Esta cumbre había sido definida de antemano como empresarial y corporativa. Fue el resultado de la iniciativa de Naciones Unidas para involucrar a los grupos económicos desde la “Cumbre de Negocios y el Clima” realizada en París en mayo del 2015 y recibió el apoyo del Consejo Empresarial Mundial para el desarrollo Sostenible.
Fue en 1998 cuando ante la tozuda realidad de los hechos y las advertencias de los científicos sobre los peligros del calentamiento global, las Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), grupo que no ha hecho más que repetir reiteradamente, en documentos extensos, que el aumento de la temperatura en la superficie del globo terráqueo obedece principalmente a las emisiones de gas de efecto invernadero, siendo el principal responsable de los mismos el dióxido de carbono que desprende el uso de energía fósil. El IPCC ha añadido que estamos en el límite del calentamiento y que si no se revierte esta situación las consecuencias para la humanidad serán devastadoras, incluyendo el aumento en los niveles de los océanos que podrán inundar ciudades costeras, sequías y destrucción masiva de la biodiversidad.
Pero a pesar de estos anuncios la contaminación del planeta con combustibles fósiles cada día aumenta más. Reducirlas afecta los negocios de los grandes grupos transnacionales. Esta lógica mercantil determina las tan pregonadas cumbres climáticas. En secuencia histórica, la primera fue la denominada cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, definió la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -CMNUCC- en la que se establecía la existencia de responsabilidades desiguales entre países metropolitanos y periféricos tanto por la responsabilidad en el calentamiento atmosférico como por la capacidad de tomar medidas remediales. En Kyoto, cumbre que se realizó siete años después y cuyos protocolos solo fueron firmados a los ocho años de su realización, los países miembros se comprometieron a reducir sus emisiones en un 5,2 % entre 2008 y 2012, teniendo como línea base el año 1990. Nada de eso ocurrió.
Lo que oficializó Kyoto fueron los denominados “mercados verdes”, modificando la sustitución de los compromisos anteriormente aceptados por los gobiernos metropolitanos por la compra de títulos que se colocan en los mercados de valores, bajo la justificación de promocionar “energía limpia”[1], abriendo una nueva área de inversión al capital financiero. Igualmente aprobó la gestión comercial de los bosques. Aun así, el gobierno norteamericano no firmó los protocolos. En el año 2009, se desarrolló la Cumbre de Copenhague, la cual fue otro fracaso.
Debe rescatarse sin embargo la aprobación de un elemento metodológico importante para establecer indicadores asociados a la “responsabilidad desigual” de los países, cual es el “presupuesto del carbono” que limita las emisiones de los Estados miembros, en un tiempo determinado, a la contaminación que ya han producido con anterioridad[2]. Pero en las conclusiones la responsabilidad de implementar este mecanismo quedó a discreción de los países firmantes, reduciéndola a informes a la secretaría del CMNUCC, anulando cualquier posibilidad de implementarlos. Adicionalmente en Copenhague se creó un “Fondo Verde” administrado por el Banco Mundial para actuar hacia la reducción de la emisión de gases efecto invernadero.[3]
Un año después en Cancún la discusión giró en torno al límite tolerado en grados centígrados del calentamiento global para los próximos años definiéndose que éste era de dos grados en términos comparativos con la era preindustrial. Este criterio que ya lo había oficializado la Comunidad Europea de 1997 y adolece de una base científica cierta, por ello, abrió debates en las comunidades académicas y propició el rechazo de los países periféricos.[4] Una de las críticas más importantes a este indicador de los dos grados centígrados proviene de la red internacional de resistencia a la producción petrolera denominada Oil Watch, la cual presentó una propuesta alterna a la COP21 en los días previos a su celebración, propuesta que intencionalmente denominó “Anexo Cero”[5] en la que insiste en que la alternativa al calentamiento global es la de no extraer combustibles fósiles del subsuelo. Añaden que esta alternativa ya la vienen implementando “pueblos, naciones indígenas, regiones subnacionales o las localidades que dan pasos firmes para no extraer hidrocarburos del subsuelo…”[6].
