A través de este artículo pretendemos mostrar los aspectos más relevantes del proceso de formulación del Plan de Ordenamiento Territorial del resguardo Emberá de Gengadó-Patadó adelantado por la OIA como un aporte para el fortalecimiento del gobierno indígena y del control comunitario de nuestro territorio. El resguardo en el cual se desarrolló la experiencia está ubicado en la región occidental colombiana, denominada Chocó Biogeográfico. Está conformada por dos microcuencas en la cuenca media del río Atrato, en la zona de vida “bosque muy húmedo tropical”. Se localiza en el municipio de Vigía del Fuerte del Urabá antioqueño; cuenta con 4.546 hectáreas y con dos asentamientos en los que habitan veinte familias con una población de 98 personas.
La región presenta gran riqueza en fuentes de agua, maderas finas muy escasas y especies animales y vegetales que solo allí se encuentran, por eso su conservación es importante y su recuperación lenta.
Aunque nuestra forma tradicional de organización y asentamiento está basada en pautas de poblamiento disperso, la autoridad dentro del grupo es el padre de familia y en lo espiritual es el jaibaná. A partir de 1990 hemos retomado el cabildo (de origen colonial) como forma de gobierno y representación para luchar por nuestros derechos culturales y territoriales. Desde dicha época hacemos parte de la Organización Indígena de Antioquia y asumimos la vocería en el ámbito regional y nacional.
Los cabildos en esta zona los constituimos, además, con el fin de controlar la explotación de la madera por parte de las comunidades negras; así nombramos a alguien que pudiera hablar con ellos para hacer respetar nuestro territorio.
La región del Atrato está habitada principalmente por comunidades negras e indígenas. A través del trabajo organizativo de la OIA se identificaron algunos problemas comunes a los territorios tradicionales. A partir de esta reflexión promovimos una experiencia piloto de ordenamiento territorial indígena que sirviera como referencia para orientar procesos en comunidades que atraviesan situaciones similares. Las tres razones que originaron esta propuesta fueron:
Pérdida de valiosos recursos silvestres, ocasionados por el desconocimiento del valor real (natural, cultural y comercial) de la gran mayoría de especies forestales y el impacto negativo generado por las prácticas de aprovechamiento forestal mecanizado.
Desarrollo de actividades de aprovechamiento forestal de especies valiosas en la comunidad indígena de Guaguandó, por parte de algunos líderes que desconocían e ignoraban el proceso organizativo, la autoridad del cabildo y el manejo y propiedad comunitaria de los resguardos.En el resguardo se iniciaron negociaciones con madereros de la zona, para hacer un aprovechamiento de abarco, que dejaría a la comunidad gravemente perjudicada.
Además de estas razones generales, seleccionamos el resguardo de Gengadó-Patadó por presentar, entre otras, las siguientes ventajas: es uno de los sitios con mayor cantidad de recursos forestales; el pro- ceso de aprovechamiento estaba en una etapa inicial, con respecto a otros que habían sido objeto de tala indiscriminada del bosque por empresas madereras; había un proceso de diálogo con la comunidad para poner control a esta situación; el resguardo es relativamente pequeño, con un nivel organizativo relativamente fuerte y presenta un buen liderazgo. Además, su cercanía con el río Atrato y la cabecera municipal de Vigía del Fuerte favorecen el fomento de producción de especies silvestres para la comercialización.
Esta experiencia duró cinco años y la desarrollamos en tres fases:
El objetivo de esta fase fue conocer la historia, el estado actual, las necesidades y los intereses de nuestra comunidad en aspectos territoriales y organizativos. También para recordar cómo era la vida antes del descubrimiento y la colonización y cómo nos ha generado cambios culturales y con nuestra relación con el territorio. Esta fase tuvo una duración de dos años, donde los sabios, los historiadores y los jaibanás fueron quienes, en los encuentros, contaron la historia oralmente.
La lucha por nuestro territorio es ancestral. La historia registra enfrentamientos con otros grupos desde siglos atrás, lo que demuestra una apropiación territorial.Nuestras formas organizativas han estado ligadas a dicha apropiación del territorio.
Las sucesivas colonizaciones determinaron cambios importantes para los Emberá, como la introducción de elementos metálicos y el poblamiento disperso como estrategia de supervivencia.
