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Experiencias locales

Descubriendo y construyendo una visión de territorio

Nelson Ortiz ; Dario Ayarza ; Silvia Gomez , Enero 30 de 2006, Este artículo ha sido consultado 4857 veces

Nelson Ortiz
Dario Ayarza
Silvia Gomez

Ubicación geográfica y breve antecedente

El río Pirá Paraná está ubicado en los límites del departamento del Amazonas y del Vaupés. Este río corre en dirección Norte-Sur y su localización esta (entre 0° 34´ N - 70°33’ W y 0°25’ S - 70°15’ W). Su cuenca comprende 5.400 km2y en ella habitan aproximadamente 2.000 habitantes pertenecientes a los grupos étnicos Macuna, Bara­zano, Eduria, Tatuyo, Tuyuca, Itano y Carapana, hablantes todos de lenguas clasificadas dentro de la familia lingüística tucano oriental. Aunque cada uno de estos grupos se diferencian unos de otros en cuanto al uso de la lengua y la posesión tanto de ciertos bienes de cultura material como de conocimientos esotéricos específicos, comparten costumbres, creencias y tradiciones: el cultivo extensivo de la yuca amarga combinado con la cacería, la pesca y la recolección; el uso de malocas como centros ceremoniales y de congregación; el uso de una terminología Dravídica de parentesco; la prescripción del matrimonio con primos cruzados bilaterales entre grupos patrilineales de sibs jerárquicamen­te ordenados; patrones de organización ritual, y una narrativa mitológica común (Hugh-Jones, 1979).

Actualmente la población esta agrupada en 13 comunidades (en su mayoría de ocupación multiétnica) y 30 malocas vecinas, las cuales conforman la Asociación de Capitanes y Autoridades Tradicionales Indígenas del río Pira Paraná, ACAIPI. Dicha asociación fue constituida en 1996 y desde entonces, viene consolidando un proceso organizativo alrededor de la construcción y desarrollo de su Plan de Vida, que busca planificar las acciones dentro del territorio, para mejorar la calidad de la educación escolar que se imparte en la zona y la prestación de los servicios de salud, promover el manejo adecuado de los recursos existentes y fortalecer las estructuras internas de gobierno. Todo esto con la finalidad de avanzar en la práctica, hacia el pleno manejo político administrativo de su jurisdicción por medio de la consolidación de una ETI4.

En todo este proceso, ACAIPI ha contado con el acompañamiento permanente de la Fundación Gaia-Amazonas5, la cual inicio su trabajo en la zona en 1994 por invitación de las autoridades indígenas. La Fundación Gaia Amazonas es una entidad colombiana sin ánimo de lucro, cuyo objetivo es propender por la conservación de la diversidad cultural y biótica de la región amazónica. La política de nuestro quehacer está basada en el respeto a los conocimientos y prácticas culturales y en la concertación con todos los sectores de la población para la toma de decisiones y la definición de proyecciones.

 

Definición conjunta de una problemática

En los últimos años la reflexión con la población del Pirá Paraná se ha centrado en el territorio, ya que es allí donde convergen las posibilidades y amenazas para la sociedad indígena regional en el contexto político propiciado por la Constitución Política de 1991. Es así como a lo largo de varios años, ACAIPI, con el apoyo de la Fundación Gaia-Amazonas, ha venido construyendo planes en los diferentes sectores, así como configurando una estructura organiza­tiva que facilite una interlocución eficaz con el resto de las entidades estatales6. En este proceso, ha avanzado en la definición de planes y programas en los sectores de salud, educación, medio ambiente, productividad y seguridad alimentaria que buscan dar respuestas integrales a las problemáticas contemporáneas, teniendo como base la visión, el conocimiento y las capacidades locales. Fue así como en el 2002, ACAIPI inició la formulación de su Plan de Manejo Ambiental (PMA), con el objetivo de definir políticas y acciones para la regulación del uso de los recursos naturales del territorio de su jurisdicción.

En este contexto, el ejercicio de formular un plan de manejo ambiental partió del reconocimiento de la relación que tienen los pueblos indígenas locales con su medio ambiente y de la gran sabiduría que aun posee para su manejo. Esto planteaba el inmenso reto de desligarse de lo que comúnmente implica planear el manejo del medio ambiente. Como veremos, desde el punto de vista tradicional, el medio ambiente es mucho más que un conjunto de recursos que están allí a plena disposición de las voluntades humanas. Para la gente del río Pirá, gran parte de lo que nosotros conocemos como medio ambiente, es decir, los árboles, las plantas, los peces, los animales del monte y hasta las piedras tienen un significado muy especial. “Son gente y tienen dueño”, nos repetían los viejos todo el tiempo. “Hay que pedir permiso. Cuando la gente se enferma, es porque no ha respetado, porque comió lo que no le tocaba, porque pescó donde no debía, porque no conocía el origen…”  Guillermo Rodríguez, Macuna, Comunidad de Puerto Esperanza.