En lo que se refiere al indicador de los dos grados centígrados argumentan, “Para llegar a esta cifra, tanto The United Nations Framework Convention on Climate Change- UNFCC como los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) han usado siempre las concentraciones de dióxido de carbono como una medida estándar, señalando la reducción de emisiones más no la cantidad de combustibles fósiles que no se deberían extraer. Esto ha estado en línea con el interés oficial de evitar hablar del problema real que es la quema de combustibles fósiles. Sin embargo, hablar de cantidades de petróleo, gas o carbón permitiría visualizar las responsabilidades y las acciones necesarias, para evitar la crisis del clima...”[7]
A renglón seguido y a manera de mensaje de urgencia, añaden, “De acuerdo a las cifras oficiales se puede desprender que para alcanzar un máximo de 2°C de temperatura (escenario RCP2.6 del IPCC), hacia el año 2100, habría que dejar en el subsuelo al menos las 2/3 partes de las reservas conocidas de petróleo, gas y carbón…”[8]
Pero el capitalismo camina en otra dirección. Las grandes empresas transnacionales productoras de hidrocarburos incluyen en sus patrimonios la mayor parte de esas reservas y las han titularizado en las bolsas de valores. Dejarlas en el subsuelo produciría inmediatamente una crisis financiera sistémica.
Los resultados de la conferencia de la Organización de Naciones Unidas –ONU-COP21 celebrada en París en diciembre del año anterior mantienen esa línea de continuidad. El acuerdo resultado de esta reunión no incluye sanciones a los países que desde hace décadas han sido llamados a actuar en contra del calentamiento global y además, “no fija metas claras en lo que al pico de emisiones se refiere; tampoco establece medidas a adoptar con el fin de descarbonizar la atmósfera. No hay planteamientos concretos tendientes a combatir los subsidios que alientan el uso de los combustibles o para dejar en el subsuelo el 80 % de todas las reversas conocidas de dichos combustibles, como recomienda la ciencia e inclusive la Agencia Internacional de la Energía, entidad que de ecologista no tiene un pelo (…) en ningún punto se pone en entredicho el sistema del comercio mundial, que esconde e incluso fomenta una multiplicidad de causas de los graves problemas socio - ambientales que estamos sufriendo (…) Sectores altamente contaminantes como la aviación civil y el transporte marítimo, que acumulan cerca del 10 % de las emisiones mundiales y quedan exentos de todo compromiso. Tampoco se afectan para nada las sacrosantas leyes del mercado financiero internacional que, sobre todo vía especulación, constituye un motor de aceleración inmisericorde de todos los flujos económicos más allá de la capacidad de resistencia y de resiliencia de la Tierra. Y no hay compromisos orientados a facilitar la transferencia de tecnologías destinadas a facilitar la mitigación y la adaptación a los cambios climáticos en beneficio de los países empobrecidos…”[9]
El Presidente anfitrión Francois Hollande de ideología social-demócrata no dejo dudas al respecto. Declaró en los días previos al COP21 y a manera de ambientación de la reunión: “Las empresas son esenciales porque son ellas las que van a traducir, a través de los compromisos que se harán, los cambios que serán necesarios: la eficiencia energética, el aumento de las energías renovables, la capacidad de transportar con una movilidad que no es consumidor de energía, almacenamiento de energía, el método de construcción de los hábitats, la organización de las ciudades, así como la participación en el proceso de transición y la adaptación de los países en desarrollo".
