Las políticas de liberalización comercial y apertura económica de finales de los años 80 del siglo XX, tuvieron un impacto considerable sobre la estructura productiva del sector rural, la transformación macro ocurrió en la conversión progresiva de cultivos transitorios a cultivos permanentes.
El periodo de casi treinta años, comprendido entre 1961 hasta inicios de la década de 1990, existió una distribución homogénea y constante entre los usos de la tierra arables con destino a cultivos transitorios y permanentes, siendo un promedio de 40% para cultivos permanentes y el 60% con destino a cultivos transitorios. Esta tendencia se revirtió significativamente después de 1990 y se ha profundizado desde entonces, lo que creo una estructura de usos de la tierra en la cual cerca del 80% de la superficie arable se destina a cultivos permanentes[2].
Esta tendencia se corrobora en el total de la superficie agrícola, evidenciándose una especialización de la producción en cultivos permanentes, donde sobresalen la caña de azúcar, el banano, la palma aceitera y el café. Sin embargo, es necesario subrayar que ha disminuido el área de cultivo del café: 735.816 ha en 2002 a 664.479 ha en 2009; mientras la palma de aceite ha tenido una expansión en su cultivo, pasando de 146.777 ha en 2002 a 360.537 en 2009; mientras que la palma de aceite ha tenidos una expansión en su cultivo, pasando de 146.777 hectáreas en 2002 a 360.537 en 2009.
Fuente: Encuesta Nacional Agropecuaria. Cálculos propios
Esta tendencia a la especialización en cultivos permanentes es conducente a una concentración del uso de la tierra, ya que este tipo de cultivos tiene unos patrones que difieren de los cultivos transitorios, entre los que sobresalen:
a). La rentabilidad de los cultivos depende de un área considerable para que exista escala de producción;
b). Es intensivo en capital, y por ende no necesita de volúmenes marginales crecientes de mano de obra ante una ampliación del área cultivada[3]; y
c). La producción está determinada por el mercado internacional, ya que estos cultivos como derivados de la caña de azúcar, aceite de palma, entre otros, hacen parte del conjunto de commodities agrícolas que se tranzan en los mercados foráneos.
Fuente: MADR, Rendición de cuentas 2002-2010.
En las siguientes tablas se resumen información de área y producción según cultivos.Según estas cifras del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, entre 2002 y 2010 el área con destino a cultivo de ciclo permanente aumentó un 22%, mientras que en cultivos transitorios lo hizo en apenas 6%. No obstante, el volumen de producción total en cultivos de ciclo permanente aumentó en un 21%, es decir, menos que proporcional a la expansión del área; mientras que la producción de cultivos de ciclo transitorio aumentó en 25%, más que al aumento del área cultivada en el período contemplado.
El caso de los cultivos forestales[5], no es ajeno a esta especialización de la producción. En el cuadro 1 se evidencia que entre 2002 y 2010, el área destinada a cultivos forestales creció un 115%, pasando de poco más 170.000 hectáreas en 2002 a más de 370.000 en 2010. Este sector productivo es de hecho en la actualidad uno de los de mayor potencial de expansión[6] y una forma de concentración del uso del suelo, donde la generación de empleo es mínima, aunque el rendimiento por hectárea si puede ser considerable, sólo que con temporalidades y objetivos distintos (por ejemplo, servicios ambientales).
Estas características de una producción especializada en cultivos permanentes, en particular el carácter capital-intensivo de la producción, puede entre otros efectos, una migración constante de recurso humano del sector rural al urbano, lo cual generaría problemas de adaptación de las personas y sus conocimientos de un espacio a otro, repercutiendo a su vez en mayores presiones sociales para las ciudades. Así, el campo, que ha sido considerado un espacio alterno a las ciudades, perdería esta cualidad de espacio socio-económico y se convertiría simplemente en espacio de disponibilidad del factor primario.
2. El riesgo financiero de los commodities agrícolas. El auge de la producción de cultivos permanentes, tiene una relación directa con la dinámica de precios a nivel internacional, ya que del volumen de producción total, una gran parte tiene por destino los mercados internacionales; y adicional a esto, el cálculo del precio interno es con base en los indicadores de ese mercado. Así, una incursión progresiva del campesinado en este núcleo productivo, acarrea el riesgo financiero para los pequeños productores, pues ante una caída del precios internacional, las pérdidas son mayores por el alto grado de especialización del uso de sus parcelas en éste tipo de cultivos.