Por eso, cuando comenzamos a preguntarnos entre todos qué era medio ambiente, cuál es la importancia de planificar, por qué detenerse a pensar en cómo manejarlo, para qué, qué pasaba antes, qué pasa ahora y qué podría pasar después, nos dimos cuenta de que la verdadera problemática ambiental de la región consistía en que, a pesar de que existe un sistema de conocimientos y prácticas bastante sofisticado y complejo que regula las relaciones de la gente con el medio que la rodea, éste se ha venido debilitando.

Francisco Benjamín, conocedor tradicional Eduria, explica:

“tenemos un conocimiento tradicional para el manejo ambiental, dado desde tiempo atrás por los primeros hombres. Este conocimiento se ha venido perdiendo: se irrespe­tan muchos “sitios sagrados”, ya no se realizan debidamente las “curaciones” necesarias para el consumo de alimentos o para las actividades de, establecimiento de chagras, caza, pesca o recolección de frutos silvestres. Esto ha conllevado a que nuestros recursos se estén agotando (hay escasez de comida, de hojas para techar), la salud se ha venido deteriorando y esto se debe también al mal uso de los sitios sagrados y a la no realización de rituales; también a que nuestra forma de asentamiento ha cambiado, ahora vivimos en comunidades, las chagras quedan muy lejos. Necesitamos entonces planificar adecuadamente el manejo de nuestros recursos con base en nuestro conocimiento y transmitirlo a la presente y futuras generaciones y así garantizar nuestra supervivencia. Además tenemos que contarles a las asociaciones vecinas lo que estamos haciendo, para que respeten nuestro territorio y para lograr acuerdos mutuos de manejo”. Francisco Benjamín, Eduria, Comunidad de So­naña.

 

 Inducir preguntas más que buscar respuestas

Con el problema bien comprendido por todos, la cuestión ya era de método. ¿Cómo hacíamos para darle relevancia a este conocimiento? ¿Có­mo convertirlo en la base de un plan de manejo ambiental? ¿Cómo motivábamos la participación de las mujeres y de los jóvenes?

Propusieron entonces conformar grupos de trabajo (uno por cada grupo étnico mayoritario: Makuna, barasano, eduria y Tatuyo) quienes orien­tados por los sabedores tradicionales comenzaron a investigar sobre aspectos claves que desde el origen, ordenaron las relaciones entre la gente y la naturaleza. Los viejos se concentraron en contar las historias acerca del surgimiento de los diferentes grupos étnicos, cómo fue que “se volvieron gente”, cuál fue la ruta que tuvieron que recorrer para llegar al territorio que les correspondía en el Pirá y cómo, paso a paso, fueron adquiriendo los elementos y conocimientos requeridos para su manejo. Por su parte los jóvenes iban aprendiendo el arte de preguntar y sobre todo, la constancia necesaria para escuchar. Posteriormente se dieron a la tarea de transcribir en sus lenguas las conversaciones que fueron grabadas para traducirlas al español.

Con el tiempo se fueron decantando todas estas historias y de paso, aclarando las dinámicas de asentamiento actuales. Logramos definir los territorios ancestrales de cada grupo étnico, identificar sitios sagrados que tienen una connotación importante en la regulación del uso de recursos y elaborar bases cartográficas muy completas donde se plasman los recorridos, los territorios y los sitios de importancia.

A grandes rasgos, la idea central que subyace a la concepción indígena de la gente del Pira, consiste en que los ancestros entregaron un territorio a cada grupo étnico y que dicho territorio junto con sus recursos es responsabilidad de los pobladores actuales, encabezados por el sabedor tradicional o cha­man. Para el mantenimiento de los recursos naturales y de la vida en general, es necesario cumplir con ciertas pautas que fueron definidas en la historia mítica y que se estructuran a lo largo del tiempo con base al calendario ecológico.

El calendario ecológico está dividido en cuatro grandes épocas determinadas por ciertas constelaciones, el clima, el caudal de los ríos, la oferta de frutos del bosque y la abundancia de comida cultivada. Estas manifestaciones marcan el ritmo de las actividades cotidianas de subsistencia que debe realizar el hombre y los actos rituales que debe convocar para prevenir las enfermedades y peligros de cada época. Por eso, los grupos de investigación se concentraron también en profundizar sobre el ciclo anual de actividades humanas y manifestaciones de la naturaleza, lo cual fue un referente fundamental en la planificación de manejo del medio ambiente, pues como concluyó uno de los viejos “ el territorio ya fue dado, pero es el calendario el que rige su manejo”. Ricardo Marín, Barasano, Comunidad de San Miguel.

