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El municipio de Montería: entre el progreso de la ciudad y el abandono del campo

Víctor Negrete Barrera , Colombia, Agosto 20 de 2013, Este artículo ha sido consultado 12015 veces

Montería es una ciudad intermedia, localizada en la parte sur de la Costa Caribe colombiana, capital del departamento de Córdoba. Contaba en el 2011 con 319.135 habitantes y el sector rural del municipio con 96.661 para un total de 415.796. La sola ciudad representa el 25% de la población del departamento que es de 1.607.463 personas según proyección del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). En los últimos años la ciudad ha cambiado. En especial la zona céntrica y las que corresponden a los barrios de estratos medios y altos. Se nota el dinamismo y ampliación del comercio representado en miles de negocios, consultorios, oficinas y talleres de todos los niveles y tamaños. Adecuados servicios de acueducto, energía eléctrica, recolección de basuras, gas domiciliario y transporte urbano. Un parque automotor moderno, cada vez más numeroso, que congestiona las calles y miles de motociclistas, la mayoría convertidos en mototaxistas porque no tienen otra manera de ganarse la vida. Construcciones, remodelaciones, adaptaciones en viviendas y urbanizaciones de estratos cuatro, cinco y seis; mejoramiento en los parques, escenarios deportivos y vías. Grandes clínicas, restaurantes, almacenes de cadena, hoteles, bodegas, terminal de transporte, entre otros que le dan un aspecto de ciudad organizada y limpia.

La importancia de Montería para las distintas clases de inversionistas, así como para los grupos armados ilegales (guerrilla, paramilitares, narcotráfico y los de la posdesmovilización) radica en que es el centro político, administrativo, judicial, financiero, comercial, empresarial y de educación superior no solo del departamento sino de zonas de Sucre, los Urabá antioqueño y chocoano y el bajo Cauca; desde hace varios años, antes de la desmovilización, la convirtieron en lugar propicio para invertir con dineros lícitos e ilícitos; el medio centenar de asentamientos subnormales que hacen parte de su población les aporta una numerosa mano de obra de adolescentes y jóvenes sin oportunidades de estudios técnicos o profesionales, falta de empleo, con familias incompletas y problemas de convivencia en un medio de alto nivel de riesgos sociales; la cercanía y colaboración que mantuvo la dirigencia del departamento con los principales jefes paramilitares de las AUC Salvatore Mancuso y Carlos Castaño. En cuanto a inseguridad la ciudad presenta un cuadro preocupante de delitos de distintos tipos. Sobresalen los homicidios, extorsión, amenazas, lesiones, hurto a personas, residencias, comercio y motocicletas, fleteos, incautación de drogas, tráfico de estupefacientes y reclutamientos.


…y el deterioro progresivo de la vida en el campo

Con la mentalidad de los propietarios de origen foráneo y de algunos raizales (para ellos la ganadería es la base del desarrollo y la riqueza) y el inicio de estas y demás obras ejecutadas después con estas mismas intenciones quedó bloqueado, al parecer definitivamente, el propósito de que estos recursos sean reconocidos como bien público, que cumplen una función social de extrema utilidad para las comunidades pobres de sus riberas y alrededores.

Con esta base, mentalidad y obras públicas, la ausencia de autoridad por parte de administraciones municipales y departamentales y de los organismos ambientales, muchos propietarios se consideran dueños absolutos de estos recursos y por su propia cuenta y riesgo realizan acciones de gran impacto ambiental y socioeconómico como:

- Taponan, cambian y modifican cursos de aguas.

- Ocasionan perjuicios a vecinos, barrios y veredas durante las inundaciones.

- Cercan, canalizan, contaminan sedimentan y desecan ciénagas.

- Impiden el acceso a la comunidad y el aprovechamiento de los recursos de estas fuentes, muchas veces de manera violenta e intimidatoria.

- Han destruido numerosos hábitats por el cultivo de pastos, algo similar están haciendo con las crías de búfalos, cada vez más numerosas.

- Han hecho desaparecer los playones y las grandes extensiones de junco, nea, bocachica, bijao y otras plantas útiles.

- Han incorporado a sus pertenencias, previa corrida de cercas, tierras y recursos naturales del Estado, sin reconocimiento alguno a las comunidades que las usufructuaron de manera colectiva durante muchos años ni a las entidades territoriales correspondientes.

