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Contexto

¿La agricultura orgánica una acción de resistencia o un mecanismo más de sometimiento?

Angela María Gómez, Colombia, Julio 01 de 2004, Este artículo ha sido consultado 12303 veces

La caficultura peruana, al igual que la boliviana y la colombiana, se han establecido principalmente en las áreas ecológicas que comprenden la selva alta o bosque premontano húmedo, ambientes propicios para obtener café de calidad. Desde mediados del siglo pasado, en Colombia, diversos grupos de inmigran­tes y colonos se establecieron en estas áreas y se dedicaron a actividades agropecuarias desarrollando el cultivo del café. Las plantaciones que se establecieron al comienzo siguieron la modalidad denominada cafetal bajo monte ra­leado, aprovechando la sombra de especies arbóreas nativas del bosque primario. Luego, estos árboles de sombra fueron remplazados en su mayoría por especies arbóreas de la familia de las leguminosas. En uno u otro caso tan sólo hubo cierta adaptación del sistema de producción al medio ambiente natural.

A partir de los años sesenta, la adopción de nuevas tecnologías basadas en la revolución verde, se orientaron al desarrollo de la caficultura intensiva a partir del uso de agroquímicos y la eliminación del sombrío del cafetal, transformando en monocultivos los cafetales cuyo sustento era la diversidad, exponiendo bajo esta modalidad extensas áreas de producción, a procesos acelerados de erosión. El deterioro de los suelos y la destrucción progresiva de los ecosistemas originales abrieron paso a procesos de esterilidad de los suelos, deterioro de bosques, disminución de componentes productivos asociados al cultivo del café, como por ejemplo el asocio de cultivos básicos para la alimentación y la extinción de variedades locales.

Frente a este proceso de degradación, orientado al agotamiento de los recursos naturales, se presenta como una opción frente a la caficultura intensiva altamente productiva y a la caficultura tradicional, considerada de baja productividad, la caficultura ecoló­gica-orgánica; adoptando como principios para su desarrollo la conservación y restablecimiento de los recursos naturales, con la tendencia de alcanzar niveles de producción económica y ecoló­gica­mente sosteni­bles1.

La caficultura orgánica-ecológica, con el desarrollo de los mercados orgánicos y el pago de sobreprecios a la producción limpia en los mercados internacionales, empieza a cobrar mayor significación porque infortunada­men­te, a partir de la creciente demanda de estos mercados, la concepción de producir de manera equilibrada buscando concordancia entre los sistemas tradicionales de manejo y las prácticas de manejo ecoló­gicas-sostenibles, comienza a incidir en la generación de nuevas tendencias y el desarrollo de contradicciones para orientar la promoción e imple­mentación de una caficultura orgánica-ecológica. Al interior de las organizaciones los procesos para desarrollar sistemas de producción con enfoque agroecológico, teniendo en cuenta elementos productivos, socioculturales y económicos, pierden peso y significancia cuando se comienza a hacer mayor énfasis en las ventajas económicas representadas en el pago del sobreprecio. ¿Somos ecológicos para producir?, ¿Somos eco­lógicos en la construcción de posiciones políticas y de formas de relación con el entorno?, pero ¿somos convencionales en el juego cuando entramos a las tramas del mercado?

A esta situación se suma la ya prolongada crisis por la que atraviesa la caficultura nacional, donde en pesos reales el valor de la cosecha nacional se redujo en los años 2002-2003 en un 52% en comparación con el año de 1990. Esto obedece a que el precio interno de una carga de café apenas daba para pagar la mitad de los jornales que se pagaban hace 13 años, al igual que para la compra de los fertilizantes para esa misma fecha. Adicionalmente esta situación también se explica por la gran baja de la producción del país, la cual se refleja en que Vietnam desplazó a Colombia como el segundo productor mundial de café. Esta profunda crisis ha generado un empobrecimiento de las zonas rurales cafeteras, que ha superado el promedio nacional; según el Programa Crece, en el llamado “eje cafetero” el PIB por habitante cayó en un trece por ciento, frente al dos por ciento en que se redujo en el país2. En el transcurso del año 2003 el precio por arroba de café no fue superior a $32.000 y el valor del subsidio por arroba no fue superior a $1.000-$1.300.