Por su parte las mujeres consolidaron grupos de trabajo comunitarios para desarrollar los temas que conocen y dominan: el conocimiento agrícola, la preparación de alimentos, el soporte y preparación de los bailes y la crianza de los hijos. La disminución de la productividad de los espacios de cultivo y la perdida de la diversidad de especies que se cultivan en las cha­gras, fue una problemática diagnosticada por todos y que motivo a las mujeres a desarrollar estrategias para resolverla en sus comunidades.

En palabras de ellas “si no hay suficiente y buena comida, no hay rituales, no se puede trabajar, ni pensar, ni organizar”. Rosa Marín, Barasano, Comunidad de San Miguel.

Así, a través de recorridos por todas las comunidades del río y de reuniones especificas con lo grupos de mujeres, fueron diagnosticando las problemáticas particulares de cada comunidad y comenzaron a desarrollar iniciativas, que hasta el momento han permitido avanzar en la coordinación con los hombres el establecimiento oportuno de las chagras siguiendo las épocas del calendario ecológico, la realización colectiva de las labores de siembra y limpieza y la recuperación de especies que se habían dejado de cultivar a través del intercambio de semilla entre familias.

De igual manera, se organizaron para conformar grupos de investigación constituidos por mujeres viejas y jóvenes representantes de diferentes grupos étnicos y recopilar las historias de origen de la comida cultivada, cantos y arrullos infantiles y otras historias que contienen consejos y orientaciones referentes al uso y manejo adecuado de las chagras. También algunos grupos han hecho inventarios de las especies que desde el origen le fueron entregadas a cada grupo étnico y las especies que han incorporado a sus cultivos pero que provienen de otros lugares de la amazonia.

 

Lo que hemos logrado

“Para garantizar el uso adecuado de los recursos de nuestro territorio, primero teníamos que entender los orígenes, conocer la historia del territorio, saber cuales son nuestras responsabilidades, que nos dice el calendario ecológico. Teníamos que darle mas vida a las bases fundamentales del conocimiento tradicional para manejar el territorio. Nosotros no quisimos hacer un plan solo para ponerle normas al uso de los recursos, necesitábamos pensar también en la salud, en la educación, en nuestro propio gobierno. Por eso si los jóvenes aprenden y los viejos ponen en práctica lo que saben los recursos se van a mantener. El territorio va a estar protegido. El conocimiento tradicional es nuestro escudo”. Roberto Marín, Barasano, Comunidad de San Miguel.

La formulación de este Plan de manejo Ambiental es un proceso que continua en construcción, pues hay problemáticas que aun no han sido resueltas, decisiones que no han sido del todo imple­mentadas y acciones que hace falta concretar. La gente asegura que es un proceso que tal vez nunca termine, pero que hasta el momento ha arrojado resultados que tienen implicaciones importantes en cuanto a la valoración de los conocimientos tradicionales, el fortalecimiento de la identidad cultural, el mejoramiento de la calidad de vida, la preservación del medio ambiente y la consolidación de la organización política de la futura ETI del Pira Paraná.

Es evidente que hay un mayor reconocimiento por parte de toda la población del Pirá, de la importancia de mantener el conocimiento para el manejo ambiental y un incremento de la capacidad de proponer y asumir compromisos para regular el uso y extracción de los recursos de la región. En este sentido, los impactos en el mantenimiento de la salud han sido notorios, ya que se ha incentivado el respeto a los lugares sagrados, y la coordinación entre cha­manes para la realización de rituales y curaciones de acuerdo a los calendarios ecológicos culturales, todas ellas condiciones críticas de acuerdo con la visión indígena, para mantener la salud de la po­blación.

Con el desarrollo de estas investigaciones se ha restablecido la comunicación entre jóvenes, viejos y mujeres, se ha revitalizado el respeto y la aplicación de un conocimiento que se entendía como parte del pasado, pero que hoy es una herramienta de gran valor para entender y superar los conflictos del presente. La creación de espacios alternativos que promueven la participación de los jóvenes y de las mujeres se ha convertido en el principal estímulo para que ellos permanezcan en el territorio potenciali­zando sus aptitudes de liderazgo y valorando su identidad cul­tural.

