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ASPROINCA
Asproinca viene trabajando desde hace más de una década con las familias asociadas, en la implementación de sistemas diversificados de producción alternativos ecológicos, apropiados para el manejo predial y en el rescate de los conocimientos y prácticas tradicionales. Además, Asproinca cuenta con un fondo rotatorio que permite apoyar proyectos productivos de los socios. Nuestro trabajo se desarrolla en cuatro zonas: en Riosucio, los resguardos indígenas de San Lorenzo, Bonafont, Cañamomo y Lomaprieta y Nuestra Señora Candelaria de la Montaña y en cinco veredas del municipio de Supía.
En los territorios donde la fragmentación de la propiedad ha llevado a que paulatinamente las familias campesinas integren su vivienda y el área productiva en pequeños predios, la experiencia enseña que no basta con la adopción de sistemas productivos fundamentados en principios de conservación, como son los modelos agroecológicos, para que de hecho se generen impactos en espacios de una escala mayor como es por ejemplo el de la microcuenca.
Esta afirmación se deriva de la experiencia que a lo largo de una década se ha desarrollado en Asproinca, donde el ordenamiento predial desde la perspectiva agroecológica ha tenido impactos significativos respecto a la conservación de suelos, la adopción de prácticas de protección y descontaminación de las aguas, lo mismo que la valoración positiva del manejo de la biodiversidad en la producción. Estas prácticas que se pueden observar en cada uno de los predios de los asociados a Asproinca, sin embargo no se proyectan o no se hacen visibles cuando se trata de pensar en la dimensión del territorio o de unidades territoriales que tiene como referente la cuenca o para el casa la microcuenca.
No es la suma de los predios que adoptan prácticas amigables con la naturaleza la que va a generar el manejo adecuado de unidades de mayor tamaño, cuestión que incluso no se lograría a pesar de que en todos los predios las familias asumieran un sistema de producción no degradante respecto a la base productiva: suelo, agua, biodiversidad. El manejo de unidades territoriales mayores impone que se hagan explícitas las expectativas colectivas respecto a su conservación, pero también los conflictos ambientales existentes, para de ese modo, avanzar en la planeación y en la búsqueda de soluciones colectivas.
Un claro ejemplo de los limitantes de la acción sobre los predios con relación a la planeación del territorio, es el que se presenta cuando se trata de acordar zonas de conservación o cuando se intenta construir corredores biológicos, pero igualmente es importante entender que en un territorio los productores se movilizan alrededor de los intereses tecnológicos y tienen una valoración diferente del entorno ambiental. Esta situación implica que se deben construir escenarios colectivos para llegar a consensos que permitan formular planes de manejo en los que se concilien las distintas expectativas de los productores.
El plan de manejo de microcuenca, además de ser el consenso al que llega la comunidad, tiene como soporte un acuerdo predial de manejo ambiental que suscribe cada una de las familias.
Desde el año 2003, Asproinca se plantea la necesidad de trascender el espacio de la finca y la familia, esto significa pensar en el territorio y las comunidades que allí se asientan. La unidad de territorio que se asume es el de la cuenca y se inician ejercicios diagnósticos de tipo participativo para conocer el estado de los cursos de agua, los nacimientos, la calidad del recurso y los factores que viene generando impactos negativos en cuanto la magnitud de la calidad de las aguas.
Los diagnósticos que se emprenden tienen como espacio las microcuencas de San Joaquín y Rodas en el municipio de Supía y las de Aguabonita y Lomitas en el municipio de Riosucio. Las dos primeras están integradas por la población campesina, mientras las dos segundas están al interior de resguardos indígenas, en Riosucio. Se asume como primer paso en la metodología, el integrar grupos de trabajo que pertenecen a las comunidades de esas microcuencas, para que asuman el trabajo de ejercicio diagnostico, recolecten la información básica sobre aspectos socioeconómicos y ambientales, y que participen en la sistematización y socialización de los resultados. La conformación de estos equipos, donde fundamentalmente participan jóvenes, permite resolver no sólo el problema de la investigación, sino que también estos equipos se convierten en dinamizadores para la reflexión de los problemas y la movilización para su solución.
Una de las primeras conclusiones que se puede obtener es la apropiación del territorio o sobre el modo como los pobladores se representan en la microcuenca respecto a su uso y manejo. Ejemplo claro son los casos de las cuencas de San Joaquín y Agua Bonita en las diferentes comunidades o veredas, a pesar de tener una historia común, sin embargo no tienen una visión compartida, es decir no se integran para el manejo ambiental del curso de la quebrada. Llama la atención la ausencia de una representación territorial en microcuencas, donde el área es de poca magnitud, caso de Agua Bonita que tiene un área aproximada de 1.500 hectáreas y una población de 240 familias.
