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Cuando se habla de maíz establecemos un vínculo con una variada gama de productos, alimentos, prácticas o tradiciones que hemos visto, vivido y conocido desde que tenemos sentido común, por lo menos quienes pertenecemos a países latinoamericanos. El hecho de que la gran mayoría de países latinos identifiquemos al maíz como uno de los alimentos por excelencia de nuestra mesa, se debe a que hemos cultivado maíz por miles de años y hemos desarrollado una fuerte identidad ligada a él. A lo largo de América (especialmente en el centro y en el sur) el cultivo de maíz se ha expandido a tal punto que se han desarrollado variedades propias y autóctonas en cada país en el tiempo y en el espacio. Hecho que nos podría llevar a concluir que el maíz es una especie nativa en nuestros países.
La planta de maíz se deriva del teocintle (Zea mays spp mexicana) que crece de manera silvestre en Mesoamérica. Existen estudios en México en los que estas pequeñas mazorcas, encontradas en cuevas de la región árida de Tehuacán, fueron fechadas, por análisis de carbono radioactivo, alrededor de 5000 años a.C. En la época precolombina el maíz se introdujo en Sudamérica, donde también tuvo un amplio proceso de domesticación. Como resultado, el maíz es una especie que presenta varios centros de diversificación que va desde México hasta Suramérica (Greenpeace, 2000).
El cultivo del maíz actualmente está muy difundido por todo el mundo y en especial en Estados Unidos (InfoAgro, 2004). Este es uno de los cultivos más comerciales, dada la diversidad de usos que presenta, como consumo doméstico para la alimentación humana y animal, como materia prima de bajo costo para la fabricación de más de 3.500 productos y para las aplicaciones industriales como el jarabe de maíz con alto contenido de fructosa, que ha sustituido al azúcar como edulcorante en las bebidas carbonatadas.
El etanol y el almidón derivados del maíz son muy utilizados en las industrias papeleras y textiles y también para la producción de aceites (GRAIN, 1996).
Dadas las múltiples aplicaciones que ha tenido el maíz y por ende, el éxito económico como producto industrial, se ha convertido en el segundo cultivo más apetecido por las multinacionales productoras de transgénicos para ser modificado, patentado y comercializado. Es así como para el año 2003, el maíz se constituyó en el segundo cultivo transgénico más importante en términos de área cultivada. De 140 millones de hectáreas sembradas con maíz, 15,5 millones correspondieron a maíz transgénico, correspondientes al 23% del área global sembrada con cultivos MG (James, 2003).
México históricamente fue un país autosuficiente e incluso exportador de maíz. Pero luego de la suscripción del TLCAN, fue perdiendo su producción nacional paulatinamente, la cual fue reemplazada por la importación de maíz proveniente de Estados Unidos. Para 2003, la producción nacional fue de 20,3 millones de toneladas y se importó 8,4 millones de toneladas. Se estima que aproximadamente el 30% del maíz importado de Estados Unidos es transgénico y viene mezclado con el maíz convencional (González, 2004).
En el año 1996 cuando el maíz transgénico empezó a ser cultivado en EEUU, científicos y ambientalistas mexicanos expresaron preocupación de que este maíz (que 5 años después de su ingreso ya representaba el 30% del cultivo en EEUU) estuviera entrando a México mediante las importaciones en el marco del TLCAN, con consecuencias inciertas para la biodiversidad agrícola. El gobierno mexicano respondió al año siguiente imponiendo una moratoria en la siembra de transgénicos. Pero la medida nunca se hizo cumplir y actualmente las importaciones de maíz continúan sin control alguno (Ruiz, 2004).