Fuente: MADR, Rendición de cuentas 2002-2010.
Además, esto genera que gran parte de la oferta alimentaria con destino al consumo interno, sea cada vez más solventada con importaciones (pues gran porcentaje de la canasta de alimentos corresponden a la clasificación de cultivos de ciclo transitorio), lo cual en el mediano plazo puede tener efectos inflacionarios severos si se repiten fenómenos especulativos ligados al sector de commodities agrícolas y alimentos, tal y como sucedió en 2008-2009 (Munevar, 2010); con el agravante que la política monetaria local sería cada vez más inocua en tal sentido, ya que la variación de precios a nivel local está cada vez más relacionada con un fenómeno claramente exógeno (generado en el mercado internacional).
3. Altos contenidos de fertilizantes y grandes volúmenes de agua en un área específica, son necesarios para la producción de cultivos permanentes en gran escala. A esto se suma el riesgo de erosión por deforestación y el deterioro del suelo por la falta de rotación de cultivos. Un ejemplo preciso de este riesgo ambiental, es el caso del monocultivo de la caña de azúcar en el Valle del Cauca. Pérez y Álvarez (2009) demostraron con evidencias estadísticas que los ingenios azucareros, además de representar una carga presupuestal considerable en el mantenimiento de cuencas hidrográficas, también son considerados responsables de contaminación no sólo del agua, sino del aire mediante la quema de caña.
Este problema ambiental de la especialización productiva, ha sido un tema de análisis principal en el caso argentino, donde los pools[7] de cultivos de soya han contribuido a la erosión de los suelos, cambios en el uso y vocación de la tierra, emisión de gases de efecto invernadero y otras consecuencias que tienen graves efectos para el medio ambiente en el mediano y largo plazo (Trigo, 2006).
4. Una especialización productiva en cultivos permanentes que como se mencionó renglones atrás, se caracteriza por necesitar un monto considerable de capital inicial y abarcar amplias extensiones, tiene el efecto adicional de concentrar el gasto y las políticas públicas, bien sea en una parte geográfica muy reducida donde se produce, a unos productores particulares y/o a un subsector muy específico. Esto además de generar problemas de equidad en el gasto público y posible aumento en las brechas de desigualdad, puede ser conducente a la profundización de problemas como la mayor concentración de la propiedad como lo demostraron Ibáñez & Muñoz (2010) en el caso de políticas con beneficio a grandes inversionistas.
En cuanto a adaptación del marco legal, sobresale la ley 1450 de 2011 (Plan Nacional de Desarrollo) que permite la explotación de terrenos baldíos en Proyectos Especiales Agropecuarios o Forestales sin las restricciones de la denominada Unidad Agrícola Familiar[8]; a la vez que avala subsidios y descuentos tributarios y autoriza procesos de asistencia técnica con marcados efectos en sectores con gran nivel de inversión en cultivos permanentes. A esto se le debe adicionar que en la actualidad se tiene un programa de formalización de la propiedad, una ley de víctimas con capítulo especial en restitución de tierras (ley 1448 de 2011) y una ley agraria y de desarrollo rural que aún está en proceso de estudio del Gobierno Nacional; marcos legales estructurales que con este enfoque productivo sustentado en la especialización, permiten dilucidar en primera instancia, una concentración de la legalidad, la institucionalidad y el gasto público a una idea de desarrollo en la que actores como campesinos y pequeños productores sólo jugaran un rol secundario, mientras que la gran proporción del esfuerzo fiscal e institucional beneficiaría a grandes empresarios.
Los bienes y servicios públicos y la infraestructura con impacto en el sector agrícola, se concentrarán en el desarrollo del sector de cultivos permanentes a gran escala. Así quedó definido en la ley 1450 de 2011 (artículos 60, 61 y 62, principalmente), donde grandes obras de infraestructura que tienen impacto en el sector agropecuario, tienen como zona de influencia y alcance a la “Altillanura” colombiana, región donde desde hace algunos años se lleva a cabo la apuesta por la especialización productiva en cultivos permanentes.
