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El proceso de titulación colectiva de las tierras de comunidades Negras

Organización para la defensa de los intereses del río Cajambre - ODINCA, Mayo 05 de 2003, Este artículo ha sido consultado 8153 veces

ODINCA
Organización para la Defensa de los Intereses del Río Cajambre

La cuenca hidrográfica del río Cajambre se encuentra localizada en el Departamento del Valle del Cauca a unos 48,5 Kilómetros al suroeste del Puerto Internacional de Buenaventura, principal y único puerto de Colombia en el Pacífico. Para llegar al río Cajambre se debe navegar en lancha por el mar y superar las extensas bocanas y esteros del sur de este municipio para luego adentrarse propiamente en él. La cuenca del río Cajambre comprende alturas entre 4.500 hasta 5 metros. Desde los 200 metros hasta la zona más alta se ubica el Parque Nacional Natural “Farallones de Cali”. 

Cuenta con una población aproximada de 4.500 personas, perteneciente a la etnia negra, que en conjunto se identifica como “Consejo Comunitario de la Comunidad Negra del río Cajambre”, según los criterios que define la Ley 70 de 1993 y el Decreto 1745 de 1995. Los principales centros poblados del río son: Pital, Punta Bonita, Guayabal, Boca del Brazo, Timba Grande, Timbita, La Fragua, Silva, Chorro, Ordoño, San Isidro, Aragón y Barco. Existen también otros pequeños poblados que se han creado para realizar actividades de pesca y recolección de moluscos durante ciertas épocas del año. Estos están ubicados en sitios aislados a lo largo del río y de sus quebradas, así como en los esteros y en los manglares.

En términos generales podríamos decir que los principales aspectos de la vida cotidiana de los cajambreños no han cambiado en cientos de años, así como ciertas formas de producción tradicional que van ligadas a prácticas de manejo ambiental de acuerdo a las condiciones que impone el ambiente, a pesar de las intervenciones de agentes externos en nuestras comunidades, los cuales se han apropiado de nuestros recursos naturales a través de la historia. Primero fue el oro, y atraídos por él, llegaron los primeros cajambreños desde Popayán a finales del siglo XVIII; luego fueron las maderas finas, la extracción de conchas de mangle, las concesiones forestales, los aserríos, la pesca industrial y la amenaza aún persiste sobre nuestro territorio, vida y cultura. Hoy la pesca y las labores forestales reportan muy pocos beneficios económicos para la población y,  además, la forma en la que se vienen explotando, atenta contra la supervivencia de un conjunto poblacional de especies biológicas económicamente viables, razón por la cual cobran mayor importancia debido a lo que representan para el sustento y la seguridad alimentaria de las débiles economías locales.

De otro lado, el crecimiento poblacional es alto, las necesidades son grandes en materia de servicios básicos y la infraestructura es nula para atender dignamente a la población. Por ello, cientos de cajambreños han tenido que emigrar fuera de sus comunidades en busca de mejores oportunidades y condiciones de vida, situación que muy pocos logran. 

Los principales centros de recepción de la población cajambreña son: Buenaventura, Cali, los Llanos Orientales, Venezuela y Estados Unidos. No obstante, la gente vive orgullosa y feliz con su cultura y su forma de vida.

Para las comunidades del río Cajambre es indispensable la naturaleza como elemento de soporte cultural y por ello se conservan grandes y variadas extensiones de bosques; desde manglares y guandales (asociaciones vegetales dominadas por especies como Mora megistosperma, Euterpe oleraceae, Virola spp. y Camnosperma panamensis que resisten ciertos periodos de inundación), hasta bosques de especies mixtas sobre terrazas y colinas empinadas, muchos de los cuales se encuentran sin intervención. A pesar de que la explotación forestal ha sido muy selectiva, ésta se ha adelantado durante varias décadas y ha ocasionado una disminución en número de las especies más valiosas en el ámbito comercial (Aniba spp, Nectandra spp, Ocotea spp, etc.)

 

La organización comunitaria

Tuvieron que pasar cientos de años de explotación indiscriminada de los recursos naturales del río Cajambre para que la comunidad reaccionara. Anteriormente, cualquier persona podía pasar o entrar por el río, no había control de nada. Los compradores se metían a cualquier lote de monte a cortar madera, los guaqueros y mineros lavaban los suelos en cualquier parte, donde ellos querían, explotaban todo y como la comunidad no sabía nada... “estábamos como ciegos, pero estábamos viendo”... (Santamaría, 1999).

Anteriormente, los poblados se regían por las Inspecciones de Policía y por las Juntas de Acción Comunal, que resolvían los problemas y las querellas que se presentaban entre la gente; todo era muy pacífico y a excepción de los problemas que se presentaban por la explotación de recursos naturales por agentes externos, no había preocupaciones.

