Suscribase por $45.000 a la revista Semillas y reciba cuatro números, dos por año
Las comunidades campesinas de la región centro occidental de Colombia y del sur del país viven el cambio del paisaje, producto de la presencia de la firma papelera Smurfit Cartón Colombia. Se trata de una compañía que está sembrando desde los años setenta cultivos de eucaliptos y coníferas con fines comerciales, para luego transformarlos en fuente de abastecimiento y de materia prima en procesos de producción de cartón y papel. Estos grandes monocultivos han sido instalados en zonas muy sensibles tanto socialmente como ambientalmente puesto que, en su gran mayoría, se establecen en la parte alta de las cuencas y subcuencas que nutren a pequeños acueductos veredales. Asimismo, se trata de una zona de bosques tropicales andinos, una de las más ricas en biodiversidad en el mundo y considerada “punto rojo” para su conservación.
Como argumento central para sembrar en estas zonas se ha planteado la “supuesta” siembra de bosques protectores-productores en áreas degradadas, muchas veces dedicadas a pastos. Con este argumento se han extendido en el paisaje de esta región centenares de hectáreas de monocultivos forestales. Se ha justificado su siembra con argumentos tales como la necesidad de generar materia prima para la industria papelera y la necesaria dinamización del sector forestal que se muestra como alternativa a las condiciones actuales del mercado externo. Estos argumentos y la política central del Estado sobre el tema, hacen que muchas corporaciones regionales no cuestionen a la firma papelera y por el contrario apoyen sus políticas.
Es claro el dramático impacto que este tipo de siembra produce a la existencia de las sociedades rurales campesinas y a la recuperación de la biodiversidad andina. La idea correcta no es reemplazar los “pastos degradados de la zona” por monocultivos de árboles, es por el contrario recuperar los bosques tropicales andinos con su gran riqueza en biodiversidad e impulsar la generación de sistemas agroforestales o silvopastoriles, que sean útiles para las comunidades locales, que conserven el medio y que fortalezcan su presencia como sociedad campesina.
Los bosques tropicales andinos y los sistemas de manejo agroforestal cafetalero, constituyen la gran riqueza de la región centro occidental del país. En unos y otros existe gran presencia de biodiversidad. El manejo pluricultural que hacen los campesinos de sus sistemas productivos, constituye uno de los más diversos y ambientalmente más equilibrado que existe. Una finca cafetera tradicional del premontano o selva sub-andina, puede llegar a tener hasta diez componentes: la sementera, la huerta de verduras, el huerto de frutales, el cañaduzal, el cafetal, la roza, el guadual, el monte, el potrero y el rastrojo. Estos diez componentes interactúan con el sistema de crianza y manejo de animales; cada sistema de crianza implica no sólo el conocimiento sobre los animales, sino sobre los alimentos y plantas para su sanación.
En cada uno de estos componentes se dan sistemas de cultivos, algunos asociados o de rotación que finalmente se soportan sobre la base de las semillas locales. Conservar las fincas tradicionales o recuperarlas, es conservar y recuperar la mayor biodiversidad agrícola que tenemos; destruir estos sistemas es atentar contra nuestra soberanía alimentaria y contra el control sobre nuestros recursos genéticos locales.
Recientemente las comunidades de la parte alta de los municipios de Vijes y Yotoco en el Valle del Cauca, han iniciado un proceso de denuncia frente al impacto que estos cultivos forestales generan en los nacimientos de los acueductos de siete Veredas (Miravalle Norte, Villamaria, Potrerito, La Pedrera, Santa Ana, Miravalle y Carbonero). Han denunciado cómo no se respetan los nacimientos al sembrarse pinos y eucaliptos en los mismos “ojos de agua” sin tener en cuenta el impacto negativo que estos cultivos generan en la cantidad y calidad de las aguas que nutren sus acueductos, ya que, según dicen los mismos comunicados de los campesinos, “para poder obtener un kilogramo de madera para pulpa, el árbol consume 500 litros de agua y no se trata de un solo árbol sembrado sino de 2500 a 3000 árboles por hectárea en una zona con precipitaciones muy bajas, entre los 700 y 1000 milímetros anuales“.
Los campesinos han denunciado el uso de herbicidas en los procesos de explotación de la madera que forzosamente escurren hasta la fuente de agua de las pequeñas quebradas y que, sin duda, afectan nocivamente la salud de la comunidad .
La comunidad ha planteado cómo se ha disminuido el caudal de sus quebradas en los últimos años; la respuesta de la empresa papelera y de la corporación encargada de la conservación del recurso es muy clara: “no se tiene un seguimiento con aforos periódicos para poder validar y probar esta afirmación”. De esta forma se niega el testimonio de los campesinos que han habitado las microcuencas, quienes cuentan que en el pasado este sector era una zona de humedales, hasta el punto de que bestias y ganados se hundían en los mismos. Para la empresa y para la Corporación el saber oral no tiene ninguna validez. Afirman que solo se puede probar la ocurrencia de un fenómeno si éste ha sido verificado con los instrumentos apropiados. Este hecho coloca por fuera de toda posibilidad formal la superación de los reclamos que hacen las comunidades y generan en ellas una dolorosa sensación de impotencia. Es la palabra de campesinos honestos y sabios contra el “truco” evidente de las instituciones tanto privadas como estatales.