Esta fuerte expansión del cultivo de maíz transgénico es un factor de gran preocupación en el mundo, debido a los posibles efectos que se pueden presentar en diferentes ámbitos. Especialmente, el fenómeno conocido como flujo de polen ha sido considerado como la mayor causa de contaminación genética de especies silvestres y cultivadas en varios países. Pero la situación de México es dramática. En el año 2001, David Quist e Ignacio Chapela de la Universidad de Berkeley, California, publicaron en la revista Nature de septiembre de 2001, sus resultados sobre la contaminación de variedades criollas de maíz con maíz transgénico, en México. En este informe se reportó la presencia de transgenes en el maíz del sur de México y a pesar de las fuertes críticas sobre la metodología e interpretaciones, tuvo una amplia difusión en los medios. Este hecho estimuló solicitudes de nuevas restricciones para los cultivos MG. El Instituto de Políticas sobre Alimentos y Desarrollo emitió una declaración conjunta pidiendo numerosas medidas a las organizaciones internacionales. Igualmente numerosas organizaciones sociales de México y grupos internacionales ambientalistas solicitaron que se prohibieran las exportaciones de maíz MG a México.
Más allá de la metodología empleada por Quist y Chapela, lo realmente importante son las recientes evidencias científicas que corroboran que existe contaminación genética en las variedades de maíz de este país. Este hecho ha sido posteriormente confirmado mediante estudios realizados de manera independiente por otras organizaciones e instituciones. Algunas de estas organizaciones son: el Instituto de Ecología –Comisión Nacional para la Biodiversidad (INE-CONABIO), el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias de México (INIFAP) y (SAGARPA) la Secretaría de Agricultura Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México (Revista Biodiversidad, 2003). En el último mencionado, se reveló que se había encontrado contaminación transgénica en las variedades de los campesinos, en porcentajes de hasta 35% en comunidades de Oaxaca y Puebla. Estos resultados se hicieron públicos en enero de 2002 (Ortiz, 2002).
Dada la insistencia por parte de la industria para desmentir dichos hallazgos, en enero de 2003, siete organizaciones independientes realizaron un nuevo estudio (Comunidades indígenas y campesinas de Chihuahua, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala, Veracruz y otros estados, 2003). Se analizaron 105 muestras, provenientes de 520 plantas de los Estados de Puebla, Veracruz, Chihuahua, San Luis Potosí, Estado de México y Morelos. El 48,6% de estas 105 muestras fueron positivas a proteínas transgénicas y el 17% de éstas contenían tres o más eventos de transgénicos, entre los que se encontró Cry 1A/1ac, Cry9c (proteína presente en el maíz Starlink) y CP4 EPSPS (que determina la resistencia a herbicidas).
En julio/agosto de 2003, se analizaron 306 muestras adicionales provenientes de 1.500 plantas de los estados de Oaxaca, Puebla, Chihuahua, Durango y Veracruz. De éstas, 32 muestras (el 10,45%) arrojaron resultados positivos. Las proteínas registradas en diferentes proporciones fueron Bt-Cry 1Ab/1Ac; Bt-Cry 9C y CP4 EPSPS. Se registró presencia de dos y hasta tres características transgénicas en una sola planta. Esto evidencia que la contaminación genética ha estado durante varias generaciones en estas plantas. Adicionalmente, en los estados de Oaxaca y Chihuahua se encontraron plantas con malformaciones y positivas a la presencia de transgénicos.
Una vez se ha reafirmado el hecho de la contaminación genética del maíz en México mediante otros estudios, los defensores de estas tecnologías, dicen: «en caso» de que tal flujo genético se hubiera presentado, este hecho representa es una ventaja para los campesinos locales. Según ellos, la contaminación transgénica significa una transferencia gratuita de tecnología y un aumento de la biodiversidad (ETC, 2002). Incluso el CIMMYT en México, uno de los Centros de Investigación que integra la red CGIAR (Grupo Consultivo Internacional de Investigación Agrícola) en donde se conserva la mayor colección de germoplasma del maíz del mundo, ha adoptado una posición bastante cuestionable con respecto al problema de la contaminación del maíz. El CIMMYT no ha reconocido la existencia de la contaminación y se ha limitado a decir que hacen falta estudios, al mismo tiempo que tiene varios programas de desarrollo de maíz y trigo transgénicos, los cuales, de acuerdo con declaraciones públicas, continuará realizando sin importarle la opinión de miles de organizaciones campesinas y de la sociedad civil que los cuestiona (Greenpeace, 2004).
