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Economía campesina y ciudad

Jaime Forero Alvarez , Colombia, Agosto 20 de 2013, Este artículo ha sido consultado 7693 veces

En Colombia, alrededor del 51% de la producción agrícola viene de las fincas campesinas. Para el 2008 era casi el 60%, aunque esta diferencia se puede expresar debido a los cambios metodológicos en la formulación de las investigaciones y el uso de nuevas fuentes. Con base en la entrada de alimentos de todo el país que entran a Corabastos encontramos que casi el 80% de estos provienen de las zonas más cercanas. Por eso se calcula que más del 60% de los alimentos de Bogotá provienen de la economía campesina, aunque se debe aclarar que estos estudios dejan por fuera los productos de origen animal, pecuarios y las importaciones. Antes del auge de las importaciones el campesinado aportaba alimentos en la canasta familiar en un equivalente al 35% y alrededor del 70% la producción de los alimentos era generada por los campesinos.

 

Hoy en día no existe el cálculo exacto, pero el aporte de los campesinos es del orden del 25%. Existe otra parte que equivale a los productos pecuarios, vegetales industrializados y los importados que cada vez tiene más auge en la economía de los capitalinos. Aun así, en Bogotá se consume alrededor del 80% de la papa que producen los campesinos, la mayoría de las hortalizas, el frijol en un 100%, la panela en un 90% y casi todas las frutas del consumo interno. Hay casos como la leche, donde podemos ver que se consume alrededor del 40% de la producción campesina. La economía campesina por lo general no provoca grandes impactos en los ecosistemas a excepción de algunos cultivos que tienen problemas muy severos, principalmente en papa y ganadería extensiva, que generan impactos en regulación hídrica, erosión y contaminación.

 

Pero cuando hablamos de ganadería no debemos contar con la producción de leche, en donde los impactos son menores, en la medida que el suelo son desprotegidos y las pasturas son robustas. A pesar de las amenazas, el campesinado sigue siendo protagonista fundamental dentro del sistema agroalimentario y es parte vital de nuestra seguridad alimentaria. A diferencia del empresario capitalista, el campesino es menos volátil y más persistente por su capacidad de adaptación y posee a una mayor capacidad a las crisis de los precios y los climas. Además, cuando la tierra que labra la considera un activo económico pero también un patrimonio cultural. Esta lucha por permanecer en el territorio, lo incentiva a proponer nuevas alternativas productivas por el simple hecho de prevalecer. Campo en la ciudad Bogotá tiene como característica su micro verticalidad climática, que genera una gran heterogeneidad de producción que se representa por la configuración del país, por estar en la cima de una cordillera y en la zona centro. Esto le permite tener una conexión con muchas partes del país. Es así como el plátano del Arauca y Armenia, el tomate de la Costa, la papa de Ipiales, llega en uno o dos días a Bogotá. Estoy va configurando un mercado nacional con un relativo fácil acceso a los alimentos a pesar de una pésima red vial y de otras consecuencias adversas.

En Bogotá encontramos las plazas de mercado, que son una parte importante pero no la sustancial de la economía popular de distribución de alimentos. Además de las plazas, existen bodegas, conglomerados en los barrios populares y tiendas. Hay una desactualización de las cifras. Hay cifras que conllevan a pensar que en Bogotá se consume alrededor del 43% de productos procesados y un 83% de productos no procesados.

Así mismo, encontramos solo en Bogotá alrededor de 140 mil agentes en el abastecimiento de alimentos que cubren todos los estratos. Si bien en los altos estratos el consumidor paga la comodidad y va a los supermercados, en las tiendas consigue aquellos productos que no encuentran en las grandes superficies, pero al parecer a precios más altos. Por contraste en los sectores populares, las tiendas colocan los alimentos a precios más bajos y además ofrecen servicios complementarios. Con esto se deduce que las plazas son insubsistentes y que generan apenas unos pequeños porcentajes de todos los sectores que ofrecen los alimentos en la ciudad.

En la producción de alimentos para Bogotá se ha definido que el sistema es muy nocivo ya que se pagan precios muy bajos y que esto ha aumentado la pobreza rural. Pero según los estudios realizados por la Universidad Javeriana en algunos productos específicos encontramos que resultan siendo remunerativos. No hay evidencias empíricas que la intermediación rural urbana sea nociva para el campesinado. Es exagerado afirmar que esos precios no remuneran los costos pues de ser así no habría papa, frijol, panela ni plátano.

