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Ilustración portada:
Maíces criollos de Colombia (Beatríz Bermúdez)
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Publicación auspiciada por Swissaid

Contexto

El cultivo de maíz en Colombia

Lina María salgar, Colombia, Enero 19 de 2005, Este artículo ha sido consultado 171821 veces

El territorio de Colombia, desde la época prehispánica, ha sido un punto geográfico clave para el contacto terrestre entre el sur y el centro/norte de América. De esta manera jugó un papel muy importante en la distribución temprana del maíz, así como de otros alimentos (Bernal 1992). Las características ambientales, sociales, tecnológicas y culturales presentes en las diferentes regiones geográficas del país, han generado condiciones propicias para el desarrollo de muchas razas, variedades, híbridos y ecotipos nativos de maíz adaptadas a diferentes condiciones del clima, dedisponibilidad de agua y resistencia a plagas y enfermedades, entre otras. De esta manera, en Colombia se ha cultivado maíz en casi todos los ecosistemas en donde ha existido agricultura, con mayor intensidad en las tierras bajas tropicales del Caribe y en las zonas templadas y frías de la región Andina.


Colombia un país megadiverso en maíz

En el país, el maíz ha sido uno de los alimentos básicos desde antes de la llegada de los españoles. Es una de las especies que más influencia ha presentado en los sistemas productivos pues es primordial en la seguridad alimentaria como lo evidencia la cantidad de variedades presentes en todo el territorio nacional. Según los estudios1, en Colombia existen 23 razas de maíz y en los bancos nacionales de germoplasma se tiene registradas 5.600 accesiones. Existe una enorme variabilidad entre plantas de la misma raza, razón por la que los campesinos e indígenas reconocen gran cantidad de variedades y ecotipos y, probablemente una misma variedad tenga diferentes nombres en distintas zonas del país.

 

Sistemas de cultivo de maíz

En Colombia se pueden diferenciar dos sistemas de producción: el sistema tecnificado y el sistema tradicional, aunque es frecuente la combinación de ellos (Quintero 1999):

·         El sistema tecnificado hace referencia a los monocultivos de más de cinco hectáreas. Se desarrolla en terrenos planos, de buena fertilidad y disponibilidad de agua; utiliza tecnologías basadas en la mecanización para la preparación del suelo y la siembra, el uso de semillas mejoradas, fertilizantes y plaguicidas químicos.

·         El sistema tradicional se adelanta en muchas regiones del país en donde predomina la economía campesina. En general se realiza en suelos con baja fertilidad, en minifundios menores a cinco hectáreas. Generalmente se lleva a cabo con capital propio pero en algunos casos se usan créditos extrabancarios. Es frecuente el crédito en especie mediante suministro de bienes básicos para ser pagados con la cosecha. En general el cultivo del maíz se basa en el uso de una amplia diversidad de variedades criollas y la utilización limitada de híbridos. La mano de obra es familiar, el grado de mecanización es muy bajo al igual que el uso de insumos químicos. La preparación del suelo es mínima, se hace arando con bueyes y azadón y se siembra a chuzo. En zonas frías generalmente se siembra en asocio con fríjol, papa, haba y arveja, usando como cultivo de rotación el trigo y la papa, mientras que en zonas cálidas se asocia con yuca, café, cacao, plátano y fríjol. Los rendimientos de la producción tradicional no son altos, en gran parte, porque las tierras usadas para ello son generalmente suelos pobres y, además, en muchos casos no se utilizan las semillas adecuadas para estas condiciones.

 

Producción vs. Importación de maíz
La producción nacional

En la región Caribe se concentra la mayor producción de maíz del país. Allí se siembra tanto en tierras muy fértiles, en grandes extensiones de monocultivos con híbridos y variedades «mejoradas»; como también en zonas marginales de poca fertilidad y disponibilidad de agua. En estas últimas están ubicadas la mayoría de las comunidades indígenas y campesinas, quienes poseen una enorme diversidad de variedades locales, que han evolucionado adaptándose a las condiciones ambientales, socioeconómicas y culturales de la región. Así, este cereal se ha constituido en la base no sólo de la cultura, sino también de la soberanía alimentaria de las poblaciones indígenas y campesinas. A pesar de las condiciones extremadamente limitantes en las que se hace el cultivo de maíz por los pequeños productores, paradójicamente son ellos quienes suministran en conjunto el mayor volumen de la producción en la región Caribe. 