Si la promoción y desarrollo de la caficultura orgánica-ecológica estaba centrada en la presentación de una opción frente a los procesos de degradación generados por una caficultura intensiva y altamente productiva, pero agenciadora del deterioro de los recursos naturales; entonces aspectos como el pago del sobreprecio en los mercados internacionales, la creciente demanda por una producción limpia, la actual crisis en los precios del café y la industria en que empieza a convertirse la agricultura orgánica, parece ser lo que en muchos contextos ha cobrado sentido para promover la caficultura orgánica-ecológica.

Si en el futuro toda la matriz de la agricultura que promueve el Estado y la industria va a ser la biotec­nología, todos querrán hacer agricultura orgánica para exportación, entonces la preocupación por la vida y el desarrollo de una agricultura orientada a su defensa y conservación, podrían dejar de ser el centro de preocupación y su eje directriz. En muchas de las fincas de los pequeños productores donde hoy se esta produciendo café orgánico para exportación, las familias campesinas están consumiendo el café de menor precio y calidad que se oferta en el país y que para el caso de este articulo no es posible dar cuenta de la marca; lo más preocupante es que muchos caficultores orgánicos no consumen el café orgánico limpio y saludable que producen “porque este es el café para exportación por el que pagan sobreprecio los consumidores de los países desarrollados”.

Mientras esto sucede en muchas de las zonas donde hoy se está exportando café orgánico y en otras donde los pequeños productores se encuentran en proceso de “transición”, inspectores internos y certificadoras dan la orden y ponen plazos de cercar el rededor y/o los linderos de las fincas como mecanismos de protección a la no contaminación de los cultivos y los productores mecánicamente dan cumplimiento a la orden emitida porque si no lo hacen no serán certificados y en el peor de los casos se demorarán para vender su café.

Las fincas de las familias productoras se convierten en fichas y códigos, igualmente los planes de manejo ecológico y/o conversión, se reducen a las tareas que se deben realizar para dar cumplimiento a las normas para la producción y certificación orgánica implementadas por los organismos de certificación que: tienen que ser organismos independientes y reconocidos internacionalmente en países como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, quienes se definen como los más avanzados en la reglamentación de la producción ecológica y quienes han establecido los mecanismos y requisitos de certificación. El apoyo al desarrollo de sistemas de producción sostenible a partir de una producción ecológica en pro de los productores, presenta en este contexto una gran disparidad de criterios y propuestas, donde surge la pregunta: ¿Sustentable desde autonomía-identidad-seguridad? o ¿Sustentable desde la productividad y lo económico?

Son los organismos de certificación quienes velan por el cumplimiento de los componentes de manejo ecológico de la caficultura orgánica y quienes garantizan el carácter ecológico/orgánico del producto; pero en estos organismos obviamente no participan ni están representados los grupos de productores, ni sus organizaciones. El cumplimiento de la norma se traduce en el requisito para la certificación, la certificación en el requisito para la comercialización, el sobreprecio es el “premio” por la norma cumplida, es decir por el manejo orgánico a cambio de insumos contaminantes; pero entonces la pregunta es ¿Cuántas grandes extensiones de café hoy son certificadas como orgánicas manteniendo la misma estructura de monocultivo y producción extensiva e intensiva? Adicionalmente, cabe entonces preguntarnos si en el marco de estas relaciones ¿Es el campesino-campesina sujeto o simplemente no ha dejado de ser el objeto para el desarrollo de la agricultura como industria? y también si ¿la agricultura orgánica y el desarrollo sustentable son una oportunidad para generar transformaciones, asumir posiciones y concepciones de carácter político o si es simplemente un nuevo mercado para consumir? Y por último, si ¿la caficultura y/o la producción orgánica-ecológica se sustenta en principios o simplemente reúne un conjunto de tecnologías e insumos para ofertar-vender y normatizar?

 

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1 Guía para la caficultura ecológica. 2001. Beatriz Fischerworring, 3a edición.

2 Continúa la crisis cafetera. 2004. Jorge Enrique Robledo. Boletín marzo.

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Informes: Angela María Gómez -Asproinca, Tel (+6)8590761, angiegome@hotmail.com

Publicado en Julio 01 de 2004| Compartir
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