Suscribase por $45.000 a la revista Semillas y reciba cuatro números, dos por año
“Tenemos el sueño de dejar a nuestros y nuestras renacientes lo que aprendimos y aprendemos de los mayores y mayoras: la resistencia, la re-existencia, ¡que solo son posibles en comunidad, en colectivo, siendo pueblo! La resistencia y la re-existencia son parte constitutiva de nuestro ser mujeres negras, de nuestro ser hombres negros, está en nuestro ADN cultural-histórico-territorial. Seguiremos entonces resistiendo el embate de esta racionalidad occidental, esa que no quiere dejarnos ser, que quiere que seamos como “los desarrollados”, que veamos la vida con sus ojos, que pensemos con su pensamiento, desde sus sentires. Así como desde hace más de 400 años sabemos que no respetan las demás formas de vida, que no cumplen con su palabra, hoy día sabemos que seguirán irrespetando, aniquilando la vida, queriendo imponer sus formas y sus decisiones. Los espacios de concertación serán para que sepan que aquí estamos y aquí (en nuestros territorios) nos quedamos. Los territorios ancestrales que hemos defendido y seguiremos defendiendo seguirán siendo espacios de vida en todas sus expresiones, serán defendidos por nosotros y nosotras, siguiendo el legado de hombres y mujeres cimarronas.”
Marilyn Machado, Proceso de Comunidades Negras de Colombia, PCN, 2017.
El presente texto parte de la siguiente proposición: La humanidad enfrenta una crisis sin precedente, de la cual el cambio climático, la destrucción masiva de especies, y la aceleración inusitada de la desigualdad social son solo sus manifestaciones más agudas. Para muchos observadores de América Latina y de muchas partes del mundo (colectivos indígenas, afrodescendientes y campesinos; algunos científicos, intelectuales, y maestros espirituales; y teóricos y activistas de las transiciones), el momento actual pone en evidencia una crisis civilizatoria. El Pacífico, podría decirse, emerge potencialmente como un territorio de avanzada para la transición a modelos de vida donde los humanos y la tierra puedan, finalmente, coexistir de formas mutuamente enriquecedoras. Para que esta hipótesis sea percibida de esta forma, sin embargo, es necesario que los líderes de la región y los expertos del estado y la academia se abran a la posibilidad de un verdadero y profundo diálogo de visiones de mundo, como algunos de las y los activistas, comunidades e intelectuales de la región lo han venido sugiriendo por más de dos décadas. Lo que podría surgir de dicho ejercicio es una visión del Pacífico como un territorio especial de vida capaz de imaginar nuevas formas de existir para la región, para el país, y para la humanidad en general.
Discutir “Visión Pacífico: Territorio Sostenible” en el contexto de crisis civilizatoria nos remite a un análisis fundamental de las categorías comprendidas en la pregunta: ¿Qué es una ‘visión’? ¿Qué es ‘el Pacífico’? ¿Qué es un ‘territorio’? Finalmente, ¿Qué es la ‘sustentabilidad’? Sin esta reflexión preliminar, estaremos automáticamente refrendando la visión dominante de la región, cual es la que llamaremos ‘liberal desarrollista’. No podemos dar por sentado los significados de estos términos si queremos abrirnos a la posibilidad de una imaginación de diseño para el Pacífico significativamente diferente a la existente.
Toda visión del mundo está basada en una serie de premisas implícitas, surge de historias particulares, y tiene implicaciones para los tipos de mundo que construyen. Pensando en el Pacífico, podemos distinguir cuatro cosmovisiones: 1) la cosmovisión liberal-desarrollista, la cual es la visión dominante, detentada por buena parte del estado, la academia y la élites de la región; 2) la cosmovisión neoliberal, que es una variedad extrema de la anterior; 3) visiones de izquierda modernizadoras y desarrollistas pero no capitalistas, tales como las que han predominado en países como Ecuador y Bolivia en tiempos recientes (está por verse si en el postconflicto surgirá una visión de izquierda diferente en Colombia, no-extractivista y más cercana a las comunidades y a la Tierra); y 4) la visión autonómica y comunal, articulada por un número de organizaciones étnico - territoriales de la región.
