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Durante siglos, las comunidades locales se han beneficiado de un uso sustentable de los bosques. Pero el control centralizado de los recursos naturales hace ya muchos años que erosiona los derechos locales y provoca procesos de deforestación a gran escala. El desastre actual, producto de las políticas globales, de las actividades del Estado y las grandes empresas en los bosques, deja en claro que es necesario cambiar el curso de los acontecimientos y devolver el manejo de los bosques a las comunidades locales. El modelo industrial ha fracasado rotundamente en asegurar la conservación de los bosques, mientras que los enfoques basados en la comunidad demuestran que el mejoramiento de la base de sustento de los pueblos y el uso sustentable de los bosques son objetivos compatibles.
La solución de la mayor parte de los problemas externos es competencia de los gobiernos. En efecto, son ellos quienes deben crear las condiciones esenciales para hacer posible este tipo de manejo, lo que implica un cambio radical en el rumbo que han seguido durante muchos años. Significa en primer lugar asegurar la tenencia de los bosques por parte de las comunidades. Este cambio no resulta fácil para los gobiernos, dado que implica un traspaso de poder sobre el uso de los recursos boscosos, con lo que se afecta tanto a los intereses de los propios organismos estatales (por ejemplo, los Departamentos Forestales), como también a las empresas (nacionales y trasnacionales) que actualmente se benefician de concesiones otorgadas por el Estado.
Si bien asegurar la tenencia comunitaria de la tierra es una condición necesaria, en general no es suficiente. El Estado debe a su vez remover una serie de obstáculos que dificultan el manejo comunitario y al mismo tiempo brindar todos los apoyos necesarios para su generalización. Dichas medidas van desde la simplificación de trámites burocráticos y la reducción de las cargas impositivas a la investigación y el apoyo en materia de mercadeo de los productos forestales.
Por su parte, las propias comunidades deben resolver adecuadamente una serie de temas fundamentales, tales como las cuestiones organizativas y administrativas, que aseguren un manejo democrático, participativo y transparente de los recursos administrados en forma comunitaria. En muchos casos requerirán recuperar el conocimiento tradicional y/o adaptarlo a la nueva realidad, así como promover la participación equitativa -en particular en la toma de decisiones- de la comunidad en su conjunto, lo que en muchos casos implicará abordar la cuestión de género y la capacitación a todos los niveles.
También las ONG que acompañan estos procesos deberán definir claramente su rol y limitarse al apoyo a las comunidades, evitando asumir un papel de dirección que no les corresponde y que en definitiva poco hace para fortalecer a las comunidades. Al mismo tiempo, deberán reconocer el carácter transitorio de su asistencia, buscando traspasar su conocimiento lo antes posible a las propias comunidades para que éstas puedan independizarse de la asistencia externa y asumir todas las funciones en el manejo del bosque.
Pero quizá el aspecto principal a señalar es que el manejo comunitario de bosques no es un tema técnico -sin que esto implique desconocer su importancia- sino fundamentalmente una cuestión política. Para que se vuelva realidad es por ende necesario organizarse, coordinar esfuerzos, compartir información y desarrollar campañas para que los gobiernos adopten políticas que generen las condiciones necesarias para que el manejo de los bosques vuelva a manos de las comunidades. El manejo comunitario de bosques no sólo es posible: es esencial.
En todo el planeta son muchas las personas que sufren por procesos destructivos que los privan de los recursos naturales que han sido la base de su sustento. El Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM por su sigla en inglés) y muchas otras organizaciones de todo el mundo han venido denunciando desde hace mucho tiempo esta situación y brindando su apoyo a los pueblos que luchan en defensa de sus bosques y sus derechos.
La historia de la apropiación y el control de los bosques por parte de las potencias coloniales primero, y luego de los estados nacionales, bajo la bandera de “la ordenación científica de los bosques” o silvicultura, ha sido una característica común del manejo tecnocrático centralizado que se acrecentó a lo largo del último siglo con el avance del moderno Estado Nación, el poder de la tecnología y la economía mundial, llevando en última instancia a la venta masiva de los bosques para beneficio de los intereses de la industria forestal. La silvicultura, tal como la impuso el Norte al Sur, primero a través del colonialismo y después a través de los organismos para el desarrollo y la Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), tiene fallas graves. En primer lugar porque adjudica al Estado tierras boscosas (territorios de las comunidades locales), y en segundo lugar porque después entrega los derechos de explotación maderera a grupos privados. El resultado es una alianza non-sancta entre estos poderosos protagonistas, cuyos intereses apuntan a excluir a las comunidades de los bosques y a evitar que se establezcan límites reales a la explotación, que pudieran poner coto a las ganancias generadas en el nombre de la sustentabilidad.