Sin agua y sin monte, estas comunidades campesinas tendrán que emigrar a los “cinturones de miseria” de las grandes ciudades, desplazados por esta otra violencia, la empresarial, que desde los años 70 afecta a indígenas, campesinos y negritudes. La respuesta de los responsables ya la conocemos “Nosotros no le compramos a campesinos pequeños, sino a ganaderos con tierras malas”, “Nosotros no desalojamos a los campesinos pequeños”, “Nosotros no tumbamos bosques nativos para sembrar pinos o eucaliptos”. Por nuestra parte nos preguntamos ¿qué está pasando en la cuenca alta del río Consota, en la región del Manzano del Municipio de Pereira, una de las zonas más importantes para el equilibrio de la dinámica de la cuenca del río ?
Esta situación nos recuerda lo que ha ocurrido en Rio- frío, Darién, Restrepo, La Cumbre y Sevilla en el mismo departamento de Valle. Lo ocurrido en Calarcá y Salento en el Quindío, este último el pueblo campesino abuelo del departamento, convertido hoy en un paseadero para los sábados y domingos, donde los campesinos ya no cuentan y donde la sociedad rural campesina, que originó buena parte del poblamiento regional, ha desaparecido por efectos de la misma firma.
Las zonas consideradas de gran valor para la recuperación de la biodiversidad andina, han sido convertidas en monocultivos forestales; zonas que nutren las quebradas que permiten que Armenia y otros pueblos dispongan de agua, se han convertido en desiertos verdes al cambiar dramáticamente la biodiversidad andina y el precioso recurso de agua por materia prima para pulpa de cartón que en nada beneficia a las comunidades campesinas, a las comunidades locales de los pequeños municipios y al agua de que disponen las ciudades.
Actualmente, a un kilómetro de distancia de la vía principal que va de Pereira a Armenia, cerca del puente sobre el río Barbas, se entra a un carreteable que une a la Vereda el Manzano con la Vereda Corozal y a mano derecha, bajando, nos encontramos con la monstruosa tala de un bosque premontano de siete cueros. Cualquier visitante curioso puede ver el colosal daño que se está haciendo a esta zona protectora del río Consota.
Municipios sociológicamente y culturalmente importantes, convertidos en vitrinas temporales, con vendedores que llegan desde las ciudades para hacer el ritual de la remembranza, sin la vergüenza de que con su acto acaban con las sociedades que ahora dicen añorar.
Recordamos las luchas de los Paeces y de los Guambianos defendiendo los bosques de sus resguardos, en el Departamento de Cauca, un claro antecedente de lo que ahora está pasando. Desde los años setenta indígenas y campesinos del Cauca han luchado contra los atropellos de la papelera; tampoco es lejano el recuerdo de la lucha de las comunidades del Pacífico por la defensa del Bajo Calima, frente a la tala de estos bosques, que resultan ser unos de los más ricos en biodiversidad del planeta ya que hacen parte del Chocó Biogeográfico. Impactos dramáticos a la sociedad rural campesina del país, a la biodiversidad andina, a la soberanía alimentaria de los pueblos campesinos y a las aguas que nutren pequeños y grandes acueductos ¿Qué otro elemento es necesario para que el Estado, le diga algo a la papelera y asuma una posición clara, abrigado por nuestra Constitución nacional, que defiende la producción agrícola, los recursos naturales, la biodiversidad y fundamentalmente los derechos económicos y culturales de nuestros indígenas, negritudes y campesinos?
Las multinacionales papeleras crecen en el control sobre grandes áreas territoriales y con ello se convierten en grandes terratenientes camuflados con contratos de arrendamiento de tierras. Controlan posteriormente las localidades, con aparente apoyo al trabajo sobre vías y entran a influir políticamente sobre las administraciones municipales. De esta forma han crecido en todo el país los espacios controlados por la empresa, sin que hasta ahora ninguna entidad encargada de la conservación del medio, cuestione su actuar y lo más grave sin que se escuche la voz de los campesinos de la región, que en el último evento preparatorio al Encuentro Nacional Agrario, condenaron la siembra de los monocultivos forestales en zonas de bosques tropicales andinos.
En la lucha por el control del territorio por parte de las comunidades locales, de la conservación de la biodiversidad, de la agrobiodiversidad y de nuestros recursos genéticos, se requiere el apoyo de los campesinos de América Latina y del mundo y el apoyo de las ONG. Esta lucha es, en definitiva, por la supervivencia de la humanidad.
Calle 28A No. 15-31 Oficina 302 Bogotá Teléfono: (57)(1) 7035387 Bogotá, Colombia. semillas@semillas.org.co
Sitio web desarrollado por Colnodo bajo autorización del Grupo Semillas
MAPA DEL SITIO | CONTACTENOS