Otra región de Colombia que es de gran importancia en la producción de maíz es la región Andina. Sus variados pisos térmicos favorecen la adaptación de distintas variedades y razas, por tanto, allí también se cultiva ampliamente este cereal. Sin embargo la mayor parte de la producción está en manos de pequeños agricultores ubicados en zonas de ladera, en condiciones igualmente limitadas respecto a fertilidad de suelos y condiciones productivas y de mercadeo adecuadas. Igualmente para las comunidades indígenas y campesinas de la región el maíz es uno de los alimentos fundamentales de la cultura y de la alimentación. No obstante, debido a la fuerte presión ejercida desde hace varias décadas por los modelos de producción basados en la revolución verde, en algunas zonas de la región Andina se ha perdido gran cantidad de variedades nativas que allí existían. Por otro lado, en la región Andina también se siembra maíz en plantaciones de monocultivo, especialmente en los valles interandinos de alta fertilidad y condiciones de mecanización. Su producción se destina principalmente para suplir necesidades de la industria de alimentos y concentrados para animales.

En la región de los Llanos Orientales, enla Amazonía y en el Pacífico, el cultivo de maíz se realiza dentro del contexto de la agricultura tradicional. En las comunidades indígenas, campesinas y negras, el maíz  es un componente importante de los sistemas de producción diversificados. En muchos casos estos sistemas se basan en la agroforestería, que  integra los cultivos transitorios con los forestales. Aquí, el maíz es uno de los cultivos transitorios fundamentales; se establece bajo el sistema de roza, tumba y quema del bosque y, en las zonas muy húmedas como el Pacífico, bajo el sistema de tumba y pudre. En las zonas de colonización, el maíz es el cultivo colonizador de suelos más importante; se siembra luego de tumbar y quemar el bosque durante dos o tres cosechas, asociándolo con otos cultivos como plátano, yuca y caña. Luego, al agotarse la fertilidad de los suelos, en algunos casos se abandona el terreno y se abren otras parcelas en el bosque. En muchos casos, en los terrenos abandonados se establecen pastos para la ganadería extensiva y también cultivos ilícitos.

 

Área de cultivo y volúmenes de producción

La producción nacional de maíz en el año 2003 fue de 1’208.595 toneladas. De éstas, 551.782 corresponden a maíz tecnificado y 656.813 a maíz tradicional. El área total de cultivo para el mismo año fue de 567.631 hectáreas , de las cuales 414.678 fueron sembradas bajo el sistema tradicional de pequeños agricultores. La región Caribe es la zona de mayor producción en el país. Para 2001, en esta región se cosecharon 550 mil toneladas (44.5% de la producción nacional) y en la región Andina la producción superó las 430 mil toneladas (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2003).

 

Producción nacional e importaciones de maíz

A pesar de las limitaciones de la producción de maíz realizada por los pequeños agricultores, bajo las tecnologías tradicionales, las anteriores cifras reflejan que dichos agricultores aportan un volumen cercano al 55% de la producción nacional. La producción de maíz tradicional está destinada especialmente para el consumo humano, mientras que la producción tecnificada, en su gran mayoría, se destina a suplir la demanda de insumos de la industria alimenticia y de concentrados para animales. Es decir, gran parte del maíz que se requiere para alimentar a la población colombiana es abastecida por los pequeños agricultores. La soberanía alimentaria del país depende en gran parte de la supervivencia de ellos y de sus sistemas tradicionales de cultivo. De esta manera, para el país es de trascendental importancia que las políticas gubernamentales de fomento agrícola se orienten hacia la protección y fortalecimiento del sector productivo de pequeños agricultores.

 

De la autosuficiencia a las importaciones

En la última década Colombia pasó, de ser autosuficiente respecto a sus cultivos básicos y al suministro de alimentos, a ser importador de muchos productos que sustentan la agricultura y la alimentación. Según el Ministerio de Agricultura, durante la década del noventa el área total sembrada con cultivos transitorios disminuyó en 800 mil hectáreas y en 2003 se importaron cerca de ocho millones de toneladas de alimentos, de los cuales dos millones correspondieron al maíz.

Este fenómeno está relacionado, por un lado, con la apertura económica, que resultó ser una apertura unilateral de los países del sur a la importación masiva de alimentos, frente a los sectores agrícolas de países del norte que cuentan con subsidios. Esto ha generado una profunda crisis en la agricultura de países como Colombia.

