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Plantas medicinales, biodiversidad y comunidades locales

Carlos A. Vicente, Argentina, Enero 14 de 2003, Este artículo ha sido consultado 26019 veces

Durante miles de años, casi tantos como llevamos en pie sobre la tierra, los seres humanos utilizamos los recursos naturales de nuestro entorno para cuidar nuestra salud. Y las plantas medicinales han sido, quizás, el principal testigo y producto de esta interacción que tantos beneficios ha reportado a la humanidad y tantos aún tiene por darnos. Sin embargo los avances de un modelo de agricultura y de cuidado de la salud tecnificados, industrializados y mercantilizados están amenazando seriamente ese patrimonio y en apenas 50 años hemos visto cómo detrás de la desaparición de ambientes naturales y culturas locales se han marchado para siempre conocimientos y recursos en todos los rincones del planeta.

En los últimos 30 años se inició una toma de conciencia que, junto al esfuerzo de comunidades locales por rescatar y defender sus recursos, ha llevado a que en todo el mundo se iniciaran actividades para proteger las plantas medicinales y para permitir que se continuaran usando como uno de los principales recursos para la salud.

En este artículo intentaremos brindar un panorama general de las potencialidades, problemas y perspectivas de las plantas medicinales en la actualidad como un marco para las experiencias que compartiremos a lo largo de este dossier.

 

Otro paradigma de salud

En la actualidad, de la mano de la “onda verde” y la búsqueda de alternativas para el cuidado de la salud, las plantas medicinales han recuperado un lugar en los grandes centros urbanos y son vistas por amplios sectores como una buena “alternativa” a los medicamentos convencionales. Sin embargo la utilización tradicional de las plantas medicinales por los pueblos indígenas y comunidades locales siempre se enmarcó en un sistema mucho más complejo de cuidado de la salud que implica prácticas culturales, alimenticias, religiosas y mágicas y al que está indisolublemente ligado .

Estas prácticas, que no se pueden caracterizar de una sola manera ni como un único sistema de conocimientos ya que poseen la misma diversidad que los distintos pueblos que la han generado, poseen indudablemente una integralidad dentro de la cual las plantas medicinales son sólo una parte. Una parte muy importante, pero nada más que una parte al fin.

Esta perspectiva no debe perderse por dos motivos:

Intentar sacar de ese contexto a las plantas medicinales y convertirlas en simples “medicamentos” puede resultar en un fracaso ya que la eficacia de las mismas se da en el marco de la cultura y realidad local. Esta es una de las razones del fracaso de las grandes multinacionales de los medicamentos en la búsqueda de nuevas drogas a través de la biopiratería, que en los últimos 10 años no han logrado obtener prácticamente ningún medicamento relevante por esta vía.

Todo trabajo con comunidades locales debe reconocer este contexto y apoyarse en él para poder aspirar a un verdadero éxito en su propósito.

El fundamento de estos variados y ricos sistemas de conocimiento nace en que los seres humanos hemos ido desarrollando nuestras culturas sobre la tierra en una profunda integración con la naturaleza, que ha dado como uno de sus principales frutos los conocimientos sobre las plantas medicinales.

Esta integración es la que ha permitido el desarrollo de una visión holística que hoy necesitamos urgentemente rescatar para poder retomar un desarrollo social y ambientalmente sustentable. Parte de esta visión resulta también de la integración del cuidado de la salud con prácticas religiosas milenarias sobre las que se han asentado relaciones y formas de cuidar la salud y manejar el medio ambiente.

Finalmente, también es muy importante tener en cuenta la propia integralidad de las plantas medicinales como seres vivos y complejo biológico que va mucho más allá de los simples “principios activos” que buscan los bioprospectores y que también resulta fundamental para lograr una acción de las plantas en nuestro organismo. Este concepto siempre ha si- do tenido en cuenta en las prácticas tradicionales y junto a los complejos métodos de preparación desarrollados por las comunidades, ha venido a completar este fascinante universo de las plantas y su aplicación por las personas para el cuidado de la salud.

 

La generación de conocimientos: Un puente tendido hacia la naturaleza

El actual paradigma relativo a la salud-enfermedad forma parte del paradigma de la “modernidad” y comparte sus características en cuanto al positivismo, la visión fragmentada y el mecanicismo con el que se conciben las relaciones al interior de la sociedad, entre ella y la naturaleza y dentro mismo de cada ser humano. Sobre esta base nuestro organismo es considerado una “máquina” y los distintos tipos de medicamentos son las herramientas con que corregimos los desperfectos y ponemos a los ciudadanos nuevamente a disposición del mercado del trabajo.

Desde ese punto de vista la bioprospección busca encontrar nuevos remedios que actúen en alguna parte del organismo para corregir los desperfectos y al mismo tiempo (y este es el punto más importante) permitan la elaboración de un medicamento comercial que le permita a los laboratorios continuar incrementando sus ganancias. Sin embargo esta no es la base sobre la que se ha construido el conocimiento de las plantas medicinales.