La ausencia de una visión colectiva sobre el manejo ambiental y territorial se explica en función de las formas de propiedad y de la organización política fomentada desde el Estado. En la medida que las familias se integran en la lógica productiva determinada y agenciada por el mercado, y a la vez que, las comunidades se organizan en núcleos veredales alrededor de las Juntas de Acción Comunal, igualmente se individualiza la familia en su predio y lo colectivo se reduce a las formas propiciadas por las municipalidades para la gestión de algunos recursos. Estas formas propiciadas por las organizativas que se fortalecen a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, conllevan a que se disuelva la responsabilidad colectiva en el manejo ambiental, pero además es claro que la forma de la propiedad, de hecho restringe los espacios de uso colectivo y en estricto sentido conlleva a desaparecer.
Identificar la ausencia de las formas organizativas que permitan la gestión territorial bajo principios de gestión colectiva, tiene implicaciones respecto a los procesos de planeación. La planeación enfrenta en el punto de partida la necesidad de construir una visión comunitaria o compartida, y en ese proceso, el estructurar la organización que se convierta en sujeto de la planeación. Esa visión se debe entender como el momento donde se decanta una noción de territorio y la construcción de organización como el modo de generar formas de poder local para la gestión en el dominio ambiental.
Un aprendizaje importante en la construcción de una noción de territorio es el conflicto que aparece con la interrupción de la responsabilidad colectiva, con la delimitación de áreas de conservación para las fuentes de aguas, la delimitación de zonas protectoras y las innovaciones tecnológicas a asumir para los procesos de saneamiento. Este conflicto o tensión nace del modelo productivo que a lo largo de varias décadas se ha instaurado y se fundamenta en la resolución de expectativas individuales o alrededor de monetizar la actividad productiva.
Foto. Niño Los diagnósticos que se emprenden tiene como espacio las microcuencas de San Joaquín y Rodas en le municipio de Súpia y las de Aguabonita y Lomitas en el municipio de Riosucio. En este escenario nacen en las microcuencas algunas formas de organización que se expresan en los grupos ecológicos, los cuales son asociaciones para gestionar iniciativas de manejo de algunas áreas, pero en un nivel de grado mayor, los comités de manejo ambiental de la microcuenca, a los que concurren los representantes de las veredas, los de las juntas de acción comunal, los de los acueductos veredales y los cabildantes. Los comités nacen con la aspiración de convertirse en autoridad ambiental en lo local, buscando ser lo s agentes que dinamizan los planes de manejo y la instancia de gestión ante la autoridad ambiental municipal y regional.
Las transformaciones en los asentamientos que, se expresan en predios cada vez de menor tamaño, conllevan a que ciertas prácticas de producción tradicionales o a que las formas de saneamiento fomentadas por ciertas instituciones, las cuales en el pasado se valoraban como viables ambientalmente, pasan a convertirse en foco de degradación de los ecosistemas.
Un ejemplo de ello es lo que sucede con los pozos sépticos de infiltración, que es método general en la región para el manejo de las excretas humanas y que ha sido implementado desde las administraciones municipales. Estos pozos que tenían viabilidad en asentamientos dispersos, al cabo de los años y con los cambios en la magnitud de los predios, se convierte en foco de distintos problemas como son la erosión, los derrumbes y la contaminación de fuentes de agua. Así, en las microcuencas que son objeto de trabajo de Asproinca, se puede concluir que es necesaria la adopción de nuevos sistemas de saneamiento, verdadero desafío por la movilización de recursos que requiere tal actividad.
De igual modo las actividades productivas, agrícolas y pecuarias, se convierten en fuente creciente de degradación. La erosión de los suelos se constituye en uno de los mayores impactos por la destrucción de la base productiva y natural; pero del mismo modo se debe asumir la contaminación y destrucción que propicia el mal manejo de aguas mieles en los beneficiaderos de café, la ausencia de una cultura del reciclaje de los estiércoles de animales y el desconocimiento de ciertas prácticas para el manejo de insumos de origen químico.