Por otro lado, se relaciona con la política agraria Nacional que ha fomentado  el uso de tecnologías de monocultivos basados en la revolución verde. Este modelo productivo ha deteriorado los ecosistemas, ha causado impactos socioeconómicos negativos y ha afectado la seguridad alimentaria, especialmente de los pequeños agricultores. La crisis del sector agrícola también está ligada al conflicto armado, donde los más afectados han sido las comunidades locales desplazadas de sus territorios tradicionales. Se calcula que cerca de tres millones de personas fueron desplazadas en los últimos 15 años, lo que ha llevado a la concentración de las mejores tierras de uso agrícola y pecuario, en manos de los actores armados y de grandes terratenientes, quienes les han dado usos inadecuados como cultivos ilícitos y ganadería extensiva altamente, degradadores de los ecosistemas.

Es así que en la década de los noventa, la cantidad de cereales importados creció desproporcionada-mente respecto a las exportaciones del país2, destacándose el incremento de importaciones de maíz, trigo, soya, cebada, arroz, legumbres y hortalizas (Balcázar 1998). El caso del maíz es uno de los más críticos. Los programas de apertura económica han favorecido la entrada masiva de maíz proveniente de Estados Unidos, el cual es fuertemente subsidiado por dicho gobierno y, por tanto, es más económico y competitivo en el mercado con respecto al maíz producido por los agricultores colombianos. Esta situación hace que la producción nacional sea insostenible y poco rentable. 

Frente a la crisis, el gobierno ha promovido el Programa de Oferta Agropecuaria Proagro, para hacer más competitivas las cadenas productivas y reactivar el sector agropecuario. Una de éstas es la cadena avícola-porcícola, en la que son estratégicos el maíz amarillo, la yuca y la soya. Se pretende sustituir la importación de estos productos mediante el fomento de la producción nacional y destinar esta producción a las industrias alimenticias que hacen parte de esta cadena. Los agricultores que se involucran en las cadenas están obligados a adoptar los paquetes tecnológicos promovidos por el Estado y por las industrias que controlan estas tecnologías basadas en la producción agroindustrial.               

Sin embargo, cuando los pequeños productores campesinos e indígenas se han vinculado a las cadenas productivas, especialmente en el caso del maíz,  ha sido un fracaso. Como ya se mencionó, el Proagro promueve un paquete tecnológico basado en semillas de la industria, inadecuadas para las condiciones ambientales y socioeconómicas de estos productores, en cuanto a la adaptación,  productividad y dependencia a los agroquímicos. En muchos casos les ha generado pérdidas económicas, los ha llevado a la quiebra, o quedan con deudas impagables.

Adicionalmente, el mercado está controlado por intermediarios que imponen los precios por debajo de los costos de producción. Evidentemente estas son condiciones desfavorables para los agricultores, quienes en muchos casos tienen enormes pérdidas económicas (Recar, 2002).

No obstante las medidas tomadas por el gobierno para fomentar el cultivo del maíz, ha aumentado el volumen de importaciones de maíz progresivamente. En el año 1999 se importaron 1’567.242 toneladas de maíz, principalmente de Estados Unidos y en menor cantidad de Argentina y Bolivia, (Contraloría General de la República 2000) y para 2003 aumentó a más de dos millones de toneladas. Esta situación está acompañada por la disminución de la superficie cultivada con maíz a lo largo de esta década.
Aunque el país cuenta con suficientes tierras con vocación agrícola para satisfacer su seguridad alimentaria, el Estado sigue estimulando las tecnologías basadas en semillas «de alta respuesta» a insumos, para obtener más rendimientos por hectárea. De esta manera, proyecta aumentar la producción nacional de maíz en 725.000 toneladas para 2006 (Ministerio de Agricultura, 2003). No obstante, es poco probable que se pueda cumplir esta meta si no se tiene en cuenta que, en la reactivación del sector agrícola colombiano, es fundamental abordar de forma integral los factores ambientales, económicos, culturales, políticos y tecnológicos de los cuales depende la producción. 

 

El maíz transgénico: amenaza al «Patrimonio de los pueblos»

Actualmente, las políticas nacionales e internacionales sobre biodiversidad y recursos genéticos llevan a la concentración y control de los recursos por parte de las empresas, mediante la aplicación de patentes u otras formas de propiedad intelectual. Estos mecanismos desconocen los derechos colectivos de las comunidades sobre la biodiversidad y sus territorios. Adicionalmente, no se han realizado estudios suficientes que garanticen la seguridad y beneficios reales de los productos modificados genéticamente, especialmente en países megadiversos como Colombia. Por tanto, hay muchos interrogantes con respecto a las implicaciones socioeconómicos que los cultivos y alimentos transgénicos puedan ocasionar, así como los posibles riesgos e impactos sobre el ambiente y la salud humana.

