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Introducción
El sistema de producción agrícola tradicional de las comunidades Embera, que habitan y ocupan ancestralmente territorios en el Atrato Medio, consiste en la apertura de claros en el bosque para el establecimiento de cultivos de maíz y plátano principalmente. Al cabo de dos o tres años, cuando empieza a disminuir la producción, son abandonados debido por la baja fertilidad de los suelos. Los suelos, de acuerdo con (Herrera et al. 1997) se clasifican como Entisoles e Inceptisoles, los cuales presentan características de fertilidad natural baja, pH ácido (4,2 a 5,2) y bajo contenido de materia orgánica debido a su acelerada mineralización, razón por la que es necesario abrir nuevas parcelas. A este tipo de uso del suelo se le conoce con el nombre de agricultura migratoria, que se clasifica dentro de los sistemas agroforestales secuen-ciales. Además, se encuentran huertos mixtos tradicionales cerca de los sitios habitacionales, conocidos como sistemas agroforestales simultáneos (CATIE y OTS, 1986).
Los Embera del Atrato Medio suelen regar el maíz mediante el sistema de roza-tumba y pudre que caracteriza los sistemas de producción agrícola de selva húmeda tropical (Betancur y Zuluaga, 1988, CATIE Y OTS, 1986). Es uno de los cultivos principales en la dieta después de las musáceas, el cual es cultivado generalmente en «monoparcelas» sobresaliendo la alta diversidad intraespecífica que caracteriza su sistema agrícola productivo (Arango y Peñarete, 2000).
Dentro de los usos que suelen darle al maíz los Embera de esta zona, están básicamente la chicha, arepas, mazamorra, coladas y asado cuando está en chócolo. Las labores de pre y establecimiento comienzan en los meses de marzo a mayo, cosechando entre agosto y septiembre y se almacena con capacho en canastos y en zarzos (Arango y Peñarete,2000, Betancur y Zuluaga,1988, García y Velásquez, 1992).
Los maíces chococito constituyen una raza que, a diferencia de los conocidos comúnmente, se han desarrollado bajo condiciones rústicas de cultivo, adversas ambientalmente para esta especie de cereal y mínimas de manejo bajo el marco de la carga de apropiación cultural del territorio del Pacífico Colombiano.
Este maíz abarca un gran número de ecotipos (amarillo, blanco, capio, cucaracho y negrito) diferenciados básicamente por las coloraciones de grano y pigmentación en hojas y tallos. Sin embargo, las plantas presentan características similares: habito arbustivo, ciclo corto (3-4 meses), incremento prolongado del tallo y anclaje medio, producción de macollas (hijos), mazorcas de granos pequeños y sabor dulce.
Para el caso del maíz chococito negrito, sus semillas son pequeñas, de color morado oscuro (casi negro), y tienen una consistencia dura o cristalina. Las mazorcas tienen entre 12 y 22 hileras de granos pero lo más común es entre 16 a 18, con 28 a 38 granos por hilera, apiñados sobre la mazorca y profundamente implantados. El pericarpio es transparente, al igual que la aleurona, el endospermo es el que determina la coloración.
El índice de semilla es de 18,65g y las pruebas de germinación arrojaron el entre el 88 y el 95%. Son plantas de raíces superficiales de color amarillo claro al desnudarlas y con emisión sobre el primer nudo aéreo. Su anclaje no es ideal, sin embargo sus condiciones de macollamiento y crecimiento, bajo las condiciones del Pacífico, le brindan al cultivo un mejor sostén.
Los tallos miden entre 2,18 y 3,20m de longitud sin contar la espiga; son verde amarillo, en algunas ocasiones presentan vetas vinotinto o moradas, con un número de entrenudos largos que oscila entre 13 y 18. El tallo de la planta joven es aplanado y hacia la madurez se torna ovoide. Tiene pocas hojas bajeras, hecho marcado por el crecimiento prolongado inicial de la plántula para buscar la luz en medio del sistema de siembra de tumba y pudre.
La planta emite entre 12 y 15 hojas de color verde claro, alargadas con ápice agudo, de textura semiapergaminada hacia la madurez, nerviación paralela, longitud promedio de 104,2cm por 12,6cm de ancho y margen finamente aserrado. Su altura total oscila entre 2,56 y 3,66m. El diámetro del tallo es de 2,1–2,4cm.