La iglesia jugó un papel muy importante dentro de nuestro proceso organizativo, así como algunas organizaciones que nos apoyaron en el proceso de comprender nuestra realidad y el valor de nuestra cultura afro. Para finales de la década del ochenta llegó a Buenaventura el padre Joaquín Mayorga con un grupo de seminaristas de Yarumal para dar formación y apoyo a las comunidades; iniciaron con la catequesis, después, apoyaban las festividades de navidad, con la promoción de la organización comunitaria a través de dramas, cánticos, y otras formas lúdicas de expresión, que recogían las problemáticas de la comunidad. A partir de allí, la comunidad se fue organizando.

Ya para el año de 1990, solos, decidimos conformar la Organización para la Defensa de los Intereses del río Cajambre, ODINCA, a través de la cual pretendimos reivindicar la mayor parte de los derechos que tenemos como ciudadanos colombianos y que siempre nos han sido negados. Mediante ODINCA, comenzamos a conocer el Artículo Transitorio 55, contemplado en la Constitución Política de 1991. De allí en adelante se consolidó el proceso organizativo y conformado por los “Comités Veredales”.

Adelantamos la primera Asamblea para seleccionar el primer “Comité Central” que integró a todas las comunidades del río, con representantes de cada caserío. De igual forma hicimos reuniones para aportar a la Ley 70; los trabajos se hacían sin ánimo de lucro, todos aportábamos y trabajamos con el apoyo del equipo de Buenaventura (Santamaría, 1991).

Posteriormente, apoyados en el Proceso de Comunidades Negras de Buenaventura (PCN) y gracias al respaldo de Swissaid, promovimos la sensibilización y el conocimiento más profundo de la Ley 70/93 y el Decreto 1745/95 entre las comunidades, participamos en la discusión sobre el ajuste de la norma y lo más importante, sobre el reconocimiento de nuestro derecho consuetudinario sobre la propiedad, así como la visibilización del ciudadano negro.

 

La titulación colectiva

Finalmente el INCORA, mediante la Resolución No. 04916 del 29 de diciembre de 1998, nos otorgó la propiedad sobre aproximadamente 63.340 hectáreas de gran parte de nuestro territorio, excluyendo las áreas cubiertas por manglares y todos los terrenos sobre la cota 200, la cual, según el gobierno, hacía parte de la reserva o área protegida “Parque Farallones de Cali”. Esto causó gran desmotivación, ya que el manglar es un ecosistema muy valioso para nosotros y toda la vida lo hemos utilizado y vivido de él. Esta resolución no fue aceptada por nosotros y ante ello, acudimos a una interpelación ayudados por otros Consejos Comunitarios que igualmente estaban descontentos con la decisión estatal.

Gracias a la presión que ejercieron los distintos procesos de comunidades negras del país, la propiedad sobre los manglares se concretó, mas no se avanzó nada en la discusión con el Ministerio del Medio Ambiente en aspectos como el de los Parques Nacionales en territorios étnicos, y por ello, hoy más de la mitad de nuestro territorio está declarado como parque nacional. La propiedad sobre las casi 12.000 hectáreas de manglar que poseemos fue ratificada por la resolución No. 03305 un año atrás; en total, el Consejo Comunitario posee algo mas de 75.000 hectáreas en la actualidad. De todas formas, somos conscientes de que debemos seguir dialogando con la Unidad de Parques Nacionales para poder solucionar esta situación o al menos para que nuestros conceptos y expectativas sean tenidos en cuenta, así sea en un futuro, “pero que nos tengan en cuenta”.

 

Los retos actuales luego de la titulación y el proceso organizativo

La Titulación Colectiva que logró la organización a través de la Ley 70 de 1993, si bien nos permitió tener más tranquilidad con relación al futuro de nuestra cultura y sobre el poder dejar un legado de tierra a nuestros hijos, también nos trajo otra serie de preocupaciones, ya que Buenaventura, por su carácter de puerto, posibilita mucho el acceso del mundo exterior a nuestras comunidades por parte de agentes en búsqueda de recursos y del conocimiento ancestral sobre las formas de su uso, los cuales, ante los avances tecnológicos, se tornan cada día más importantes; por allí también ingresó la guerra a la región, con todas sus consecuencias para los líderes y representantes comunitarios. En el ámbito interno nos trajo preocupaciones por los conflictos entre la gente por el acceso, uso y aprovechamiento de muchos de los recursos, principalmente por la madera y por los métodos de pesca inadecuados; también nos mostró que nuestro proceso organizativo no es perfecto y que debemos continuar mejorándolo día a día, que no basta tener organizaciones sino que es necesario volverlas más prácticas y eficientes, así como mantener un proceso de fortalecimiento de las mismas, la hermandad y la solidaridad de los cajambreños y de estos con las comunidades para poder avanzar más como colectividades negras en la reivindicación de los derechos de los afrodescendientes en un país con un complejo panorama y además hizo que nos preguntáramos: ¿Cómo vamos a hacer para manejar los bosques colectivos y la biodiversidad? ¿Qué podemos hacer con estos recursos? ¿Cómo podríamos hacer para conservarlos, si la decisión depende de todos?