- Han ayudado a empobrecer a las comunidades con la desaparición o deterioro progresivo de las aguas y bosques, que en nuestro caso es evidente, principió hace rato el proceso de desequilibrio que ha ocasionado una reducción del potencial productivo y económico de las tierras y el abandono acelerado de la población rural. La mayoría de las ciénagas y otras fuentes de agua han sido intervenidas de manera negativa por favorecer la ganadería extensiva, los cultivos de teca, melina, acacia y eucalipto y la bufalería.

- Movidos por la concepción de lo que se necesita es tierra y los jagüeyes necesarios para mantener los hatos ganaderos, muchos propietarios, algunas entidades gubernamentales y ciertos sectores de las comunidades, se dieron a la terea y aprobaron acciones contra las fuentes de agua. Hoy, la pérdida es cuantiosa y parece ser irremediable.

 

Tres ejemplos a tener en cuenta

Ciénaga Redonda de Martinica: Situada a 15 kilómetros de Montería. En 1973 el Incora delimitó 4.000 hectáreas, dos años después sin razón conocida pasó a tener 2.816 y así, sucesivamente, la han achicado hasta quedar reducida a menos de mil hectáreas y en poder real de los hacendados.

Esta ciénaga era una fuente de sostenibilidad y seguridad alimenticia de mil familias que vivían en sus alrededores. Era un legado cultural llamado cultura anfibia que les permitía vivir de la pesca, caza y agricultura. En los meses que el río no inundaba los playones sembraban maíz, plátano, ñame, frijol, hortalizas, patillas, pepinos; criaban cerdos, gallinas, pavos, patos, morrocoyes y durante las crecientes pescaban bocachicos, bagres, doradas, barbules, moncholos. Pero llegaron los hacendados, le abrieron canales para desaguarla y a medida que secaban se apropiaban de los terrenos. La institucionalidad encargada de la protección de los recursos naturales permaneció callada a pesar de denuncias y demandas. Nada los detuvo, incluso se valieron de sicarios y grupos armados ilegales para matar, desplazar y amenazar.

Ciénaga El Cerrito. El pueblo fue fundado en 1800 y su ciénaga de 1.590 hectáreas fue desecada por el Incora el 1968, con la promesa que las tierras que se recuperarían las entregarían en su totalidad a los campesinos sin tierra del pueblo. Como no cumplieron y el pueblo reclamó en 1977 declararon baldíos los terrenos que conformaron la ciénaga y los playones; dos años después los reservaron con destino a una colonización especial y en 1981 empezaron a adjudicar predios a ricos y políticos de Montería. En la actualidad el pueblo vive en precarias condiciones, con dificultad mantiene su población y prácticamente lo sostiene el trabajo informal de hombres y mujeres que salen todos los días a Montería, situada a 18 kilómetros.

La margen izquierda del río Sinú. La margen izquierda del río Sinú, desde el sur del municipio de Montería hasta la desembocadura del río en el mar Caribe, es una zona baja, inundable, hasta hace treinta años era rica en ciénagas, bajos, pantanos, lagos, lagunas. Contaba con más de 40 ecosistemas de estos y en un término relativamente corto de 40 años acabaron con el 85% de ellos. 

 

Los alimentos en riesgo

La mayoría de las familias campesinas del municipio no tienen tierra o cuentan con muy poco y no es lo suficiente para sobrevivir. Un porcentaje mínimo de estas familias, valiéndose de tierras arrendadas, a medias o prestadas, cultivan productos de pancoger como plátano, yuca, ñame, arroz, batata y ahuyama, entre otras; frutas como mango, guayaba, cítricos, níspero, zapote, aguacate, patilla, papaya; condimentos como orégano, limoncillo, boldo, jengibre; hortalizas como tomate, ají, berenjena, pepino, cebollín, cilantro, calabaza, col, lechuga; así como plantas aromáticas y ornamentales. Los patios también los utilizan para la cría de gallinas, cerdos, patos, pavos y conejos.

A pesar de la poca tierra que tienen corren el riesgo de perderla por despojo o ventas forzadas; el acceso por arriendo, medianería o préstamo es cada vez más difícil por el costo, la siembra de pastos, las enfermedades de plantas y animales. A esto debemos agregarle el viacrucis de sacar la pequeña producción por vías en mal estado, costos del transporte o control de grupos armados ilegales. Y obviamente la ausencia de políticas y programas que favorezcan de verdad a los pequeños productores de la seguridad alimentaria. Lo cierto es que el riesgo crece todos los días.

Publicado en Agosto 20 de 2013| Compartir
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