En particular, la dinámica reciente de esta zona del país, es la que permite evidenciar un último aspecto de trascendencia en esta dinámica compleja de la especialización productiva y su relación con la concentración de la propiedad: “el acaparamiento de tierras” ó “land grabbing”.
Apartes del artículo: "Dinámica reciente de la concentración de la propiedad y uso de la tierra en Colombia" Publicada en la Revista Criterios, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad San Buenaventura, 2011.
[1] Según la clasificación de la Encuesta Nacional Agropecuaria, son cultivos de ciclo transitorio productos tales como: algodón, cebada, frijol, maíz, papa, soya, trigo y hortalizas como la cebolla el tomate y la zanahoria, mientras que en la clasificación de cultivos de ciclo permanente se hallan: café, palma de aceite, caña de azúcar, plátano, naranja, entre otros. l documento CONPES 3510 de 2008 revela que en el caso de la caña de azúcar y la palma de aceite con destino a la producción de etanol y biodiesel, el promedio de empleo anual es de 0,18 y 016 personas empleadas por cada hectárea, respectivamente. Es decir, que para contratar un trabajador adicional se requieren en el margen 6 hectáreas adicionales de tierra. Esta relación igualmente se mantiene aún para un crecimiento proyectado del área cultivada entre 2008 y 2019 de más del 200%.
[2] Esta transformación productiva en el sector agrícola, ha sido ampliamente estudiada por autores como Fajardo (2009) y Ocampo y Perry (1994).
[3] El documento CONPES 3510 de 2008 revela que en el caso de la caña de azúcar y la palma de aceite con destino a la producción de etanol y biodiesel, el promedio de empleo anual es de 0,18 y 016 personas empleadas por cada hectárea, respectivamente. Es decir, que para contratar un trabajador adicional se requieren en el margen 6 hectáreas adicionales de tierra. Esta relación igualmente se mantiene aún para un crecimiento proyectado del área cultivada entre 2008 y 2019 de más del 200%.
[4] Esta característica de baja productividad en la agricultura de gran plantación, ha sido analizado con rigurosidad por autores como Lipton (1993) y Berry (2010), quienes demuestran a través de diversos modelos que la productividad de la tierra es más alta en las propiedades pequeñas que en las grandes (Berry, 2000, p. 6.).
[5] La Reforestación Comercial es uno de los principales negocios en la actualidad. Diversas firmas a nivel internacional desarrollan proyectos de maderables y otros cultivos forestales en grandes extensiones con destino a la integración con otras industrias (industrias de papel, por ejemplo) y servicios ambientales, es decir, la vinculación de la reforestación a problemas ambientales propios del cambio climático.
[6] Según cálculos del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, el potencial de desarrollo forestal es de alrededor de 13 millones de hectáreas, de las cuales la meta para 2014 es cubrir cerca de un 10% de esta área potencial. Mayores detalles:http://www.dinero.com/edicion-impresa/negocios/articulo/colombia-potencia-forestal/103393 (Revisado por última vez: 30 de Septiembre de 2011)
[7] Sistema de producción determinado por grandes empresarios que arriendan grandes extensiones de tierras para el desarrollo de agronegocios.
[8] Según el artículo 38 de la Ley 160 de 1994 se define la Unidad Agrícola Familiar como “la empresa básica de producción agrícola, pecuaria, acuícola o forestal, cuya extensión, conforme a las condiciones agroecológicas de la zona y con tecnología adecuada, permite a la familia remunerar su trabajo y disponer de un excedente capitalizable que coadyuve a la formación de su patrimonio. La Unidad Agrícola Familiar (UAF) no requerirá normalmente para ser explotada sino del trabajo del propietario y su familia, sin perjuicio del empleo de mano de obra extraña, si la naturaleza de la producción así lo requiere”. Un análisis riguroso de la tenencia de la tierra y la concentración de la propiedad teniendo por unidad de análisis la Unidad Agrícola Familiar, fue desarrollado por González et al. (2010), en un trabajo titulado “Unidades Agrícolas Familiares, tenencia y abandono forzado de tierras en Colombia”.
Revista Dinero. (18 de Septiembre de 2010). Recuperado el 30 de Septiembre de 2011, de http://www.dinero.com/edicion-impresa/negocios/articulo/colombia-potencia-forestal/103393
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