 

Año

Superficie cosechada (hectáreas)

Producción (Toneladas)

Consumo nacional (%)

Importación (Toneladas)

Consumo nacional (%)

1972

624.500

806.200

99.92

600

0.08

1992

695.656

1.055.670

67.9

500.000

32.1

2003

567.631

1.208.595

38

2.031.673

62

 

Tratados de Libre Comercio: «una trampa mortal»

El Tratado de Libre Comercio que Colombia pretende firmar con Estados Unidos actualmente, busca ampliar el dominio de las transnacionales de ese país y la subordinación política y económica de todos los sectores de nuestra sociedad. Especialmente, tendría graves implicaciones sobre los recursos y los territorios de los pueblos indígenas y campesinos de Colombia.

Luego de que México suscribió el TLCAN el sector agrícola de este país se ha visto muy afectado. Especialmente el maíz ha recibido un fuerte golpe, pues pasó de ser autosuficiente y exportador en la década de los noventa, a estar obligado a importar de Estados Unidos 8,4 millones de toneladas de maíz en el año 2003.

Esta misma situación le sucederá a los sectores agro-pecuarios de los países latinoamericanos que suscriban el TLC con Estados Unidos. Los tratados que ya firmaron Chile y los países centroamericanos, y que firmarán próximamente los países Andinos, dejan en condiciones desiguales a nuestra agricultura, nos dejan a merced de la invasión de productos subsidiados como maíz, soya y trigo. Esto ocasionaría el colapso de nuestra agricultura y nos haría dependientes de las transnacionales que controlan la agricultura y la alimentación. Para Estados Unidos el tema del maíz es una de sus prioridades dado que el consumo interno de este país es sólo un tercio de su producción nacional. Estados Unidos necesita poner en el mercado internacional la enorme sobreproducción del cereal, pero la única forma de hacerlo es estrangulando a los productores de nuestros países.

Los impactos negativos del TLC tendrán mayor alcance y amplitud en el capítulo sobre agricultura. De dentro de los aspectos más críticos en esta negociación se plantean entre otros:

·         La profundización y ampliación de la aplicación de políticas de apertura en la agricultura, la eliminación de las medidas económicas de apoyo o subsidios a los productos y productores nacionales (especialmente a los pequeños agricultores).

·         La apertura total de las puertas de nuestros países a los productos agrícolas importados.

·         La restricción a las autoridades gubernamentales para regular las importaciones y exportaciones, que incluye cultivos y productos transgénicos. Es decir, que el país no podría oponerse a la entrada y salida de estos productos.

·         El endurecimiento de las exigencias de sanidad agrícola y de otras restricciones no arancelarias, para los productos que podrían entrar a Estados Unidos. Adicionalmente, la simplificación o eliminación de los controles fronterizos de nuestros países para controlar la calidad de los alimentos y productos agrícolas importados.

Sin embargo, los países del norte siguen priorizando la protección de sus sectores productivos agrícolas a través de enormes subsidios y, mientras esto siga sucediendo, los precios internacionales de los principales productos de consumo básico, continuarán distorsionados y haciendo inviable la producción y comercialización de éstos en nuestros países (GRAIN, 2003, 2004).

Es evidente que la política gubernamental de fomento para el cultivo del maíz, está dirigida hacia los medianos y grandes productores que utilizan tecnologías avanzadas, de tal forma que puedan ser altamente competitivos frente al mercado internacional. Definitivamente el sector conformado por pequeños productores será el más golpeado por las nuevas negociaciones, que se están discutiendo en el marco de los acuerdos de libre comercio en la OMC y en los TLC. Los pequeños productores no podrían llegar a ser competitivos en las nuevas condiciones del mercado y esto no sólo afectaría su economía sino la producción nacional de maíz, debido a que un porcentaje muy alto de ésta es realizada por ellos.

 

Frente  a este panorama, ¿Qué plantean las comunidades locales?

Como respuesta a los fracasados modelos de producción agrícola que se basan en monocultivos y semillas mejoradas, en Colombia muchas organizaciones campesinas e indígenas están implementando sistemas de producción alternativos sostenibles con enfoques agroecológicos, especialmente en la última década. Estas estrategias productivas les han permitido obtener una producción en armonía con el ambiente, el control de sus recursos y medios productivos y, especialmente, el fortalecimiento de su soberanía alimentaria.