En el caso de los países empobrecidos del Sur, la venta de la madera se ha utilizado para pagar una deuda que crece en espiral. Esta deuda se genera a partir de los lazos de dependencia que tejen los principales países del Norte, actuando en representación de los intereses creados de las grandes empresas, apoyados por la mediación de las instituciones financieras internacionales (FMI, Banco Mundial, etc.), a la vez que generan cuantiosas riquezas personales para un puñado de magnates de la industria maderera.
Este proceso originó una serie de factores que ejercen una enorme presión sobre los bosques y los pueblos que los habitan y dependen de ellos, que no tienen un acceso igualitario a los recursos de los bosques. Los términos injustos del comercio internacional han determinado la depreciación de los precios de los bienes básicos (los principales productos de exportación de los países del Sur) desatando una carrera sin fin por el aumento de la productividad a expensas de los ecosistemas.
En ese contexto, las naciones poderosas impusieron "programas de desarrollo" (y la infraestructura que los acompaña) a los países empobrecidos y ricos en naturaleza. De esta forma las empresas se benefician doblemente, con el acceso fácil a los recursos naturales y con los altos intereses de los préstamos que otorgan para llevar adelante los programas que consideran a la naturaleza como un conjunto de mercaderías (minerales, petróleo, recursos genéticos, madera, tierra para la expansión agrícola) a ser explotadas para obtener ganancias a corto plazo. Ese proceso, descrito gráficamente por el escritor Eduardo Galeano en "Las venas abiertas de América Latina", se aplica de la misma forma a los países del Sur en todo el mundo.
El resultado ha sido la degradación y destrucción de los bosques, el desplazamiento de pueblos, la pérdida de las formas de sustento y las culturas locales. Ante esta realidad, existe actualmente un creciente interés por encontrar nuevas formas para preservar lo que queda de bosques en el mundo.
El WRM ha planteado la urgente necesidad de un cambio en la relación actual con los bosques. Existen dos enfoques contrapuestos: uno considera al bosque como tierra a ser explotada, explorada, despejada y ocupada, para ser sembrada y plantada en programas comerciales de monocultivos a gran escala; y el otro ve al bosque como un ecosistema, a ser utilizado en sus múltiples dimensiones por y para la gente, sin distorsionar el necesario equilibrio existente entre toda la gama de sus componentes.
Resulta claro que sólo el segundo enfoque puede garantizar la conservación de los bosques, y es igualmente claro que los pueblos Indígenas y otras comunidades tradicionales y locales son los únicos que pueden y desean aplicarlo. Estas comunidades tienen una larga tradición en el uso sustentable de los bosques a través de regímenes de propiedad comunitaria en los que el acceso al bosque y el uso de sus recursos están regulados por la dependencia mutua, los valores compartidos de cooperación y asociación y las leyes tradicionales, con una clara conciencia de que están haciendo uso del bosque que les es prestado por sus hijos.
Somos conscientes de que se han desmantelado muchas experiencias, que se ha perdido conocimiento y que en varios lugares se han agotado los recursos naturales. Numerosas comunidades han sufrido presiones externas que las forzaron a abandonar sus tierras, que destruyeron sus formas de sustento o que las "contaminaron" con nuevas modas y tendencias consumistas; y todo esto en última instancia las separó de su rica cultura. Pero antes de que sea demasiado tarde, la solución está al alcance de nuestras manos. En realidad ha estado allí todo el tiempo. Los políticos tienen la oportunidad de probar su buena voluntad de cumplir con las promesas de sustentabilidad que han proclamado; es simplemente un asunto de servir los intereses de los pueblos (por sobre los de las trasnacionales) y apoyar y promover los antiguos sistemas de manejo comunitario que permitieron durante siglos a las comunidades que dependen de los bosques realizar un manejo sustentable de los mismos para vivir de ellos y al mismo tiempo
Para los habitantes del bosque y quienes dependen de él, el bosque es su gran almacén, el que los provee de alimentos (tallos, hojas, flores, frutos, nueces, hongos, gusanos, hormigas, huevos de aves, animales pequeños y pescado). También encuentran allí materiales de construcción y medicinas, así como leña y materias primas (bambú, juncos, hojas, pastos, goma, resina, ceras y tinturas para hacer sogas mantas y cestos), que pueden utilizar, cambiar o vender en los poblados cercanos. Por otra parte, el bosque es un gran proveedor de agua; es la cuenca hídrica que permite el almacenamiento y la distribución equilibrada de agua.