La FAO, en una carta fechada el 22 de marzo de 2004, reconoció que la situación era muy grave. En contraste con el CGIAR, la ONU ha solicitado al CIMMYT que investigue las implicaciones que tendría para la diversidad genética de México y cualquier consecuencia posible para el banco genético de maíz del CIMMYT. La colección de maíz del CIMMYT se encuentra bajo un fideicomiso auspiciado por la FAO. Contradictoriamente a su posición inicial, la FAO en su informe «Biotecnología agrícola: ¿compromiso con las necesidades de los pobres?», presentado por su director general Jacques Diouf, 2004 afirma que los cultivos transgénicos han resultado en enormes beneficios económicos para los agricultores y que han servido para reducir el uso de plaguicidas. En este informe se ignoran completamente las investigaciones que contradicen esto. Además es inaceptable que la FAO apoye el uso de la tecnología terminador, como una alternativa para prevenir la contaminación genética (FAO, 2004).
La Secretaría de Agricultura de México, desde 1998 estableció una moratoria de facto para solicitudes referentes a ensayos de campo experimentales y a siembras comerciales de maíz transgénico. Entre 1993 y 1998 se había permitido 22 ensayos de campo bajo condiciones de alta seguridad, pero a partir de 1999 no se otorgó ninguna autorización. Sin embargo, desde 1980 México se había convertido en gran exportador de maíz; y hasta el año 2003 Diconsa (empresa paraestatal comercializadora de maíz) importaba cerca de 600 toneladas anuales (De Ita, 2003 en: Rivera F, 2004) y las distribuía en el 96% del territorio nacional a través de sus tiendas comunitarias. De ahí que la importación de maíz ha sido considerada la principal fuente de contaminación; dado que en 2003 México importó en total más de ocho millones de toneladas de maíz de Estados Unidos.
En este panorama actual de México, la Secretaría de Agricultura asumió la presidencia de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genética-mente Modificados y anunció la suspensión a la moratoria (Rivera, 2004). Adicionalmente, ante la entrada en vigor del Protocolo de Cartagena, en octubre de 2003 el gobierno mexicano firmó un acuerdo trilateral con Estados Unidos y Canadá sobre los requisitos de documentación para organismos vivos modificados, destinados a uso directo como alimento humano o animal, o para procesamiento (Lin, 2004). Este acuerdo trilateral señala que un cargamento no es transgénico si contiene hasta un 5% de OMG y por lo tanto, no necesita ser identificado como tal. En caso de presencia «No intencional» de transgénicos en un cargamento destinado a la exportación, tampoco será necesario identificarlo con el rótulo «puede llegar a contener transgénicos». También establece que la identificación del cargamento constará en la factura comercial y no en un documento separado con mayores especificaciones. Estos parámetros son arbitrarios puesto que pretenden sentar precedentes inaceptables respecto a la identificación y etiquetado que requieren los OMG (Biodiversidad, 2004).
Carmelo Ruiz (2004), director del Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico, plantea que el flujo genético de maíz «es contaminante» y degrada uno de los mayores tesoros de México. Este maíz MG no ha transferido solamente genes de maíz, sino fragmentos de genes provenientes de virus y bacterias. Por esta razón se considera contaminación, pues difiere radicalmente de la dispersión y flujo genético entre maíces nativos y variedades híbridas convencionales. Adicionalmente, los efectos ambientales y en la salud que se pueden derivar de dicha transferencia genética, no han sido evaluados rigurosamente. De acuerdo con Ribeiro, 2004, el problema grave de esta contaminación, además de los cuestionamientos de carácter científico, es el significado cultural. El maíz representa más de diez mil años de cultura y es la herencia de los pueblos indios y campesinos de México. Los pueblos indios vinculan de inmediato la defensa del maíz con la pertinencia de mantener sus saberes tradicionales y para ellos, defender el maíz es defender sus recursos naturales, la biodiversidad, su negativa a la bioprospección y patentes y, relacionan todo, al ejercicio de la medicina tradicional.