Más allá, en el proceso se ha conseguido movilizar a los más jóvenes en torno al aprendizaje y al uso del conocimiento tradicional tanto en la comprensión de las problemáticas contemporáneas como en la construcción de alternativas que contribuyen a resolverlas. En efecto, la investigación sobre los saberes propios se viene consolidando como un proceso educativo a partir del cual se ha avanzado en la definición y gestión de propuestas en salud, educación, gobierno propio y seguridad alimentaria. Así, la investigación ha servido como insumo para la planificación de proyectos pedagógicos y la construcción de propuestas curriculares que buscan darle un nuevo sentido a la educación escolar. Así mismo, ha sentado las bases para la articulación del sistema de salud tradicional con los Planes de Atención Básica (PAB) y los Planes Obligatorios de Salud (POS).

El aporte de las mujeres con respecto al desarrollo del programa de seguridad alimentaria ha sido imprescindible, pues no solo hay un notable aumento en la producción de yuca y otras especies, sino que la chagra se ha legitimado como un espacio vital, en el que se transmiten conocimientos sobre las dinámicas del cultivo, el bosque, la fauna, los ciclos estaciónales, así como restricciones, consejos y valores tales como la importancia del trabajo colectivo, la complementariedad entre los géneros y la reciprocidad. La valoración de estos aspectos le ha permitido a algunas mujeres ver la importancia de involucrarse de una manera mas directa en la educación escolari­zada de sus hijos, afianzar el valor de sus conocimientos y vincularse directamente desde sus actividades cotidianas en la definición de acciones a nivel local, que fortalecen la ejecución de propuestas a nivel regional.

La concepción de medio ambiente y territorio desde la cual se desarrolla la formulación colectiva del plan de manejo ambiental de la gente del Pirá, refleja una visión en la que la naturaleza y el conocimiento se conciben desde una perspectiva que reta las visiones convencionales de manejo de recursos naturales, desarrollo, investigación científica y propiedad privada que han conducido a la crisis ambiental global que vivimos. En el Pirá Paraná, la reflexión en torno al medio ambiente y el conocimiento para su manejo, está activando un ordenamiento ambiental y social incluyendo criterios colectivos, sociales y espirituales que no están usualmente contemplados en dichas visiones y definen un marco de referencia claramente diferenciado para la gestión del medio ambiente. Igualmente, ve el fortalecimiento de los sistemas propios para la toma e implemen­tación de las decisiones como un paso importante hacia la consolidación de un modelo de ordenamiento territorial construido desde lo local, y capaz de proporcionar alternativas sostenibles y viables frente a los nuevos desafíos que los pueblos indígenas enfrentan hoy en lo relacionado con la protección del conocimiento tradicional, el control de acceso a recursos genéticos y la definición de políticas para el uso del bosque.

“Hay diferentes formas de garantizar la preservación de los recursos para las futuras generaciones. Nuestra propuesta de conservación parte de la gente y es con la gente. Los grupos étnicos del Pira poseemos un conocimiento que debe ser respetado. Con estos resultados queremos darle entender al Estado o a otra gente, que existe otro modelo de manejo del medio ambiente. Por eso vale la pena que otra gente entienda y que las políticas del Estado se definan de manera conjunta y coordinada”. Ernesto Ávila, Macuna, Comunidad de Piedra Ñi.

 

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[1] Biólogo. Fundación Gaia-Amazonas. C.e: ortizamazon@yahoo.com

[2] Antropólogo. Fundación Gaia-Amazonas. C.e: darioayarza@gmail.com

[3] Antropóloga. Fundación Gaia-Amazonas. C.e: silviahelen@yahoo.com

[4]La legislación colombiana hace reconocimiento a los derechos de los pueblos indígenas,  al articular la figura de resguardos como unidades de propiedad colectiva y garantizando con la Constitución del 1991 la posibilidad de ejercer el manejo político administrativo de sus territorios por medio de las Entidades Territoriales Indígenas (ETI´s).

[5] La Fundación Gaia-Amazonas desde hace mas de 12 años ha venido acompañando las iniciativas de organización de los pueblos indígenas de la Amazonia colombiana, apoyando a las comunidades en la elaboración participativa de sus planes de ordenamiento territorial, para definir e implementar integralmente propuestas de gobierno en diferentes sectores. A través de grupos interdisciplinarios de profesionales se apoyan y orientan todas la actividades que se desarrollan en terreno con las comunidades y se brinda asesoria profesional  en las gestiones necesarias que hay que realizar ante  las diferentes entidades estatales.

[6] De acuerdo con el Decreto 1088 de 1993, las asociaciones de autoridades tradicionales indígenas son entidades públicas  de carácter especial. Tienen autonomía administrativa y suscribir convenios interadministrativos con otras entidades públicas.  

Publicado en Enero 30 de 2006| Compartir
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