Estas situaciones que representan cierta complejidad para su solución, requieren el compromiso de las familias, para que de modo gradual vayan adoptando las tecnologías adecuadas. La ruta adoptada en Asproinca es la de que el plan de manejo de microcuenca, además de ser el consenso al que llega la comunidad, debe tener como soporte un acuerdo predial de manejo ambiental que suscribe cada una de las familias. El acuerdo predial de manejo ambiental resulta de un análisis sobre el estado de cada predio, la identificación de los factores que desde su finca la familia contribuye a la degradación ambiental y los planes de trabajo para mitiga los daños que se viene ocasionando.
La meta es que todos los predios de una microcuenca puedan disponer de un acuerdo predial que en principio suscriben los miembros de la familia en el Comité Ambiental de la microcuenca. El cabildo indígena, la Alcaldía municipal, la Corporación de Desarrollo con competencia en la microcuenca y finalmente Asporinca. Los entes institucionales que suscriben el acuerdo, participan por estar involucrados en el apoyo a los planes que se deriven del plan de manejo general de la microcuenca y los planes específicos que permiten la implementación de las propuestas en los predios.
Foto. personas subiendo El plan de manejo de la microcuenca no es un simple ejercicio técnico, sino también un proceso de reflexión colectiva y de implementación de ciertas acciones que generan nuevos valores respecto al manejo del entorno.
Los acuerdos prediales tienen como sustento el diagnostico y el plan se formula en cada finca, estos diagnósticos se constituyen a partir de ejercicios que realizan el comité ambiental de manejo de la microcuenca con la familia, con el apoyo y seguimiento del equipo promotor de la Asociación.
Se concibe desde Asproinca que la formulación del plan de manejo de la microcuenca no es un simple ejercicio técnico, siendo más bien un proceso donde la reflexión colectiva y la implementación de ciertas acciones van generando nuevos valores respecto al manejo del entorno ambiental y son experiencias donde es posible aprender el modo como se racionaliza el uso de recursos como el agua, el suelo o la biodiversidad. Paralelo a la consolidación de la organización local o de la microcuenca para la gestión ambiental y el establecimiento de experiencias, al mismo tiempo se procede a fortalecer la capacidad de gestión ante entes como los municipios y las CAR.
La visión que se tiene del plan como construcción o como consenso a lograr, es claramente perceptible en el componente de conservación y restitución de los ecosistemas. Allí, fácilmente se puede hablar de corredores biológicos, pero en pequeños predios, tal enunciado, es percibido como una amenaza al sistema productivo familiar, como en el caso del monocultivo del café. La situación predial obliga a que las acciones de conservación sean ajustadas a las decisiones de cada familia en su finca y que sólo puedan hacerse explícitas en la medida que se va formulando el plan de manejo ambiental en cada finca.
De igual modo, cuando se trata de delimitar la protección de un nacimiento de agua, que en algunos casos se puede involucrar a varios propietarios, estos ejercicios requieren el acuerdo de los propietarios, la gestión del comité de manejo ambiental de la microcuenca y en ciertos casos el cabildo. De este modo la delimitación de un área de protección puede estar identificada en el plan de manejo, pero su concreción es un ejercicio social, es una práctica de capacitación y en algunas ocasiones por no existir acuerdo entre propietarios, se torna inviable simplemente porque la magnitud de los predios no lo permite.
Como se observa el plan es más bien la definición de unos ejes estructurales de la acción, los cuales se van llenando de contenido en la medida que se movilizan recursos para darle concreción a un determinado componente. Ejemplo de ello es el proceso seguido en la microcuenca Rodas, donde a partir del diagnostico emprendido y la estructuración de las directrices de política para resolver los problemas identificados, se establece como prioridad el definir un área protectora en la parte alta, sin llegar a determinar la magnitud y sin definir la metodología en el manejo de dicha área, que es un componente del plan que adquiere contornos en la medida que se gestione con el municipio de Supía y Corpocaldas la compra del terreno.
Tal proceso de gestión de la compra de un área protectora permite afianzar la organización o el comité de manejo de la microcuenca y sólo con el bañase de tal proceso, se podrá profundizar en aspectos relacionados con la construcción de regulaciones para el manejo de dicha área, la definición del plan de manejo y recuperación del globo protector, la participación de diversas instancias comunitarias y el sistema de monitoreo del proceso.
[1] Asproinca. C.e: asproinc@hotmail.com
Asproinca es la Asociación de Productores Indígenas y Campesinos, ubicada en los municipios de Riosucio y Supía, departamento de Caldas. Actualmente, en la organización participan 350 familias, y cuenta con una junta administradora, una asamblea general de socios que se reúne cada año y siete promotores campesinos que realizan el trabajo de promoción, capacitación y acompañamiento a los proyectos productivos que adelantan los socios.
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