La visión desarrollista de las últimas seis décadas es el resultado de todo un complejo entramado civilizatorio que emergiera en Europa y cuya consolidación ha tomado varios cientos de años, especialmente con las llamadas revoluciones científica (siglo XVII) e industrial (siglo XVIII), la orientación cultural conocida como modernidad y la estructura económica del capitalismo. Sus principios fundamentales, proporcionados por la filosofía liberal, son la propiedad privada, el mercado auto-regulado, y el individual como los pilares de la sociedad, complementados por los ‘derechos del hombre’ (revolución francesa) como medio para defender la sociedad de los excesos del capitalismo, el mercado y el estado. La visión liberal se basa en el crecimiento económico y el ‘progreso’ como metas de la acción social. Hoy en día, esta historia local europea ha producido un diseño global, al cual llamamos ‘globalización’.
La cosmovisión moderna está fundamentada en una ontología (una forma de ver el mundo y de construirlo) de la separación. Por un lado, separa lo humano de lo no-humano (cultura de naturaleza); por el otro, divide los ‘civilizados’ (europeos, modernos, racionales) de los ‘no civilizados’ (primitivos, barbaros, subdesarrollados, no modernos). Estos binarios dan lugar a muchas otras divisiones (mente/cuerpo, razón/emoción, secular/sagrado, individuo/comunidad, material/espiritual, masculino/femenino, blanco/negro, indio, o ‘gente de color’, etc.) donde el segundo polo del binario es subordinado al primero (así, por ejemplo, las emociones y lo femenino son subordinados a lo racional y lo masculino). Por esto la modernidad construye un mundo que privilegia lo individual (versus lo comunal), lo material (versus lo espiritual), y lo moderno (versus lo tradicional).
El mundo moderno es un mundo profundamente antropocéntrico (centrado en el hombre), no biocéntrico (centrado en la tierra), como es el caso de muchos pueblos - territorio. Dicho de otra manera, el mundo que crearon los modernos nos está matando, y por eso podemos afirmar, antropológicamente, que ‘la tribu moderna’ está llamada a desaparecer, pues no ha sabido inventar formas de vida para co-existir con la tierra. Veamos por qué. Entre las consecuencias de la forma moderna de construir el mundo (claramente visibles en regiones como el Pacífico colombo - ecuatoriano y el Norte del Cauca), se encuentran las siguientes:
Más aun, podemos concluir que tanto en Colombia como en América Latina seguimos viviendo el diseño europeo de mundo de finales del S. XVIII: la llamada sociedad moderna, que al mismo tiempo es capitalista, racista y patriarcal, o el ‘sistema - mundo moderno/colonial’.
“Enfrentamos problemas modernos para los cuales no hay soluciones modernas” (Boaventura de Sousa Santos, sociólogo portugués). La modernidad, a pesar de sus alcances, ha producido miseria, desigualdad, y el cambio climático, y ya no tiene soluciones efectivas para estos. La ‘economía verde’ y los mercados de carbono podrán quizás disminuir la insustentabilidad planetaria pero no lo suficiente para evitar las catástrofes que se avecinan. La ‘economía verde’ y los mercados de carbono solo agravarán las catástrofes que se avecinan.
¿No tiene más sentido hoy pensar en revitalizar y re/crear tradiciones que insistir en implantar la modernidad en todo el planeta, por la fuerza si es necesario, como lo siguen haciendo no solo Estados Unidos sino prácticamente todos los gobiernos de América Latina?. No podemos construir el post-conflicto con las categorías que crearon el conflicto, tales como ‘progreso’, ‘desarrollo’, ‘competitividad’, ‘eficiencia’, megaproyectos, globalización de mercados, etc.
Durante su larga historia, las comunidades negras e indígenas del Pacífico han mantenido y re-elaborado cosmovisiones propias enraizadas en los territorios. Para estas comunidades, el territorio es el espacio colectivo para la existencia, un espacio vital que asegura la pervivencia como pueblo en profunda interdependencia con la naturaleza, lo humano y lo espiritual. La noción del Pacífico como Territorio-Región de grupos étnicos diversos surgió a mediados de la década de los 90s al calor de las luchas por el territorio, la conservación, y la afirmación de la identidad cultural. De la lucha contra la desterritorialización y desplazamientos físicos y mentales surge toda una defensa de lo comunal y territorial que da originen a visiones autonómicas, con frecuencia articuladas por las organizaciones étnico-territoriales. Uno de los más claros ejemplos del pensamiento autonómico - territorial que surge de estas luchas se dio con ocasión de la marcha de mujeres de la comunidad Afrodescendiente de La Toma en el Norte del Cauca hacia Bogotá (noviembre 17-27 del 2014) para visibilizar su lucha contra la minería ilegal en su territorio, ya mencionada en otros capítulos. Como uno de los comunicados de la marcha enunciara: Las mujeres afrodescendientes del Norte del Cauca entendemos el valor ancestral de nuestros territorios. Nuestros ancestros nos enseñaron que debemos garantizar a nuestros renacientes la permanencia en el territorio ancestral… El territorio es la vida y la vida no se vende, se ama y se defiende.