Por último, pero no menos importante, el bosque es para ellos más que un simple proveedor de productos. Es también el lugar donde estos pueblos se reúnen para sus celebraciones sociales y culturales, donde realizan las asambleas para tomar decisiones, donde entierran a sus muertos; allí logran una profunda interconexión moral y espiritual a través de la cual se ven a sí mismos como parte del bosque.
La estrecha relación con el bosque está imbuida en las comunidades de los bosques y en las que dependen de ellos, que siempre han aplicado un "enfoque ecosistémico" al manejo de los bosques. La tendencia actual de explotación de los bosques, con su enfoque reduccionista, ha separado las cosas y ha alterado el equilibrio, provocando la crisis actual de los bosques. Por este motivo, una visión holística es un elemento necesario para una experiencia de manejo comunitario de bosques. Ha generado un sistema de conocimiento amplio y profundo con sus propios conceptos, definiciones y prácticas, que ha permitido el uso sustentable de los bosques a lo largo de varios siglos. Esto es válido todavía hoy, cuando podemos encontrar ejemplos de comunidades que se las ingenian para conservar e incluso a veces restaurar, a pesar de las circunstancias adversas, zonas de bosques degradados de los cuales dependen.
El bosque es la fuente de sustento para estas comunidades; por este motivo, es un problema de supervivencia apuntar al manejo del bosque de forma que garantice la perpetuidad del mismo. De no ser así, estarían poniendo en riesgo su propio futuro. Pero cuando se ven enfrentadas a fuerzas externas que distorsionan su medio ambiente, son presionadas a buscar otros medios de supervivencia que en general implican un manejo no sustentable de los escasos recursos naturales que dejan atrás las empresas forestales y otros grupos comerciales y orientados al mercado que les han usurpado a las comunidades su madre tierra. La unidad fue rota desde afuera, pero a menudo sucede que las comunidades de los bosques y las que dependen de ellos terminan siendo señaladas como las culpables, aunque son el eslabón más débil de la cadena.
Subyacente a la forma de vida de las comunidades de los bosques y las que dependen de ellos está el concepto de la propiedad común del bosque para su uso, manejo y control. La comunidad no "posee" el bosque, sino que es su guardiana, y en consecuencia tiene derechos y obligaciones. Pero para que las comunidades puedan cumplir en forma adecuada con su papel de guardianas deben tener asegurada la tenencia de los recursos que contiene el bosque y su uso debe estar garantizado a través de los organismos con poder de gobierno, elegidos por cada comunidad para que la representen adecuadamente. La falta de seguridad de derechos sobre la tierra y de uso de las comunidades es una causa fundamental del debilitamiento de los sistemas locales de manejo de los bosques. Por el contrario, la seguridad de los derechos sobre la tierra de uso son la base de la conservación de los bosques y del bienestar de los habitantes que dependen de ellos.
El poder de decisión de las comunidades se basa en sus propias instituciones representativas, que representen legítimamente sus intereses, y que adoptan diversas formas según la cultura local, el medio ambiente natura, y la organización de cada comunidad. Toda vez que esto fue modificado para trasladar el poder a un gobierno central (nacional, estadual o provincial) el resultado ha sido la distorsión de la integridad del ecosistema con la consiguiente disminución de la sustentabilidad de los recursos y el empobrecimiento de la comunidad. No existe un modelo único de manejo comunitario de bosques pero todos tienen como característica común la necesaria autonomía y soberanía de sus autoridades legítimas, para tomar las decisiones pertinentes sobre el control, uso y manejo de la base de recursos de la comunidad con miras a satisfacer las necesidades de sus miembros.