Los vínculos e interacciones de los seres humanos con la naturaleza tienen una complejidad y profundidad que hoy, quienes nos hemos formado dentro de la cultura occidental difícilmente podemos comprender o aprehender. Lo fundamental en el presente es tomar conciencia de que la generación de conocimientos es un proceso complejo que jamás puede haber ocurrido por el sistema de ensayo y error que hasta hoy la ciencia moderna ha adjudicado al descubrimiento de las plantas medicinales por las culturas tradicionales.

Las múltiples interacciones que las culturas establecen con su entorno quizás no encuentren una explicación racional que “justifique” la adquisición de conocimientos; pero indudablemente allí se ponen en juego un sinnúmero de “sentidos”, percepciones, intuiciones, vivencias, canales o como queramos llamarlos, que nos han permitido “conocer” mucho más de lo que la “ciencia moderna” ha brindado hasta el presente. Y sin duda este modo de aprender guarda una profunda sabiduría que ha mantenido un equilibrio con la naturaleza que todos los avances de la modernidad están muy lejos de tener.

Por otra parte, quizás, debamos preguntarnos por qué necesitamos encontrarle explicaciones racionales a todo cuanto ocurre y no podemos aceptar el misterio que rodea a la mayor parte de los fenómenos de la vida y simplemente aceptarlos tal como son. De hecho y a pesar de los grandes avances logrados durante el Siglo XX las preguntas básicas sobre la vida siguen siendo las mismas que los seres humanos eternamente nos hemos planteado.

Esta forma de adquirir los conocimientos se desarrolla conjuntamente con los mecanismos de transmisión del conocimiento que también difieren profundamente con los caminos elegidos por la cultura occidental para educar y formar a las nuevas generaciones. La base fundamental de la educación en todas las culturas tradicionales es la moralidad y la experimentación y comprende prácticas y rituales diversos que como ya planteamos anteriormente no pueden ser leídos o interpretados bajo una misma lectura.

 

Biodiversidad y plantas medicinales: Hermanas inseparables

La visión predominante en la actualidad en cuanto al replanteo del desarrollo se enfoca en la búsqueda de por fuera de la naturaleza y que propone una dominación “controlada” del medio ambiente que permita la continuidad de la explotación por futuras generaciones.

Sin embargo en las últimas décadas viene cobrando fuerza la búsqueda de un nuevo paradigma, que se centra en que somos parte inseparable de nuestro ambiente y que por lo tanto nuestra subsistencia la debemos plantear en términos de cooperación con él y no en términos de dominación. Este nuevo paradigma que podríamos llamar eco sistémico tiene mucho que aprender del proceso a través del que se ha construido el conocimiento y los diversos saberes sobre las plantas medicinales.

Y quizás el primer hecho a comprender es que las personas no solo hemos sido custodios de la biodiversidad a lo largo de nuestra historia, sino que siempre hemos sido generadores de la misma en el vínculo con nuestro entorno. Tanto con las plantas medicinales como con las semillas; la crianza, adaptación, experimentación, multiplicación y traslado de plantas, y animales ha generado una impresionante diversidad biológica que es la que nos permite en el presente subsistir.

Hasta los más altos Foros Internacionales han reconocido esta realidad en sus declaraciones y han manifestado la necesidad de medidas urgentes en defensa de esta diversidad. Por citar solo un ejemplo:

El Plan de Acción Mundial de la FAO (Organización Internacional para la Alimentación y la Agricultura) para la Conservación y Utilización Sostenible de los Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura (1) plantea en la Declaración de Liepzig que “Los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura son el producto de la evolución natural y de la intervención humana. Reconocemos la función desempeñada por generaciones de campesinos y campesinas y de fitomejoradores, así como por las comunidades indígenas y locales, en la conservación y mejoramiento de los recursos filogenéticos.”

Los ecosistemas que hemos integrado los humanos en la distintas regiones del planeta que habitamos han mantenido un equilibrio dinámico en el que plantas, animales, microorganismos y personas hemos evolucionado de la mano. Sin embargo los últimos dos siglos muestran como hemos roto ese equilibrio y lo hemos convertido en la forma dominante a lo largo de todo el globo terráqueo. Obviamente el mismo esquema de dominación que inicialmente la sociedad occidental planteó hacia la naturaleza es el que esa misma cultura ha empleado para pasar por sobre cientos de culturas diversas descalificándolas, marginándolas y destruyéndolas.

Realmente la única opción que tenemos en la actualidad es replantear nuestras relaciones con el entorno para lograr una coexistencia a través de la cooperación con la naturaleza. Y sin duda las plantas medicinales son excelentes maestras para ayudarnos a recorrer ese camino ya que siempre han estado a nuestro lado en ese recorrido.