La contaminación del maíz tradicional en México es una fuerte agresión a la cultura y a la autonomía de las comunidades indígenas y agrícolas allí presentes, debido a que ellos no conciben el maíz únicamente como fuente de alimento. El maíz es parte vital de la herencia cultural de estos pueblos, denunció el líder indígena Aldo González:
«Para nosotros las semillas nativas son un elemento muy importante de nuestra cultura. Podrán haber desaparecido las pirámides, las podrán haber destruido, pero un puño de semilla de maíz es la herencia que nosotros podemos dejarle a nuestros hijos y a nuestros nietos y hoy nos están negando esa posibilidad» (En: Ruiz, 2004 y Ribeiro, 2004).
Muchas organizaciones de la sociedad civil se han pronunciado en contra del maíz transgénico en México. Entre las demandas que se han planteado, se exige parar las fuentes de contaminación, pedir a los gobiernos e instituciones internacionales que intervengan para monitorear la contaminación, hacer estudios de sus impactos, hacer «planes de contingencia» y demandar a las empresas multinacionales por su responsabilidad en el tema. En las reuniones indígenas realizadas a lo largo de México, se gestó un movimiento para defender al maíz. Desde enero de 2002, en las reuniones del Congreso Nacional Indígena, los pueblos y comunidades están discutiendo el problema de la defensa del maíz con una perspectiva integral. Estas discusiones incluyen la defensa del maíz nativo, el rechazo del maíz transgénico y el inicio de discusiones para entender las mejores formas de cuidar la herencia milenaria del maíz. El 19 de febrero de 2002, más de 140 organizaciones campesinas y otras de la sociedad civil de todo el mundo dieron a conocer una declaración conjunta sobre la contaminación con maíz transgénico en México (Ribeiro, 2002). En septiembre de 2002, en el Foro Nacional en Defensa de la Medicina tradicional, organizado por comunidades y organizaciones que se reconocen en el Congreso Nacional Indígena, se hizo un pronunciamiento con respecto a la contaminación transgénica:
«Como parte de nuestra defensa de la madre tierra y todo lo que en ella se nace, repudiamos la introducción de maíces transgénicos a nuestro país, pues la madre maíz es fundamento primero a los pueblos nuestros. En consecuencia exigimos al gobierno federal declare una moratoria indefinida en la introducción de maíces transgénicos con independencia del uso que se les pudiera dar».
En el segundo foro en Defensa del Maíz (diciembre, 2003) se evaluaron los resultados de algunos de los estudios que confirmaron la contaminación genética. Debido a que los hallazgos mostraron un alto nivel de contaminación, las comunidades allí presentes acordaron que los estudios debían repetirse cada nuevo período de siembra, ya que las fuentes de contaminación seguían abiertas. Sin embargo, el obstáculo que encontraron fue la falta de capacidad técnica para realizarlos y por consiguiente la dependencia de los técnicos y de los recursos del Estado; por lo cual se plantearon medidas más estrictas como la declaración de una moratoria de facto unilateral a los transgénicos, fortalecer la siembra del maíz nativo y los procesos culturales vinculados al maíz (mitos, ceremonias, cocina, etc), establecer procesos entre los mismos pueblos para establecer mecanismos de identificación de la contaminación, continuar el proceso de discusión de las amenazas del maíz y reforzar redes de trabajo entre otros, (Ribeiro, 2004).