El manejo comunitario está resurgiendo como una alternativa válida al modelo actual de utilización industrial del bosque. Un gran número de personas, organizaciones y procesos ya están trabajando con el objetivo de lograr y reforzar experiencias exitosas de acuerdo con las necesidades, los antecedentes y la historia del lugar.
Sin embargo, habrá que enfrentar numerosos desafíos y es necesario plantearse una serie de preguntas. ¿Es posible que casos aislados de manejo comunitario de bosques puedan sobrevivir en un contexto donde quienes marcan el rumbo son actores tan poderosos como las trasnacionales, los gobiernos y las instituciones internacionales a cargo de la globalización de un modelo económico de desregulación y apertura de mercados?, ¿Estaremos lo suficientemente alertas como para reconocer la diferencia entre los casos genuinos y los que son simplemente una coopción del modelo prevalerte ?, ¿Cómo preservar el promisorio modelo de manejo comunitario de bosques de intereses espurios, tanto internos como externos?
La mayoría de las comunidades de los bosques y las que dependen de ellos ya no viven en las condiciones de ecosistemas equilibrados que habían logrado mantener desde largo tiempo atrás. La deforestación a gran escala y los procesos de degradación de los bosques, el agotamiento de sus recursos con la consiguiente escasez para las comunidades que los rodean, han producido cambios en las formas de vida. A su vez, esos cambios han provocado nuevas necesidades y han hecho surgir nuevos valores que pueden implicar la pérdida del conocimiento tradicional y la ruptura de los viejos lazos y creencias que han sido pilares de la cohesión social y la continuidad cultural.
Por otra parte, hay una serie de temas que deben ser abordados por las comunidades para garantizar su cohesión interna y su fortaleza. Entre ellos debemos mencionar la participación de la mujer, que tiene necesidades, perspectivas y roles específicos. Su participación activa en la toma de decisiones y la distribución equitativa de los beneficios entre hombres y mujeres son esenciales para asegurar la sustentabilidad a largo plazo del manejo comunitario de bosques. Igualmente importante es la necesidad de generar las condiciones básicas para promover la participación activa de los jóvenes, que representan el futuro de la comunidad.
Quienes estamos comprometidos con el apoyo a las comunidades de los bosques y las que dependen de ellos en su lucha por mantener y recuperar sus bosques y quienes apoyamos y promovemos que recuperen el control sobre los bosques, debemos tener presente que existen muchos obstáculos (tanto internos como externos, nacionales e internacionales) que sortear. Se debe resaltar la importancia de sumar fuerza y esfuerzos y de compartir experiencias. Muchas organizaciones locales, nacionales e internacionales (entre ellas el WRM) han luchado y hecho campañas durante muchos años para lograr un cambio en esa dirección. En mayo de 2002, varias organizaciones decidieron unir esfuerzos en el Caucus sobre Manejo Comunitario de Bosques, que apunta a influir en los procesos mundiales y nacionales para crear condiciones que permitan que las comunidades locales manejen sus propios bosques. Este es un primer paso en la dirección correcta.
Actualmente resulta muy claro que el modelo industrial conduce a la destrucción del bosque, mientras que el manejo comunitario permite su uso sustentable. Los gobiernos han acordado (por lo menos en el papel) que es necesario conservar los bosques para preservar la salud del planeta. Ahora es el momento de hacerles cumplir los compromisos asumidos, y la sociedad civil organizada (desde el nivel local al internacional) es el actor clave para asegurar que los hechos coincidan con los discursos. Nuestro mensaje debe ser fuerte y claro: la responsabilidad sobre el manejo de los bosques debe volver a las manos de las comunidades de los bosques y las que dependen de ellos. Solamente entonces los bosques tendrán la posibilidad de sobrevivir.
El WRM es una red internacional de grupos ciudadanos del Sur y del Norte involucrados en esfuerzos por defender los bosques del mundo. Trabaja para asegurar la tenencia de la tierra y los medios de sobrevivencia de los pueblos que habitan los bosques y apoya sus esfuerzos para defenderlos de la tala comercial, las represas, la minería, la explotación de petróleo, las plantaciones, las granjas camaroneras y otros proyectos que los ponen en peligro.
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* Secretariado Internacional del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
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