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¿Qué es el efecto invernadero? El efecto invernadero es el fenómeno por el cual determinados gases componentes de la atmósfera planetaria retienen parte de la energía emitida por el suelo, producto del calentamiento de los rayos solares. Este fenómeno evita que el calor del sol recibido por la tierra abandone la atmósfera y regrese al espacio, produciéndose un efecto semejante al de un invernadero, esto es, un aumento elevado y constante de la temperatura.
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Tomado de Alerta Verde. Boletín de Acción Ecológica, N° 149, febrero 2007.
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Normalmente la atmósfera está compuesta por lo que se conoce como gases de efecto invernadero, también conocidos por su sigla GEI. Sin embargo, la emisión de gases, como el dióxido de carbono (CO2 ) o el metano, producto de la quema de petróleo, carbón y gas, están agravando este fenómeno de tal forma que han hecho insostenible la vida en el planeta.
La Tierra tiene al Sol como principal fuente de energía. Esta resulta fundamental en la fotosíntesis y otros procesos necesarios para los seres vivos. Nuestro planeta está conformado por un sistema material, llamado biosfera; en ella se aloja la vida terrestre. Se encuentra además la atmósfera, una capa muy delgada de gases que rodea el espacio aéreo, y la litósfera, que es el núcleo del planeta.
El carbono forma parte del cuerpo de plantas y animales, podríamos decir que plantas y animales almacenamos carbono. Debido a esto se sostiene que los páramos, los bosques tropicales y los manglares son grandes almacenes de carbono, que de ser destruidos liberarían carbono a la atmósfera. Cabe agregar que otro ecosistema de gran relevancia en el proceso de absorción del carbono es el fondo del mar y de los océanos.
El carbono se libera en el momento en que se transforma en calor y se disipa a la atmósfera en forma de gases. Esto ocurre como parte de procesos biológicos, y también al producirse incendios forestales, con la destrucción de un páramo o la tala de bosques tropicales. Todo ese carbono entra en la atmósfera, y posteriormente es absorbido por las plantas a través de la fotosíntesis.
Sin embargo, cuando se quema petróleo -formado principalmente de carbono-, el planeta pierde la capacidad de absorber ese carbono adicional, que en condiciones normales debería estar en el subsuelo. Este carbono se acumula en la atmósfera y forma una capa translúcida, la cual agrava el llamado ‘efecto invernadero’, causante del calentamiento global.
Los procesos industriales que dependen fundamentalmente de la quema de combustibles fósiles (como el petróleo, el carbón y el gas), generan una gran cantidad de gases entre los que se incluyen dióxido de carbono, CO2 , anhídrido sulfuroso, monóxido de carbono, e hidrofluorocarbonos (HFC). La canasta de los seis gases responsables del efecto invernadero la componen: CO2 , CH4 , N20 , HFC3 , PFC3 , SF6 , además de partículas en suspensión, conocidos como gases de efecto invernadero. Estos, una vez liberados en la atmósfera, se almacenan en una especie de capa que cubre el planeta, lo que provoca que la radiación solar de onda larga emane del planeta en la noche.
Según Worldwatch Institute, “cada año son emitidas cerca de 100 millones de toneladas de anhídrido sulfuroso, 70 millones de óxidos de nitró- geno, 200 millones de monóxido de carbono, 60 millones de partículas en suspensión, y más de 23 millones de toneladas de CO2 , acelerando el cambio climático. Se prevé que las emisiones de dióxido de carbono aumentarán en un 75% entre 1997 y 2020”.
El efecto invernadero es un proceso natural que debido a su naturaleza permite un equilibrio en la temperatura global del planeta. Sin embargo, el proceso industrial del último siglo ha provocado que esa capa de gases alrededor de la tierra, sea cada vez más gruesa y el calor permanezca dentro de la atmósfera.
Esta es la razón por la cual se producen los cambios climáticos drásticos, que están llevando al colapso nuestro planeta. En Ecuador y Colombia, por ejemplo, somos testigos del acelerado proceso de deshielo de los nevados; de los desastrosos efectos en la agricultura; de los devastadores incendios forestales, y de las numerosas inundaciones. El deshielo de los polos coloca en inminente riesgo las islas y zonas costeras. Además hay un incremento de los fenómenos del Niño y de la Niña, dejando una secuela de muerte y miseria en cada vez más países.
El modelo de desarrollo implementado desde la revolución industrial tiene su base energética vital en los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón). Los países que consumen la mayor cantidad de esta energía se encuentran en el norte del globo (EEUU, Japón, Europa).
Según el Departamento de Energía de EE.UU., para el año 2020, este país consumirá más del 33% de carburantes, más del 62% del gas y más del 45% de la electricidad producida en el mundo. Los países del norte, y en particular EE.UU. necesitan los combustibles fósiles para mantener una estructura industrial capaz de satisfacer una lógica de consumo altamente derrochadora, con una sobrepoblación de vehículos demandante de combustibles.
Habiéndose identificado la causa y los responsables de este desastre mundial, la solución es, a todas luces, cambiar el modelo de desarrollo, y reducir el consumo de estos combustibles. En el protocolo de Kioto firmado en 1992, dentro del marco de la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro (Brasil), los países más contaminantes se comprometieron a disminuir sus emisiones, a través del Convenio de Cambio Climático. La meta era estabilizar “las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático”.
En 1997 se adoptó el protocolo de Kioto, en el cual los países industrializados y aquellos en transición de una economía de mercado, se comprometieron a controlar con objetivos cuantificables sus emisiones, y llegar a reducirlas entre el 2008 y 2012 a un 5,2%, respecto a los niveles de 1990. Ese porcentaje es una media. La Unión Europea debe reducir un 8%, EEUU un 7%; sin embargo, ha anunciado que no va a cumplir sus compromisos (de hecho, no ha ratificado el protocolo de Kioto). Como puede deducirse, estas metas se decidieron bajo consideraciones económicas, sin contar con criterios científicos, dado que tomar acciones reales y responsables tiene un costo elevado.
La ciencia sostiene claramente que, para tener un efecto real sobre el clima, las emisiones globales de CO2 deberán reducirse entre 70% y 80%, lo que únicamente podría alcanzarse a través de una transición energética mundial. O sea, un cambio drástico de la matriz energética, lo que significa una total transformación de las fuentes de energía; cambiar el petróleo y carbón por energías limpias y renovables, además de una necesaria y severa reducción en los niveles de consumo de los países ricos.
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