Nuestra autoridad antigua estaba en manos de una persona mayor, pero no anciana, señalada como “la cabeza de todos”. En cambio hoy, los cargos de autoridad y representación del cabildo están ocupados por jóvenes que tienen habilidades para la interlocución externa. El cabildo surge como necesidad de enfrentar las relaciones desiguales con las comunidades negras y el conflicto por la explotación maderera, además de la necesidad de ejercer control social al interior de la comunidad.
Los Emberá no tenemos tierras nuevas, por lo tanto, nuestra mejor alternativa es proteger lo que tenemos. Para ello nos es indispensable aprender a conocer los recursos y administrarlos.
Reconocemos al cabildo como la máxima autoridad, sin embargo, el proceso de reglamentación sobre aprovechamiento de recursos naturales no tiene aplicación en la mayoría de los casos.
Realizamos un ejercicio de cartografía a mano alzada, que fortalece nuestro conocimiento del territorio y permite que hombres y mujeres nos integremos en un mismo espacio para compartirlo.
Las comunidades negras asentadas en los límites de nuestro resguardo necesitan sus tierras para la producción y el aprovechamiento de recursos, por lo tanto, el proceso de manejo territorial debe tener un componente que permita a ambos grupos étnicos compartir áreas del resguardo, pero bajo reglas de juego claras.
Nos permitió determinar participativamente cómo estamos utilizando los suelos del resguardo, conocer acerca de nuestros ríos, vegetación y fauna. El trabajo lo hicimos por medio de mapas a mano alzada y recorridos sobre el territorio, diferenciando las zonas de uso tradicional. Elegimos la ubicación territorial a través de los ríos, las zonas de manejo y el resultado de la interacción entre el saber de la comunidad y de los técnicos.
Desde la perspectiva tradicional, identificamos tres zonas: doandaudebema (parte baja del río), doenzadrabema (parte media del río) y doquembudebema (parte alta del río). En cada una de estas zonas identificamos sus características y problemas.
Desde la visión tradicional, identificamos estos tipos de suelo: egoropaima (negro), egorokuara (amarillo), egoro purru (rojizo) y egoro pavará (azul grisáceo). Para cada uno de ellos determinamos sus características, sus aptitudes y limitaciones de uso y producción.
Desde la perspectiva técnica identificamos: laderas monoclinales (pendientes del 15%), colinas residuales (pendientes suaves), laderas erosionales (son zonas de producción agroforestal con problemas de erosión), superficie de plantación (áreas agrícolas para manejo agroforestal) y terrazas de primer nivel con inundaciones frecuentes (suelos grises y pantanosos ubicados en la parte baja).
Esta identificación nos sirvió para determinar, según la zona, los tipos de especies que se pueden sembrar y conservar, nombrándolas según las denominaciones comunes y científicas. A partir de allí definimos el ordenamiento del resguardo, así:
Realizamos un proceso investigativo participativo no muy sencillo, porque en las comunidades se generaron algunas resistencias por no estar acostumbrados a encontrarnos con técnicos. Suponíamos, en algunos casos, que iban a robarnos nuestro conocimiento tradicional y nuestros recursos silvestres.
La investigación giró en torno a dos áreas: uso y manejo de recursos no maderables y manejo de recursos forestales.
Teniendo en cuenta estos criterios propusimos, la comunidad y los técnicos, seleccionar 15 de estas especies de plantas para: Ensayos agroecológicos, enriquecimiento del bosque, montaje de parcelas agroforestales o huertos mixtos y ensayos locales de comercialización a corto plazo.
Los pasos a seguir son la formulación de proyectos de trabajo para aplicar y dar seguimiento al plan de manejo y la zonificación acordada, así como la socialización con otras comunidades para adaptar la metodología según el nivel organizativo, el cultural y las condiciones sociopolíticas de la región. En el ámbito regional, estamos actualizando la política territorial del plan de etnodesarrollo de los pueblos indígenas de Antioquia, formulado hace diez años, y del cual se desprendió esta experiencia. Allí definimos llevar a cabo unas experiencias piloto que hoy deben ser asimiladas para redefinir estrategias regionales y emprender nuevas experiencias.
La sostenibilidad del proceso de ordenamiento y control de nuestro territorio se logrará dándole continuidad a través de un seguimiento sistemático que permita garantizar su implementación. Ello requeriría ser persistentes en la estrategia dentro de la política territorial de la organización, ya que además, es necesario asegurar los recursos económicos y humanos para el seguimiento y consolidación de la experiencia.
Sin embargo, aspectos de tipo económico y de orden público en la región han sido factores limitantes para dar continuidad sistemática al proceso y a la consolidación del plan de manejo de nuestro territorio.
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