El territorio constituye el espacio vital que asegura la pervivencia como pueblo, como cultura en convivencia con la naturaleza y los espíritus. Pero hay que ser claros en que ninguna de estas nociones implica una concepción estática del territorio o la comunidad. Es importante resaltar que el apelar a la ancestralidad como principio no tiene nada que ver con “querer permanecer en el pasado”. Por el contrario, aunque la defensa del territorio para los renacientes se concibe en términos del mandato ancestral, se orienta hacia el futuro. El territorio es sujeto de ‘cuidado’, no objeto del desarrollo. Lo que se cuida es todo un mundo, es decir, una manera de crear y vivir la vida: una manera de ‘mundificar’ la vida, de hacerla mundo comunal.
Es a toda esta densa red de interrelaciones y materialidad a la que llamamos cosmovisión (u ‘ontología’) relacional. Una cosmovisión relacional puede definirse como aquella en que nada (ni los humanos ni los no - humanos) preexiste las relaciones que lo constituye. Todo existe porque todo lo demás existe. Todo inter - existe. La única ética posible es una ética del cuidado: más que ‘desarrollo’, lo que se impone son estrategias de cuidado de los entramados de humanos y no - humanos que conforman los mundos locales. Algunos grupos llaman a estas estrategias, el vivir bien o buen vivir.[3]
La expansión de la palma aceitera, la caña de azúcar, las camaroneras industriales, los megaproyectos, la minería a gran escala y la coca son todas estrategias que, al negar la cosmovisión de la inter - existencia, acaban con los mundos locales. El caso clásico en el Pacífico sur ha sido la palma, que, desde comienzos de los años 80, comenzó a ocupar los territorios y a desplazar a la población local, a veces con la ayuda de la violencia paramilitar. Podemos decir sin peligro a exagerar que la globalización neo - liberal es una guerra contra los mundos relacionales, contra todo lo colectivo. En el Pacífico, la exacerbación del extractivismo supone prácticas racializadas de despojo; son los mundos no - blancos (negros e indígenas) los que están siendo destruidos.[4]
Es necesario hacer una mención especial del papel de la violencia contra la mujer en las estrategias de acumulación de capital, desarrollo, y ocupación ontológica de los territorios de la región. Este es un problema no solo endémico, sino que se agrava. La violencia contra las mujeres, insisto, es una estrategia de desterritorialización y de descomunalidad (palabra que no existe), de fragmentación, ruptura, disolución de todo eso comunitario que es obstáculo al avance capitalista. El asesinato de [las mujeres] ha roto, o fortalecido la ruptura, de la comunidad, ha creado sentimientos de odio y venganza entre gente de un mismo pueblo que ya nunca podrán mirarse como hermanos”. En un ambiente de violencia e impunidad, todo asesinato cometido contra una mujer fortalece las masculinidades hegemónicas. (Lozano 2014).[5]
Es importante aclarar por qué la cosmo/visión liberal modernizadora no logrará crear las condiciones para un Pacífico genuinamente sostenible, si por sostenibilidad entendemos no la pervivencia del modelo económico convencional sino de la pluralidad de mundos que lo habitan. La cosmovisión desarrollista solo ocasionará, en el mejor de los casos, una reducción de la insostenibilidad, pero no podrá detener la devastación en curso. Esta es la lección que aprendemos de todos los planes que se han sucedido unos a otros en el Pacífico, desde Pladeicop (1980s) y Plan Pacífico (1990s) al Plan Maestro Buenaventura 2050 y al Plan Todos Somos Pazcífico de la segunda administración Santos. Hoy en día, ni la ‘economía verde’, ni los mercados de carbono, ni los megaproyectos obtendrán resultados diferentes. Solo perpetuán la insostenibilidad estructural.
De este breve análisis podemos lanzar dos ‘anti-fórmulas’ provocadoras. Primero, que al Pacífico no lo está acabando ‘la falta de desarrollo’, como generalmente se aduce sin cuestionamiento alguno, sino su exceso, o al menos los excesos de cierto tipo de desarrollo. Segundo, y en consecuencia, ¡que es la visión desarrollista la verdaderamente anacrónica y romántica, y no la visión comunal de las organizaciones étnico-territoriales, como generalmente se piensa![6].