Las comunidades y organizaciones locales están adelantando acciones que conllevan a la defensa y a la recuperación de los recursos genéticos. Para ello realizan prácticas de conservación, manejo e intercambio de las semillas criollas que están muy bien adaptadas a sus ecosistemas y a sus necesidades productivas. Adicionalmente están trabajando en la recuperación de la alimentación tradicional y los conocimientos culinarios.

Las políticas agrícolas del gobierno se enfocan hacia el fomento de la producción agroindustrial a gran escala, bajo el principio de la «competitividad». Para el caso del maíz, se busca satisfacer la demanda del mercado, promoviendo la sustitución de las importaciones, pero bajo el criterio que sólo los grandes agricultores tecnificados pueden competir en un mercado totalmente distorsionado por los subsidios de los países del Norte. Sin embargo, estas políticas no resuelven las necesidades y limitaciones de la economía campesina y dejan a la deriva a los pequeños productores. Por ello, esta nueva corriente de productores agroecológicos, busca que el Estado reconozca el papel que ellos desempeñan en la búsqueda de la seguridad alimentaria del país, como una alternativa viable y sustentable. Además reclaman que el Estado los apoye y que sean incluidos dentro de las actividades de fomento para el sector agropecuario.

Las organizaciones locales, con el apoyo del movimiento ambientalista, están construyendo posiciones de rechazo y propuestas frente a las políticas del Estado, en temas relacionados con la biodiversidad, recursos genéticos y la agricultura; que incluyen aspectos como:

El rechazo a todas las formas de privatización de la vida, mediante patentes o cualquier forma de propiedad intelectual, que desconozcan los derechos colectivos sobre la biodiversidad y sus territorios. Adicionalmente, el rechazo de la introducción de semillas y alimentos transgénicos en Colombia. Y también, el rechazo de los Tratados de Libre Comercio (TLC) que nuestro país está actualmente negociando con Estados Unidos, debido a los impactos negativos que generará sobre los recursos y los territorios de los pueblos indígenas y campesinos del país.

 

Bibliografía

- Balcázar, A. et al, 1998. ¿Del proteccionismo a la apertura?. Misión Rural, IICA – TM Editores. Bogotá. Citado por Sánchez (2002) en Cuadernos Tierra y Justicia.

- Bernal, D, 1992. Colombia y Venezuela en la historia del maíz. Agricultura Tropical. Vol 29 (2):100-125. Colombia.

- Contraloría General de la República, 2000. Estados de los recursos naturales y del ambiente 1999-2000. Políticas ambientales, ciudades y biodiversidad. Imprenta Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia.

- GRAIN, 2003. Una introducción al ALCA. Las negociaciones por un Tratado de Libre Comercio en las Américas y las muchas razones para oponerse a él. Enero de 2003. 20p

- GRAIN, 2004. La enfermedad del momento: Trataditis aguditis. Mitos y consecuencias de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos. Mayo de 2004. 12p.

- Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia, 2001. Anuario estadístico del sector agropecuario y pesquero. Dirección Política Sectorial. Bogotá, Colombia.

- Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia, 2003. Anuario estadístico del sector agropecuario y pesquero. Dirección Política Sectorial. Bogotá, Colombia.

- Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia, 2003. Manejo social del campo 2002-2006. Bogotá, Colombia.

- Quintero, L., 1999. La producción y comercialización de granos y algodón en Colombia. Bolsa Nacional Agropecuaria. Le’Print Club Express. Bogotá, Colombia.

- RECAR, 2002. Los maíces criollos: historia y diversidad en la región caribe colombiana. Cartilla. Colombia.

- Roberts, L., Grant, U., Ramírez, R., Hatheway W. y Smith, D.  1957. Razas de maíz en Colombia. Boletín Técnico (2). Ministerio de Agricultura de Colombia. Departamento de Investigación agropecuaria. Bogotá, Colombia.

- Torregrosa, M., 1957. Razas de maíz en la Costa Atlántica colombiana. Facultad de Agronomía. Universidad Nacional. Medellín. Trabajo de grado.

 

____________________________________________

1 Trabajos de Roberts et al  (1957) y Torregrosa (1957).

2 Carlos de León. Entrevistado en la revista El Cerealista. Fenalce 2003.

Publicado en Enero 19 de 2005| Compartir
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