La posición que asumió México, con respecto al acuerdo trilateral que firmó con Estados Unidos y Canadá, fue cuestionada en la Reunión de las Partes del Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad en febrero de 2004 (en Kuala, Lumpur). Algunas organizaciones de América Latina, afirmaron:
«Es particularmente grave, que México, siendo centro de origen del maíz, uno de los principales granos para la alimentación mundial, y donde se ha comprobado la contaminación de las variedades tradicionales de maíz con transgénicos, en lugar de aplicar el principio de precaución y promover un régimen estricto de responsabilidad y compensación por daños, renuncia con este acuerdo a la protección de su biodiversidad y agricultura, de la salud humana y animal y hace caso omiso a las demandas de campesinos, indígenas y sociedad civil de esclarecer y parar la contaminación. México al ser un país Parte está siendo desleal con los países miembros del Protocolo, pues mientras estas discusiones no se terminen no debería suscribir ningún acuerdo al respecto fuera de este ámbito. Asimismo se crea un precedente inaceptable para el futuro cumplimiento del Protocolo» (Organizaciones América Latina, 2004).
Estas organizaciones exhortaron a los países de América Latina y el Caribe a rechazar este tipo de acuerdos y a garantizar el cumplimiento de los objetivos del Protocolo, así como a todos los países a rechazar este «modelo de implementación y cumplimiento» que burla al Protocolo y favorece los intereses comerciales de países no firmantes del Protocolo.
Es totalmente inaceptable que prácticamente todas las instituciones gubernamentales, las autoridades competentes en el ámbito nacional e internacional en materia de bioseguridad y los organismos internacionales como el CIMMYT y la FAO, hayan desconocido la contaminación. En algunos casos estas instituciones han tomado una posición permisible o han subestimado los posibles impactos generados. Incluso varias instituciones y transnacionales vergonzosamente afirman que la contaminación genética puede ser benéfica porque incrementa la biodiversidad. Las premisas en las que se basan quienes quieren masificar los transgénicos en el mundo es que: Si ya se contaminó el centro de origen del maíz y no pasó nada, entonces ¿por qué no contaminar el resto del mundo y a todos los cultivos? Estos precedentes pretenden darle carta abierta a las transnacionales biotecnológicas para que invadan el mundo con transgénicos y para que ejerzan el control de los recursos genéticos y la agricultura en el mundo, especialmente en los países del Sur.
Uno de los aspectos más críticos de la contaminación genética de los centros de origen de los cultivos que sustentan la agricultura del mundo es que, además de poner en riesgo a los mismos, se pone en peligro a los numerosos centros de diversificación de estos cultivos que existen en gran parte de América Latina, Asia y África. Adicionalmente, se generaría la erosión cultural y de los sistemas productivos sobre los cuales se basa la soberanía alimentaria de millones de agricultores, que dependen de estos recursos genéticos y de la agricultura tradicional.
Argentina
En Argentina la liberación de maíz transgénico ha sido a menor escala que la de soya MG. Para la cosecha 2002-2003, De león estimó que se sembraron unas 800 mil hectáreas de maíz Bt resistente al barrenador del tallo Diarrea sacharalis (35% a 40% del total), mientras que para la cosecha 2003-2004, Boy (2003) estimó que se sembrarían 2 millones de hectáreas (Biodiversidad, 2004).
Recientemente, en junio de 2004 el gobierno argentino autorizó la siembra de maíz transgénico producido por Monsanto. Se trata del Roundup Ready (RR) el cual tolera la acción del herbicida glifosato y permite eliminar las malezas que compiten con el cultivo sin afectar la plantación central. Según el gobierno, la «liberación del nuevo maíz será progresiva» y su siembra alcanzará un máximo de 10 mil hectáreas en la próxima cosecha (Indymedia Uruguay, 2004).