Miremos ahora de qué forma la cosmo/visión autonómica-territorial proporciona elementos válidos para la transición hacia Otro Pacífico Posible. Desde la perspectiva de esta visión, hay un gran principio para la sostenibilidad: la restauración de las condiciones para la autocreación continua de la vida, lo cual requiere a su vez recuperar, re/construir y revitalizar el territorio para la re/producción de la vida, frente a la avalancha de violencia y destrucción causada por el conflicto, la modernización y el ‘desarrollo’. Este principio, a su vez, se apoya en dos tipos de estrategia interrelacionados: estrategias genuinamente interculturales, es decir, que posibiliten una transición hacia un mundo donde quepan muchos mundos y segundo, estrategias para la realización del modo comunal de vida, fundamentada en la ancestralidad pero orientadas hacia el futuro de las comunidades en autonomía y libertad.
Es de aclarar además que estos conceptos de las organizaciones étnico-territoriales están sustentados en múltiples instrumentos legales del derecho nacional e internacional que defienden el derecho al desarrollo de acuerdo a las cosmovisiones y a las aspiraciones propias, comenzando por la Convención 169 de la OIT. [7]
Crear las condiciones para la autocreación continua de la vida requiere, en regiones multidiversas como el Pacífico, de un nuevo ‘diálogo de visiones’. El primer paso sería la creación de un equipo y un espacio de diseño colaborativo con múltiples actores, incluyendo al menos los siguientes: organizaciones étnico-territoriales, autoridades tradicionales y consejos comunitarios; grupos de mujeres y jóvenes en los ríos y en las ciudades; academia, intelectuales, y artistas; ONG; medios de comunicación; y estado.
La primera tarea de este grupo consistiría en crear un imaginario de región diferente de la narrativa prevalente basada en megaproyectos, crecimiento, consumo, comercio, ‘productividad’, desarrollo, etc. Dicho imaginario apuntaría a una visión del Pacífico como bio-región pluriversal, es decir, habitada por muchos mundos diversos, constituidos por entramados relacionales de humanos y no-humanos, y deben ser pensados desde el principio de otra productividad: una productividad para la vida, fundamentada en el respeto por la integridad de los territorios colectivos y la biodiversidad. En cuanto a la economía y los planes de inversión se refiere (incluyendo aquellos del sector privado), deberán estar subordinados a estos principios. Las estrategias económicas y de infraestructura, de esta forma, deberán estar al servicio de las comunidades y del buen vivir. Esta sería la base para los acuerdos ambientales.
Dentro de esta estrategia de co-diseño para las transiciones, los conocimientos de las comunidades y las organizaciones étnico-territoriales surgen como ingredientes esenciales para las deliberaciones y para el diseño de políticas concretas, que estén en sintonía con la tierra; una visión relacional del tejido de la vida; una estrategia política de avanzada, centrada en la relación entre territorio, autonomía, dignidad y defensa de la vida; una aguda conciencia de la coyuntura planetaria y de la opción por las transiciones civilizatorias; y una utopía realista para la re/construcción de los entramados de mundos hacia un mundo donde quepan muchos mundos. Con base en estos conocimientos, la estrategia autonómica-comunal para el co-diseño hacia Otro Pacífico Posible se podría definir de la siguiente manera. Esta estrategia:
Adoptar una perspectiva comunal, de esta manera, sugiere un vuelco significativo en el pensamiento y políticas de desarrollo para el Pacífico. Algunas organizaciones están dando forma a esta posibilidad histórica con el imaginario de Otro Pazcífico Posible.[8] Esta formulación no es sino otra manera de nombrar el concepto que surgiera de algunas organizaciones étnico-territoriales de la región en la década de los 90: El Pacífico como territorio de vida, alegría, esperanza y libertad.
Ante la profunda crisis que vive la región, el país, y el planeta mismo solamente una perspectiva de transición a un modelo no desarrollista puede ayudarnos a considerar que lo impensable se convierta en pensable, lo pensable en alternativa creíble a lo que existe, y lo creíble en realizable.