Durante la cumbre esta impronta privatizadora fue ratificada por los propios organizadores. “Si los 195 países reunidos en París logran un acuerdo robusto contra el cambio climático, se enviará "un mensaje claro a los mercados", declaró Ban Ki-moon durante las presentaciones iniciales. El “mensaje claro” permitirá que los grandes inversores se interesen en la descontaminación ambiental, agregó. Los voceros de la OCDE hicieron eco a esta declaración de manera simultánea. Esta reunión adujeron, debe producir “una señal fuerte” al sector financiero que debe tener certeza sobre sus inversiones.[11]
Este llamado al sector financiero para que se convierta en acompañante de primer orden de las políticas diseñadas por los organismos internacionales frente al calentamiento global hace parte de la expansión programada del denominado “capitalismo verde”. Existen elementos en el horizonte económico que anuncian posibles bajas tendenciales en la rentabilidad del sector de los hidrocarburos. La duración de la actual crisis económica internacional acompañada por un “exceso” de oferta de materias primas en el comercio mundial y por el desplome de los comodities, es uno de ellos. El agotamiento de las reservas en el mediano plazo, particularmente en el caso del petróleo aumenta las preocupaciones sobre la rentabilidad futura del sector. Los analistas bursátiles confirman estas.[12]
Los grandes inversionistas financieros han tomado nota de ello y han empezado a actuar. En septiembre del 2014 se inició una campaña mundial que propiciaba la desinversión en combustibles fósiles. “Una de las caras más conocidas de esta iniciativa es Stephen Heints, presidente de la fundación Hermanos Rockefeller. "Este movimiento está creciendo rápidamente", ha indicado Heints este miércoles. Su fundación fue de las primeras en sumarse a esta campaña. Salir de las inversiones ligadas al CO2, tiene, en su opinión, sentido "económico" y "racional". Ha recordado que muchas de las inversiones ligadas a los combustibles fósiles, si los acuerdos de París se cumplen, están en "riesgo...”[13]
Otros grupos financieros internacionales de renombre que hacen parte de este nuevo propósito inversionista son la compañía aseguradora Allianz y el fondo de pensiones alemán PFZW[14] En el COP21 se confirmó que otros 500 inversionistas - crédito se han sumado a esta campaña internacional.[15] Este desplazamiento hacia los “mercados verdes” incluye la conformación de un multimillonario Fondo de Inversión en Tecnologías limpias en el que ya han aportado Bill Gates el fundador de Microsoft, Mark Zuckerberg consejero delegado de Facebook y Jack Ma dueño del portal de ventas on line chino Alibaba, entre otros.
La apuesta de las élites transnacionales por los “mercados verdes” apunta adicionalmente a fortalecer el sometimiento financiero de los países del sur. El Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo –IIED- organización referente en diagnósticos sobre “mercados verdes”, ha calculado que el costo de los planes nacionales contra el cambio climático de los cuarenta y ocho países menos desarrollados del mundo, casi todos ubicados en África, a partir del 2020, cuando entren en vigencia los acuerdos del COP 21 será de aproximadamente US $93.000 millones anuales.[16]. Lejos de reconocer la “responsabilidad desigual” en la contaminación ambiental que obliga a que los Estados metropolitanos asuman compromisos económicos y tecnológicos comprobables y diferenciados a los periféricos, lejos de reconocer la “deuda ecológica” del norte sobre el sur, lejos de aprobar compensaciones justas por cambio climático irreparable en varias zonas del planeta, los grupos financieros transnacionales y los Estados que los representan, pretenden profundizar el coloniaje en los países periféricos para ampliar su circuito de negocios mediante el endeudamiento. La COP21 de Naciones Unidas ha facilitado esta pretensión corporativa al ratificar que la salida a la actual crisis climática obliga a una transición programada hacia el “capitalismo verde”.
En Colombia las mismas Naciones Unidas ya habían propuesto en materia ambiental esta misma política para el post - acuerdo entre el gobierno y las FARC. Efectivamente en el documento titulado “Consideraciones ambientales para la construcción de una paz territorial, estable y duradera”,[17] presentado por el Programa de Naciones Unidas para el desarrollo -PNUD- en septiembre de 2014, incorporado en sus líneas generales en el Plan Nacional de Desarrollo, plantean que en las regiones que hasta ahora han sido controladas por la guerrilla y que cuentan con reservas ambientales importantes, es necesario ejecutar ambiciosos proyectos de “economía verde” en asocio con el capital financiero transnacional. Resistir a estas políticas debe ser una de las prioridades de todas las organizaciones que propenden por una salida alternativa a la crisis ambiental que ha producido el propio capitalismo.
[1] Esta justificación es falsa. La mayoría de estas fuentes energéticas no son limpias y además desconocen realidades sociales evidentes. Tal es el caso de las hidroeléctricas que según las propias Naciones Unidas ha desplazado más población a nivel mundial que las guerras en las últimas décadas. Aproximadamente 80 millones de personas. (ver: Naciones Unidas: Diversos informes sobre el tema).
[2] Daniel Tanuro en “COP 21, a summit of falsehood”,International View Point, Septiembre 4 del 2015, en http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article4206. El “presupuesto de carbono”, trata de establecer la cantidad máxima de carbono que podrá emitir una economía durante un período de tiempo determinado e introducir los mecanismos adecuados para que el límite fijado no se sobrepase. Este indicador se toma en unidades de CO2 en términos relativos a lo gases efecto invernadero que se incluyan en el ya citado presupuesto.