Algunas organizaciones cuestionan esta aprobación, puesto que Monsanto había manifestado la intención de retirar su soya (introducida desde 1996) del mercado argentino. Las fuentes oficiales afirman que se trata de una decisión comercial dado el crecimiento del mercado negro de semillas y por ende, la imposibilidad de la multinacional de cobrar sus regalías (Baig, 2004). Pero ahora con este maíz, la compañía no correría riesgos, dado que se trata de una semilla «híbrida», por lo cual es imposible de reproducir a partir de la planta. Los agricultores se verán obligados a comprarla cada vez que deseen renovar su cultivo (Indymedia Uruguay, 2004). De acuerdo con Lapolla, 2004, esta decisión es bastante grave teniendo en cuenta que Argentina enfrenta graves problemas agronómicos y no tiene ni recursos ni expertos para resolverlos. El país ha adoptado la tecnología de los OMG más rápida y más radicalmente que ningún otro país en el mundo. No tomó las debidas precauciones de manejo de la resistencia de plagas y de malezas a los agroquímicos y de protección de la fertilidad de sus suelos. Expertos como Benbrook consideran que si Argentina continúa basando su modelo agrícola en el uso extendido de la tecnología RR, ésta no será sustentable en un plazo de dos años.
Argentina ya encabezó las políticas neoliberales de privatizaciones, destrucción del Estado, desindustrialización y recolonización nacional que generaron la catástrofe de 2001. Ahora, con la introducción del maíz RR será el pionero «legal» de la contaminación transgénica. Daño que sería irreversible debido a que esta especie presenta polinización cruzada. El aspecto más crítico de esta situación es que sus efectos los sufrirán no sólo las futuras generaciones de argentinos, sino los latinoamericanos quienes verán sus cultivos contaminados con el maíz RR proveniente de Argentina. Extender el sistema bajo el cual se generalizó la soya RR al maíz RR, profundizará inevitablemente la caída del empleo rural en Argentina aumentando la miseria, la pobreza y la marginalidad (Lapolla, 2004).
Uruguay
El 5 de mayo de 2004, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y el Ministerio de Economía y Finanzas de Uruguay, autorizaron la producción e importación del maíz Bt 11. La autorización se hizo sin llevar a cabo los respectivos estudios de bioseguridad, con el agravante de ser la primera autorización para el consumo directo o para su transformación en otros productos. En Uruguay ya habían sido aprobados tres cultivos transgénicos. El primero, en 1999 correspondiente a Soya RR de Monsanto, de la que se plantaron 270 mil hectáreas en el 2004 (para la próxima siembra se tiene pensado superar las 300 mil hectáreas). El segundo cultivo transgénico fue el maíz Bt MON 810 (de Monsanto), introducido en julio de 2003 y el último autorizado fue el maíz Bt 11, de la multinacional Syngenta (Econoticias, 2004).
Por otro lado está la sociedad civil ejerciendo resistencia contra el maíz Bt. Existen más de 30 organizaciones en Uruguay oponiéndose a estas políticas, inclusive organizaciones del sector ganadero. Existe también un informe técnico desfavorable por parte de la facultad de Agronomía y la interpelación al Ministro de Ganadería sobre los fundamentos del Decreto de admisión al cultivo de maíz transgénico MON 810, el cual fue aprobado luego de una laga discusión en la cámara de diputados (Biodiversidad, 2004).
Brasil
El gobierno de Brasil ha mantenido una posición crítica y de reserva respecto a la liberación de cultivos transgénicos. Es así como hasta el año 2003, se mantuvo una prohibición total para la siembra y comercialización de soya transgénica. Contrario a esta decisión oficial, desde hace varios años se ha introducido semillas de soya transgénica de La Argentina ilegalmente, especialmente en el sur de Brasil. Esta situación ha llevado a que desde 2002 gran parte de la cosecha esté contaminada con soya RR. A pesar de que el gobierno de Lula se había declarado contrario a la liberación comercial de soya transgénica, debido a la incontrolable contaminación genética existente y la presión de las transnacionales, autorizó la venta de la cosecha transgénica dentro y fuera del país, mediante una medida provisoria, transformada posteriormente en ley federal, pasando por encima de una decisión judicial del tribunal federal que prohíbe la comercialización de OMG (Biodiversidad, 2004). Esta decisión sienta un pésimo precedente, no solamente para la soya transgénica en Brasil, sino para la decisión que tomarán los demás países latinoamericanos respecto a la liberación de OMG en sus territorios.