Aún en medio de la debacle causada por el modelo del crecimiento y la modernización regionales, no es impensable un co-diseño para la transición de esta hermosa y especial región. Podemos re-imaginárnosla, por ejemplo, como una región genuinamente inter-cultural y pluriversal de productores agrícolas, silvícolas y pescadores pequeños y medianos; de comunidades autónomas transformado creativamente los mundos de los ríos, sin perder su relacionalidad profunda, en el encuentro con las tecnologías y medios digitales, las cultural juveniles planetarizadas, la música y las artes, y haciendo eco de las resistencias e ideas de otros pueblos en proceso de reinvención desde sus tradiciones; una red descentralizada y funcional de pequeños poblados en los ríos y ciudades pequeñas e intermedias en las zonas costeras, de economías mixtas orientadas hacia el buen vivir surtidas por energías renovables y modos de transporte adecuados al medio; la restauración paulatina de paisajes y ecosistemas, del mundo - manglar, el mundo - río y el mundo - bosque tropical (y por tanto de la biodiversidad); la apropiación efectiva de los territorios por las comunidades con la certeza de que allí estarán, siempre, para sus renacientes, en toda su plenitud, belleza y vitalidad.
Por último, una aclaración breve sobre un tema sin duda importante. Se cuestionará este texto por enfocarse solamente en dos visiones principales, dejando de lado otras concepciones del Pacífico y muchas otras expresiones y voces del cada vez más amplio y articulado sector intelectual afrocolombiano. Esta crítica sería acertada. Sin embargo, mi desafío a estas otras concepciones -al menos aquellas que quieran diferenciarse seriamente de los marcos neoliberales y liberal - desarrollistas afrocolombianos- es demostrar en qué medida van más allá de estos. Me temo que en la mayoría de los casos, la respuesta es que aún funcionan dentro de las premisas básicas de la economía capitalista y la cosmovisión moderna-liberal. A este respecto, me parece útil traer a colación la importante obra sobre la cosmovisión y filosofía Africana del Muntu del filósofo camerunés Fabien Eboussi Boulaga. En su opinión (Eboussi Boulaga 2104: 167):
“La eliminación de la herencia colonial no ocurrirá mientras que el conocimiento continúe jugando el mismo papel que en el pasado. … La forma en que nuestras sociedades se relacionan con el conocimiento no ha cambiado. …. Ser “educado” quería decir escalar posiciones para estar más cerca del amo blanco. .... Su instrumentalidad se agotó en su función simbólica para la integración social. Adquirir los conocimientos se convirtió en un rito necesario para poder acceder al disfrute de la buena vida. Es a partir de estos conocimientos que las elites contemporáneas derivan su legitimidad y privilegios, sin ninguna prueba en la práctica o evidencia en obras, dada su proximidad al amo, como la consagración necesaria para reemplazar al amo, de hablar y actuar en el lugar de ellos.”[9]
A toda propuesta afrocolombiana hoy en día sobre el Pacífico podría preguntársele, en el espíritu del intelectual camerunés, ¿en qué medida se aleja de la cosmovisión capitalista de la vida? ¿Logra ir más allá de la política liberal definida en términos de ‘progreso’, ‘las oportunidades individuales’ a partir de programas de educación convencionales, y el criterio de ‘éxito’ en términos de mercado y ascenso económico? ¿No se queda aquello de ‘salir adelante’ atrapado en el lenguaje liberal del self improvement, de concepciones de empoderamiento y emprendedurismo ajustadas al sistema y que responden a una visión des-comunalizada de la vida? ¿De qué ‘formación de líderes’ estamos hablando? ¿Y líderes para qué? ¿Al propender por la formación de una elite educada que pudiera dirigir los asuntos de la región a mejor puerto, no han aceptado ya el distanciamiento de dicha elite de la comunidad y el pueblo?
La siguiente “lista de mercado con el ánimo de contribuir a la comprensión de nuestra realidad, a la sostenibilidad del Territorio Región del Pacífico, como un patrimonio de todos y todas” fue presentada por Carlos Rosero, del proceso de comunidades negras (PCN), en el Foro. La reproduzco aquí pues, además de increíblemente clara y elocuente, me parece que es completamente consistente con lo que he denominado diálogo de visiones.
Este ensayo corresponde al capítulo siete de la colección de ensayos "Otro posible es posible: Caminando hacia las transiciones desde Abya Yala/Afro/Latino-América" de Arturo Escobar; septiembre 1 de 2017. Con la autorización de Arturo Escobar se realizó la edición de este capítulo siete a efectos de ser socializada en la Revista Semillas.
Autor: Arturo Escobar. Antropólogo colombiano y profesor de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill cuyas áreas de interés son la ecología política, la antropología del desarrollo y movimientos sociales.
Calle 28A No. 15-31 Oficina 302 Bogotá Teléfono: (57)(1) 7035387 Bogotá, Colombia. semillas@semillas.org.co
Sitio web desarrollado por Colnodo bajo autorización del Grupo Semillas
MAPA DEL SITIO | CONTACTENOS