Como parte de la respuesta, en la actualidad venimos preparándonos para afrontar el proceso de construcción colectiva del “Plan de Manejo Integral de los Territorios Colectivos del río Cajambre” con el auspicio de la Fundación Suiza para la Cooperación al Desarrollo (Swissaid), en un esfuerzo por vencer los obstáculos generados al interior de las comunidades, con el que además esperamos poder ratificar nuestra soberanía y nuestros derechos sobre el territorio del Cajambre.

Igualmente, queremos que el proceso que se inicia sirva para que pensemos colectivamente cómo vamos a mantener nuestra autonomía con respecto a los actores armados, ya que no queremos ver nuestra tierra manchada con sangre de nadie.

El Plan de Manejo Integral engloba cuatro componentes: el ordenamiento territorial, el manejo de los bosques, la investigación y la gestión, y la seguridad alimentaria. Cada uno de estos componentes busca generar una dinámica que fortalezca organizativamente tanto al Consejo Comunitario como a los Comités Veredales; repensar los mecanismos y estrategias con las cuales podamos identificar las nuevas formas de relación de los cajambreños con su entorno; y fortalecer la delimitación de unidades de manejo dentro del territorio de acuerdo a nuestras potencialidades biológicas y a la biodiversidad, es decir, definir normas de uso de los predios colectivos, para que jalonen un proceso de formación local alrededor del manejo territorial y brinden mejores perspectivas a los pobladores de las comunidades.

Para poder formular el enfoque y el contenido del plan de manejo territorial se requirió de muchas discusiones y reflexiones comunitarias, algo que no fue fácil, ya que intentamos recoger las expectativas y opiniones de la mayoría de los pobladores de las comunidades, con todos los intereses que se tienen, para poder conjugarlos y así llegar a una definición final del plan. Reconocimos que será necesario continuar verificando y monitoreando su ejecución y que seguramente en el camino tendremos que llegar a replantear conceptos, pero sin olvidar que lo importante es que seamos concientes de que con esta apuesta de plan de manejo, estamos pensando en el bienestar de las comunidades y en particular de las generaciones futuras. En una primera fase de ejecución, un factor clave para el plan será la concertación de las comunidades y los grupos internos en torno a los códigos de conducta que regulan las actividades humanas en el proceso de apropiación territorial, algo que se ha querido asumir a través del establecimiento de reglamentos internos ya que para mucha gente se trata de una serie de prohibiciones alrededor del acceso, uso y manejo de los recursos naturales y la limitación de ciertas actividades sobre el territorio; esto ha creado controversia y conflicto entre nosotros, pero creemos que es necesario orientar nuestro proceso organizativo y que comprendamos que el territorio es de todos, que se trata de nuestro ambiente, de nuestra vida en común y que en ese sentido es necesario que todos aportemos soluciones. Hasta el momento ese proceso de discusión y reflexión continúa.

Más adelante planteamos la delimitación y reglamentación de unidades territoriales que por su vocación y su biodiversidad, debe servirnos para poder identificar en el futuro nuevas estrategias para el manejo territorial y porque no, nuevas alternativas económicas que se soporten sobre procesos eficientes de manejo forestal y que aporten beneficios económicos a las comunidades. Algunas de las opciones que venimos planteando para los bosques tienen que ver con la recuperación de las semillas forestales de especies valiosas nativas, su reincorporación a los sistemas de producción tradicional agrícola, su posible comercialización, la identificación de productos forestales no maderables potenciales de uso múltiple, la aplicación de prácticas silviculturales sobre ciertas unidades de bosques (liberaciones, refinamientos, enriquecimientos, etc.) para observar su comportamiento, e incluso el establecimiento de áreas comunitarias con fines de protección, principalmente del manglar, dada su complejidad, fragilidad ecológica y que son muchos los beneficios que obtenemos de él, ya que resulta indispensable para el mantenimiento de las distintas comunidades del río.

Contactos:
Benjamín Castaño: becastano@epm.net.co 
Susana Ortiz: susanaom@hotmail.com
Tel. 094-32645175

Publicado en Mayo 05 de 2003| Compartir
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