La semilla seleccionada, obtenidos de mazorcas sanas y de buen tamaño, es almacenada en mazorca dentro de canastos o estopas, aislándolas del suelo y de la humedad. En ocasiones se almacenan aplicando ceniza, cubrimiento con aceites y colgándolas sobre el fogón, con el fin de protegerlas por más tiempo. Otra práctica para la conservación de la semilla es el intercambio entre familias de diferentes zonas del río y/o de ríos vecinos.
Para la siembra se seleccionan terrenos que han estado en barbecho (descanso) por varios años (dos o más) con vegetación secundaria, provenientes de áreas explotadas con anterioridad, por lo general se siembra en suelos de terrazas aluviales a las orillas de los ríos, con un adecuado drenaje.
La medida establecida para la siembra es el almud que corresponde a «48 pares de dos» es decir 48 manos cada una de 4 mazorcas para un total de 192 mazorcas, cuyos granos son regados en un almud de tierra, correspondiente a 6400m2.
La siembra generalmente se realiza a través de mingas o mano cambiada. Una primera labor la realiza el regador. El éxito del cultivo depende de la distribución de la semilla, la cual se riega sobre el barbecho y posteriormente ingresan los rozadores (quienes trozan con machete el estrato herbáceo y arbustivo en el área regada con el maíz). Un regador avanza con dos o tres rozadores. Al cabo de cinco a siete días se realiza la tumba del material arbóreo con el fin de abrir luz para el desarrollo del maíz.
La roza de maíz se realiza en la época de mayor humedad, en menguante, que coincide con la floración de algunas plantas características que se utilizan como indicadores para iniciar las rozas de maíz en el sur del Pacífico.
En la etapa vegetativa, es decir antes de la fructificación, el cultivo es dejado en libertad para su desarrollo natural, no se realizan prácticas de limpia, ni controles sobre plagas o enfermedades. El material vegetal rozado avanza rápidamente en su descomposición proporcionando nutrientes para el cultivo.
Cuando el maíz empieza a presentar mazorcas, recibe la presión de aves y animales de monte. Es necesario montar estructuras a modo de espantapájaros, realizar jornadas de pajareo, montar trampas o salir a cazar periódicamente. Aquí el cultivo promueve la llegada de animales que soportan parte de la alimentación local.
La cosecha es realizada principalmente por las mujeres, desde momentos en que las mazorcas están tiernas, para ser consumidas en chocolo, hasta el final del ciclo, utilizándolas como maíz seco.
El capacho seco sirve para atizar el fogón, al igual que la tuza, mientras que verde es usado para abono de las azoteas o patios, donde se siembran distintas plantas alimenticias y medicinales. La tuza es también utilizada para tapar las botellas de licores preparados a partir del guarapo de caña (biche, guarapo, botella curada, guarapillo) de allí el nombre de tapetuza para el biche o aguardiente local.
La roza de maíz es una actividad estrechamente relacionada con la cría de gallinas. De igual forma el cultivo de maíz es un elemento importante en las relaciones de intercambio de productos y de préstamo de mano de obra y apoyo para actividades conjuntas
El destino del producto es predominantemente casero. Los beneficios, en términos de economía local/familiar son múltiples dado que el maíz provee alimento, contribuye con la producción animal, promueve la solidaridad productiva (liberando de inversión monetaria su producción y fortaleciendo lazos de intercambio) y genera niveles importantes de autonomía (no dependencia de insumos, mano de obra familiar, economía de flujo local).
En la actividad de la roza de maíz se involucra toda la familia. Las labores masculinas están relacionadas con el manejo productivo como la roza y tumba de palos, la revisión periódica del cultivo y la toma de medidas para el control de plagas. Las labores femeninas se dan desde la cosecha, hasta la preparación de alimentos y disposición final de la cosecha. En una jornada de rocería, mientras los hombres rozan el monte, las mujeres preparan los alimentos de la jornada, las niñas y los niños buscan leña, reparten las bebidas y facilitan las labores a los mayores.
La fragilidad de los ecosistemas tropicales y en particular los del Pacífico Colombiano, hacen que las acciones ejercidas sobre ellos amenacen constantemente la diversidad existente. Los procesos adaptativos de manejo locales desarrollados por las comunidades de la región se ven afectados por la presión de las economías de mercado. Las economías de mercado ofrecen transformaciones culturales y proponen cambios sobre los manejos ancestrales de los sistemas productivos, que no solo repercuten sobre la sostenibilidad productiva y sus sistemas, sino que inciden en las estructuras locales de abastecimiento de alimentos, salud y en general del aprovechamiento de los recursos.