Es improbable que esos productos con un alto composición monetaria permanezcan en el mercado si los campesinos los están vendiendo por debajo de su costo. La evidencia muestra que se mantienen y solo en algunos momentos por diferentes variables pueden llegar a estar debajo de sus costos. Pero no es nocivo pues un sector que estuviera sometido a esto desaparecería. Los tecnócratas, promotores rurales gubernamentales y no gubernamentales vienen planteando la eliminación de los intermediarios y substitución por otro sistema solidario y cooperativo basado en intercambios recíprocos, un sistema moderno operado por eficientes compañías. Según ellos, los intermediarios son los causantes de los problemas económicos de los campesinos. Nosotros particularmente hemos encontrado evidencias que muestran lo contrario, que la eliminación del sistema no es la vía, sino el ajuste y la regulación y la introducción de mecanismos que permitan un mejor funcionamiento del sistema. Corabastos A pesar de los problemas, Corabastos sigue siendo el centro más grande de abastecimiento no sólo de Bogota, sino también de buena parte del país.

Es una equivocación por ello la posición del Ministerio de Agricultura y el gobierno al decidir vender el 20% de sus acciones y apartarse de la central mayorista aduciendo que existen fenómenos de criminalidad, tráfico de drogas y armas. Por el contrario, lo que podría hacer el gobierno es impulsar una regulación que trate de solucionar los grandes problemas de préstamos muy altos, especulación, arrendamiento de las bodegas, pues todos estos factores encarecen los productos. A pesar de estas circunstancias, el sistema funciona bastante bien y sería mucho mejor si se tomaran medidas efectivas, pues al eliminar el sistema de “vacunas” a los comerciantes y controlar a los arrendamientos y los monopolios en las bodegas los precios de los alimentos serían más económicos. A su vez, es un error el rumbo del Plan de Abastecimiento de Bogotá de la administración de Gustavo Petro y los resultados negativos saltan a la vista. Sin ninguna evidencia empírica, proponen crear canales alternativos a los populares establecidos y en especial a Corabastos.

Luego del frustrado intento fallido del burgomaestre de colocar en la junta directiva de la Central de Abastos a alguien de su cercanía, se planteó como una manera de solucionar problemas que sólo habitan en la cabeza de los planificadores, crear un paralelismo frente Corabastos. Se dictaminó entonces la construcción de plataformas alternativas, creyendo que acabarían con el monopolio de la Central de Abastos, sin comprender que estas plataformas encarecen la comercialización. En el barrio Lucero se construyó el plan piloto y hoy se encuentra casi vacía, erigida como otro de los tantos elefantes blancos concebidos por nuestros gobernantes. De todas formas se planean construir otros centro de acopio en otras zonas de la ciudad, pero parece que la mentalidad es que al edificar un edificio de cemento y tener unos controladores, que terminan siendo los funcionarios de siempre, se modernizará un mercado arcaico e ineficiente y se acabará el problema. Efectos colaterales Existen también amenazas al campesinado en nuestro país. Uno de ellos muy en boga es la minería, aunque debe decirse que se ha exagerado en los alcances de la economía extractivista y encontramos aquí que el problema no depende de la explotación minera, sino en la necesidad de replantear esta práctica en Colombia principalmente en ecosistemas estratégicos para la seguridad alimentaria. En la actualidad la minería nos muestra que el gobierno expide licencias de explotación de forma muy ligera y en muchas ocasiones de manera irresponsable. Por eso, para el bien del campesinado, es necesario replantear el modelo de regulación de la minería e inclusive resulta indispensable frenar las explotaciones en algunas zonas del país. Se percibe, aun así, que existen muchas contradicciones, pues la minería genera riqueza y empleo. El problema de la minería es el impacto que genera pues en las zonas rurales se genera una emigración de la mano de obra por la minería y de esta forma, como ya sucede en Cajamarca, llega a encarecer la recolección de productos como la arracacha cuando nadie quiere trabajar en el campo por su baja remuneración. Otro aspecto es el TLC. Colombia es un país muy integrado y las zonas que pueden llegar a desabastecerse de alimentos rápidamente los abastecen con otros productos de otras zonas. Por eso aún los Tratados de Libre Comercio en la actualidad no afectan negativamente a la producción campesina y quizás en el maíz y de forma muy restringida con el arroz pueden existir algunos impactos, pero seguramente no habrá una catástrofe como algunos plantean.

Publicado en Agosto 20 de 2013| Compartir
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