 

Las amenazas

“La principal causa contemporánea de pérdida de diversidad genética ha sido la generalización de la agricultura comercial moderna. La consecuencia.... de la introducción de nuevas variedades de cultivos ha sido la sustitución de y la pérdida de variedades de los agricultores con una diversidad elevada” (1)

Esta breve sentencia, emitida nada menos que por la FAO, clarifica la principal amenaza que enfrentan nuestras plantas y la diversidad de conocimientos asociadas a ellas. La lista es larga pero evidencia que el avance de la frontera agrícola, la destrucción de los sistemas locales de vida, la masiva migración a los grandes centros urbanos y la desvalorización de los conocimientos tradicionales están íntimamente ligados al avance de la “agricultura comercial moderna”.

Al mismo tiempo la “modernización” de la atención de la salud también ha tenido graves consecuencias para el uso popular de las plantas medicinales. El modelo impuesto, accesible solo para unos pocos, significa la entronificación de un modelo médico hegemónico que ha luchado denodadamente por hacer desaparecer toda forma de cuidado de la salud que no estuviera controlada por el poder médico y alimentara al mismo tiempo a las grandes multinacionales farmacéuticas. Por supuesto que las plantas medicinales y las culturas que las han generado, han sido víctimas preferenciales de estos ataques.

Finalmente, en los últimos años se ha sumado una nueva amenaza, también parte de la mercantilización de la naturaleza, que es la apropiación de las plantas medicinales por las grandes corporaciones transnacionales a través de la biopiratería y el patentamiento de las plantas y los conocimientos asociados a ellos. O sea que aquellos mismos que buscan decididamente que los pueblos abandonen sus prácticas tradicionales se han lanzado a apropiarse del producto de este saber. Cómplices de este robo son los gobiernos y los Organismos Internacionales que han facilitado a través de sus políticas y reglamentaciones este nuevo atropello.

Sin embargo los pueblos no se han resignado a dejarse avasallar y en cada rincón del planeta donde se llevan adelante las luchas contra la mal llamada “globalización” las plantas medicinales están siendo reinvidicadas de una forma u otra.

 

Rescate de plantas medicinales: La comunidad movilizada

Sea como parte de una estrategia de supervivencia, sea como parte de la resistencia o como parte de las luchas de la sociedad civil, las plantas medicinales han cobrado en los últimos años una relevancia enorme y han renacido en la valoración y el trabajo comunitario de una manera impresionante. Para comenzar es muy importante recordar que las plantas medicinales siempre han estado vigentes en las comunidades como herramienta para el cuidado de la salud y tal como la Organización Mundial de la Salud (2) lo reconoce, en la actualidad más del 80 % de la población de la tierra sigue utilizando la medicina tradicional como principal recurso para el cuidado de la salud y dentro de la medicina tradicional las plantas son el principal elemento empleado.

Ya en los años 80 surgieron llamados de atención desde distintos sectores de la comunidad internacional llamando a revalorizar y proteger las plantas medicinales. La Declaración de Chiang Mai emitida por la Organización Mundial de la Salud, La Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza y el Fondo Mundial para el Medio Ambiente es el principal antecedente internacional en este sentido (3). Allí planteaba bajo el título “Salvar las plantas que salvan vidas” que existía”la urgente necesidad de la Cooperación Internacional y la Coordinación para establecer programas para la conservación de plantas medicinales que aseguren la disponibilidad de cantidades adecuadas de las mismas para las generaciones futuras”.

Pero lo realmente impresionante de lo que ha ocurrido en la última década es que las comunidades se han reapropiado de este recurso integrándolo a sus diferentes reivindicaciones de autonomía, territorio, derechos, cultura e identidad y de esta manera las plantas medicinales han pasado a ocupar un lugar importante en las distintas luchas de los pueblos.

Más allá de las diferentes estrategias utilizadas para el rescate: defensa de la biodiversidad, revalorización de conocimientos, atención primaria de la salud, organización de la comunidad, movilización de las mujeres, revalorización cultural, etc.; lo fundamental es que todos los actores involucrados en estos procesos tengan presente las diferentes dimensiones que tiene la aplicación de las plantas medicinales y que se respete siempre la complejidad y dinámica de su utilización dentro de la particularidad de cada comunidad.

De esta forma el potencial que las plantas medicinales ya han demostrado puede desarrollarse plenamente para superar su uso para la subsistencia y formar parte de un camino de liberación.

 

Citas:

(1) Informe sobre el Estado de los Recursos Fitogenéticos en el Mundo, FAO, 1996

(2) OMS

Declaración de Chiang Mai

*GRAIN (Acción Internacional por los Recursos Genéticos),
C.e.: carlos@grain.org

Publicado en Enero 14 de 2003| Compartir
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