Actualmente se observa que la simplificación de los sistemas productivos agrícolas, demarcan un descenso en el número de especies, variedades y eco-tipos de plantas en las fincas. Lo anterior ha repercutido sobre otras actividades como la caza y la pesca, componentes tradicionales que sustentan en parte la seguridad alimentaría.
Ante la discusión actual en torno a los recursos genéticos, en términos de acceso, derecho de comunidades, transferencia tecnológica y otros aspectos, es necesario asumir estrategias que garanticen la utilización adecuada de éstos en beneficio de las comunidades poseedoras de ellos. Subsecuentemente las estrategias deben garantizar el mejoramiento de la vida global desde el aporte que como recursos pueden ofrecer para la alimentación, salud y bienestar poblacional.
El desarrollo de investigaciones que involucren elementos tradicionales de manejo agronómico y cultural de especies dentro del sistema finca, se convierte en una herramienta que posibilita el accionar del trabajo con las comunidades afrocolombianas habitantes de la zona Baja del Río Anchicayá. Estas actividades se deben abordar con criterios participativos que contribuyan a la revaloración y reapropiación de recursos alimenticios, que suministren bases para la utilización adecuada de dicha información, que promuevan la construcción de discursos desde lo local y se sumen a la recuperación de recursos en finca.
En medio de los análisis alcanzados a partir de diversos talleres se identificaron las falencias de los procesos vividos en la actualidad con relación a la apropiación de recursos locales, destacándose:
· Pérdida de conocimiento: las personas de mayor conocimiento están desapareciendo. Cada vez es menor su presencia sobre el territorio, lo que sumado al poco interés que las generaciones actuales muestran hacia la perpetuación de dichos conocimientos.
«Yo aprendí de mi papá lo que yo sé sobre plantas, pero eso fue por que me gustaba ponerle cuidado y me hacia mi maña, en cambio hoy nadie quiere aprender de lo que yo sé»2
· Simplificación de las actividades agrícolas productivas: los cultivos como el Chontaduro y el Borojó es cada vez mayor, desplazando otros recursos bases del desarrollo autónomo de las comunidades.
«Hoy todo el mundo se ha metido a sembrar más chontaduro y borojó y los terrenos buenos para sembrar maíz son cada vez más difíciles de encontrar»3
· Pérdida de diversidad: anteriormente era posible encontrar la integración de cerca de un centenar de especies útiles. Hoy en día el manejo diverso se suscribe en promedio a unas sesenta especies. Muchos recursos están desapareciendo al igual que el uso de espacios productivos como las huertas y las azoteas.
«Hoy ya casi no se ven las azoteas, a los hombres les da pereza ir al monte a traer los palos para construirlas y nosotras no le ponemos mucho interés y lo dejamos así».4
· Degradación de estatus de los recursos locales: la valoración de muchos de los recursos que sustentaban anteriormente las necesidades alimenticias medicinales y materiales, se ha disminuido con la llegada de productos sustitutos y la falsa ilusión de que todo lo que proviene de la urbe es mejor.
«Yo no soy capaz de cocinar sin el Maggi» 5
· Pérdida de vínculos solidarios para la producción: los trabajos arduos que en otrora se adelantaban en compañía de amigos, familiares y vecinos, han venido perdiendo espacio en la comunidad. Las mingas y prestamos de mano relacionadas con actividades de siembras de cultivos, de aprovechamiento de recursos para la vida material, así como el nivel de intercambio de recursos, han ido disminuyendo, al igual que los recursos relacionados y/o la apropiación comunitaria hacia los mismos.
«Hoy si uno va a sembrar maíz tiene que buscar la plata para pagarle a los jornaleros, antes mi papá criaba un cerdo o gallinas y convidaba a los vecinos para le ayudaran a rozar un monte, que el después les pagaba la manos en el suyo. El día de la roza se mataba la presa, las mujeres de la casa preparaban los alimentos en el mismo monte y se llevaba guarapo preparado por ellas, mientras lo hombres rozábamos, los niños repartían guarapo y las mujeres cocinaban, eso era una fiesta. Después, cuando se ocurría el vecino rozaba su monte y allí estábamos nosotros también, hasta el perro ayudaba a ahuyentar las culebras» 6
Ante la realidad de la perdida de apropiación y uso de muchos elementos de la diversidad en finca se estableció una propuesta que se sustenta sobre los siguientes objetivos:
· Recuperar el recurso: esto se hace a partir de la promoción de actividades dirigidas a recuperar prácticas agrícolas relacionadas con múltiples espacios productivos (patios, azoteas, terrenos para multiplicar semillas, intercambio de semillas).