[3] Ibid. “La COP en Cancún, al año siguiente, fijó un importe anual de cien mil millones de dólares a partir de 2020, pero el Fondo todavía no contiene una décima parte de esa suma - y los gobiernos del Norte están pensando más en préstamos que en donaciones…”. Estos gobiernos son conscientes de que el crédito es una forma de dominación.
[4] Ibid. Este límite es arbitrario y fue impuesto por la Comisión Europea en 1997 basándose en el diagnóstico del economista Nordhaus. En 1990 el Instituto ambiental de Estocolmo había proyectado un límite que no superara un grado centígrado. La oficialización de los “grados centígrados produjo en Cancún un rechazo mayoritario de los países periféricos lo que obligó a oficializar sesiones de discusión. El punto sigue aún sin resolverse.
[5] Lo llamaron así para explicitar las inconsecuencias de las conclusiones de las cumbres anteriores. Efectivamente la Cumbre de Río 92 dividió a los Estados firmantes en dos grupos: Anexo 1 los países desarrollados más los periféricos que se encontraban en transición industrial y no Anexo1 los periféricos. En las cumbres posteriores se optó por la fórmula Anexo 2, que incluye a los mismos países desarrollados que se comprometieron a entregar recursos técnicos y financieros para que los países del Sur pudieran ejecutar las tareas descontaminantes. Como nada de eso se ha cumplido Oilwatch propuso crear el grupo “Anexo Cero” integrado por los pueblos que resisten en contra de la producción intensiva de hidrocarburos.
[6] Oilwatch, “Es tiempo de crear el grupo Anexo cero”, en wrm.org.uy/.../propuesta-de-cara-a-la-cop21-es-tiempo-de-crear-el-grup..., 25 de Noviembre del 2015.
[7] Ibid, pag 2.
[8] Ibid, pag 2.
[9] Alberto Acosta, “Cumbre climática en París: Sin Paz con la Tierra no habrá Paz en la tierra”, Revista marcha en http://www.marcha.org.ar/cumbre-climatica-en-paris-sin-paz-con-la-tierra-no-habra-paz-sobre-la-tierra/
[10] Dirigido por el gerente de Unilever incluye en sus filas a empresas como Petrobras, Chevron, Dow Chemicals y Eternit. Su nombre es una contradicción en los términos.
[11] “Medio millar de fondos de inversión se alejan de las energías fósiles”, El País de Madrid, Diciembre 8 del 2015, en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/12/02/actualidad/1449049636_589478.html
[12] Ibid, “Carbon Tracker” una reconocida compañía de asesores internacionales en los mercados de valores por sus interpretaciones sobre los negocios medioambientales ha llegado a la conclusión de que “las empresas de combustibles fósiles podrán perder hasta 2,2 billones de dólares en la próxima década. a causa del debilitamiento de la demanda mundial y de las propias fuentes de combustibles fósiles.” No serán necesarias nuevas minas de carbón, la demanda de petróleo alcanzará su pico alrededor de 2020 y el crecimiento del gas natural no va a cumplir las expectativas del sector", añade en análisis reciente.
Joseph Stiglitz comparte esta caracterización. Sobre el tema afirma “Sin embargo, este acuerdo puso a todos en alerta: el mundo se está desplazando hacia una economía verde Un día no muy lejano los combustibles fósiles serán una cosa del pasado. Así que cualquier persona que en la actualidad invierte en la industria del carbón lo hace a su propio riesgo” Joseph Stiglitz “La nueva Geoeconomía”, El Espectador, Domingo 17 de Enero del 2016, pag 44.
[13] Ibid.
[14] Ibid. Allianz eliminó de su cartera 630 millones de dólares de inversiones en energía fósil y PFZW tienen un capital de US$161.000.
[15] Ibid. La suma de los activos de esto inversionistas institucionales llega a US$3.4 billones aproximados, pero los propios organizadores de la campaña reconocen que es difícil determinar el monto de las inversiones en descontaminación dado que muchas de ella son parciales. Insistir en que el “capitalismo verde”.
[16] Ibid.
[17] Naciones Unidas en, www.oidhaco.org/uploaded/content/article/1588248879.pdf, septiembre del 2014. Estos mismos criterios ya habían sido presentados por el mismo PNUD en la “Conferencia de la ONU para el medio ambiente y el desarrollo sostenible”, celebrada en Rio de Janeiro en el 2012.
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