que es para nuestros nietos.
Pero no es sólo la cuestión de empleo. “No sólo de pan vive el hombre”, dice el adagio. Los marmateños se preguntan: ¿Dónde quedará la montaña que nos vio nacer? ¿Dónde las empinadas calles de piedra surcadas por nuestros pies? ¿Dónde las diminutas plazas públicas que han albergado nuestra rica y abigarrada vida social? ¿Dónde el encuentro de razas que ellas propician? ¿Dónde los bulliciosos cafetines donde ha derrochado su alegría el minero? ¿Dónde las amplias casas con solares y vistas portentosas que tachonan aquí y allá la montaña? ¿Dónde la escuela? ¿Dónde el hospital? ¿Dónde la memoria del tiempo en que las minas de Marmato fueron pignoradas a los ingleses para asegurar la supervivencia de la Gran Colombia recién libertada?
Por eso resultó perfectamente comprensible el reclamo que hiciera un notable ciudadano de Marmato en la misma región del 9 de mayo pasado: “Ellos tienen el conocimiento profesional, pero nosotros tenemos el conocimiento de la riqueza cultural de Marmato. Señor gobernador: Usted tiene la mejor voluntad, pero posiblemente lo están engañando”.
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[1]Luis Javier Caicedo. C.e: Subdito200no@yahoo.com
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