· Recuperar la memoria: promover la recuperación de los conocimientos aplicados al manejo productivo de los recursos, tanto como a su uso, y esto se trabaja a través de reuniones en comunidad, investigación etnobotanica, participación en los procesos de preparación de alimentos, entre otros.
· Recuperar el uso: no basta con tener de nuevo el recurso, recuperar el saber sobre su manejo y utilización, si en la realidad no se aplica el uso mismo. Para ello se promovió una propuesta básica a nivel de autocuidado nutricional y atención nutricional temprana; se diseñaron medios didácticos para fomento y socialización de la memoria y se favorecieron espacios de discusión y acción en torno al autoconsumo, el intercambio y la comercialización de los productos locales.
· Recuperar la confianza: este objetivo se constituye en el pilar de la reafirmación cultural, reafirmación de la identidad y soporte de la revaloración y reapropiación. Se debe propender por recuperar la fe en las plantas, en los valores culturales ligados a ellas y en los significados de su uso para el desarrollo autónomo local. Esto se concreta desde los diferentes espacios de discusión y construcción/recuperación del recurso, la memoria y el uso.
Como resultado del desarrollo participativo, se establecieron alcances dirigidos a planeación y acción, así como a la discusión en pro de la recuperación de recursos.
Este trabajo surgió de discusiones en talleres sobre alimentación, salud y vida, y de la realización de inventarios en fincas. Se promovió la recuperación de maíces (Chococito amarillo, blanco, negrito y capio).
El fondo de semillas de maíz contó con un número amplio de personas (familias). Para el flujo de semillas del fondo, se estableció devolver lo prestado, mas un 50%, sin embargo en caso de problemas de producción comprobados un 25%. Se creó un comité del fondo que se encargaría de definir los integrantes del mismo, apoyaría con la distribución y flujo de semillas y realizaría supervisión de las siembras.
El fono adelantó siembras por espacio de cuatro ciclos productivos, que contribuyeron a difundir de nuevo los maíces Chococito en la zona. La dinámica se extendió a 78 familias, en las cuales los fondos promovieron el préstamo de semillas, las labores de minga y préstamo de mano de obra. Además permitieron mejorar la alimentación y la cría de gallinas.
Se establecieron espacios para reproducir las semillas a partir de materiales provenientes de los intercambios. Aquí el compromiso de las familias se tornó fundamental en la recuperación y multiplicación de determinados recursos.
Un elemento de vital importancia para el desarrollo autónomo de las comunidades lo constituye el cúmulo de interacciones mutualistas entre sus habitantes, sus vínculos de apoyo productivo y espiritual. Sin embargo es claro que muchos de estos procesos solidarios se han ido perdiendo en la medida en que las labores se especializan y los sistemas productivos se simplifican. Por lo anterior se planteó como una necesidad, el propiciar espacios y momentos que incentivasen las relaciones solidarias
Se promovieron entonces actividades de minga y préstamo de mano (con y sin apoyo institucional), que integraron alrededor de quince familias. Tuvieron como fin la multiplicación de semillas de maíz, apoyadas en el acerbo cultural (preparación de alimentos, toma de guarapo, entre otras).
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Este documento fue construido con base en una experiencia desarrollada por las comunidades negras de la zona baja del Río Anchicayá y la Fundación Herencia Verde. Basado en el documento «Caracterización de cinco recursos vegetales alimenticios de uso tradicional en el Pacifico colombiano», como aporte a la revaloración y recuperación de recursos locales en la zona Baja del Río Anchicayá.
Se reconocen los derechos de la utilización de la información etno-botánica registrada, como parte del conocimiento y recursos propios del Pacífico, ligados al acerbo cultural de las comunidades negras.
1 Zuluaga, Germán. Entrevistas y Asesorías personales. 1995.
2 Doña Dominga Caicedo, vereda Calle Larga. Una de las pocas curanderas que existe hoy en el Río (taller con el Grupo de Mujeres la Esperanza).
3 Baltasar Montoya, comunidad de La Loma (Fondo de Semillas de Maíz).
4 Olga Cuero, comunidad de El Llano (taller sobre alimentación, salud y vida).
5 Palabras de muchas mujeres, cuando falta el «Maggi» al momento de cocinar.
6 Bernardo Angulo, comunidad de Guaimia. Promotor del fondo de semillas, comité coordinador (taller de fondo de semillas de Maíz).
7 Se destaca la asesoría de Germán Zuluaga, en el establecimiento de esta propuesta.
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