Brasil todavía mantiene la prohibición de siembra y comercialización de maíz transgénico. Luego de la decisión del gobierno con respecto a la comercialización de la soya transgénica, las transnacionales están presionando para que se apruebe la comercailización del maíz MG. Actualmente, Brasil no logra suplir con su producción nacional la demanda de maíz. Por esta razón importa maíz, especialmente desde EE.UU y Argentina, los dos grandes productores de maíz OMG. En los últimos años se ha detectado cargamentos de maíz transgénico provenientes de estos países. En Brasil existe una prohibición legal para la entrada de maíz transgénico, por esto puede tener dificultades en el suministro del maíz no MG o tener que pagarlo más caro por su garantía de que no es modificado genéticamente.
En noviembre de 2004, la Comisión Técnica nacional de Bioseguridad de Brasil aprobó una resolución en la que declara que el maíz transgénico argentino que se encuentra inmovilizado en el puerto de Recife (38.000 Tm) no supone riesgo alguno para la salud al emplearse en alimentación animal. Mediante esta resolución el Ministerio de agricultura y de salud pública podrían dar el visto bueno a la desmovilización del maíz y su entrada a Brasil. Así se sentaría un pésimo precedente sobre el tratamiento a los productos transgénicos en dicho país, ya que si el maíz OMG de Recife no presenta problema, tampoco lo debe presentar cualquier otra partida de maíz OGM (Agrodigital del campo, 2004).
- Agrodigital del Campo, 2004. Brasil y el maíz transgénico. http://www.agrodigital.com/ANTE/32/Brasil%20y%20el%20maiz%20transgenico.htm
- Baig, j, 2004. Monsanto tira la toalla en Argentina. BBC Mundo.com. http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/business/newsid_3414000/3414177.stm
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- Biodiversidad, 2004. «Un modelo» para burlar elProtocolo sobre Bioseguridad. El acuerdo trilateral entre Estados Unidos, México y Canadá. Revista Biodiversidad 40: 39,40p.
- CIMMYT, 2002. El maíz transgénico en méxico: hechos actuales e investigaciones por hacer en el futuro. http://www.cimmyt.org/whatiscimmyt/transgenic/hechosactuales_08May02.htm
- Comunidades indígenas y campesinas de Chihuahua, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala, Veracruz y otros estados; CECCAM (Centro de Estudios para el Cambio en Campo Mexicano); CENAMI (Centro Nacional de Apoyo a Misiones Indígenas); Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración); CASIFOP (Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular); UNOSJO (Unión de Organización de la Sierra Juárez de Oaxaca); AJAGI (Asociación Jaliscience de Apoyo a Grupos Indígenas), 2003. Contactar a: Verónica Villa, Grupo ETC. Teléfonos: 55 63 26 64 y 044 55 85670840 (cel) o Ceccam: 56 61 1925
- Econoticias, 2004. Liberación del maíz transgénico Bt 11 enUruguay.http://www.econoticias.org.ar/econoticias/modules.php?name=News&file=article&sid=265
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- FAO, 2004. El estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación, 2003-2004. http://www.fao.org/docrep/006/Y5160S/Y5160S00.HTM
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- Ribeiro, S, 2004. El día en que muera el sol. Revista biodiversidad 41: 29-36pp
- Rivera F, 2004. Reporte: Organismos Modificados Genéticamente y Bioseguridad en México (Documento presentado para el curso: Holistic Foundations for assessment and regulation of Genetic Engineering and Genetically Modified Organisms en: Norwegian Institute of Gene Ecology and the University of Tromso, Noruega): xempa@yahoo.com
- Ruiz, C, 2004. La contaminación genética del maíz mexicano: la biodiversidad en peligro. http://www.americaspolicy.org/articles/2004/sp_0405contam_body.html
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