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Aportes de las agriculturas campesinas y comunitarias frente al cambio climático

Gladys Moreno Pinzón, Colombia, Enero 14 de 2015, Este artículo ha sido consultado 2205 veces

El capitalismo marcó la ruptura con el sistema comunal o comunismo primitivo y separó al ser humano de la naturaleza, fragmentó el pensamiento, introdujo la propiedad privada, la economía de mercado, la homogeneidad de los paisajes y la competencia a cambio de las relaciones solidarias. El modelo neoliberal hijo dilecto del capitalismo, tiene plena vigencia en Colombia en su fase más profunda, con la preponderancia de las empresas en la toma de decisiones y donde los gobiernos con sus aparatos regulatorios, normativos y represivos están a su servicio. En este contexto, las agriculturas campesinas y comunitarias armónicas con el entorno natural y social son incómodas para los gobiernos de turno que se alinean a la hegemonía neoliberal y enfrentan todo tipo de procesos en contra (políticas, programas, decretos, normas, resoluciones, y violencia de todo tipo) para desplazarlos de sus territorios y dejar el espacio a las actividades extractivas de la megaminería, la explotación de hidrocarburos convencionales y no convencionales, los procesos agroindustriales, el acaparamiento de tierras, etc.

El resultado del modelo de desarrollo forzado viene desplazando a las familias campesinas de sus territorios tradicionales (para ser ocupados por empresarios, políticos y/o latifundistas) llevándolas a poblar las zonas de páramo, subpáramo y ladera (muy propensas a la erosión) como también a zonas marginales planas de baja productividad o a los cinturones marginales de asentamientos urbanos. Las familias campesinas viven en condiciones de pobreza extrema, y el 70% son mujeres y niñas, que sufren el asedio de múltiples expresiones de violencia inherentes a una cultura patriarcal, columna vertebral de este sistema capitalista de poder, que las excluye, niega su conocimiento, invisibiliza su trabajo familiar y su contribución en la autosuficiencia alimentaria, en la medicina natural, en la conservación y domesticación de semillas, en la transmisión de saberes. Las mujeres, columna vital de la agricultura, la vida y los saberes, son quienes producen alrededor del 60% de los alimentos en el mundo y según datos del Pnud, sólo son propietarias del 1% de la tierra cultivada. El aniquilamiento de saber femenino será el fin definitivo de la agricultura.Sin embargo, a pesar de muchos años de legitimación de usurpaciones, a pesar de políticas y normas  que los excluye, el campesinado sustentan la seguridad y soberanía alimentaria del país al aportar más del 68% del total de los alimentos y ser más productivos que la gran propiedad (Fedesarrollo, 2012). A lo largo de la historia, las familias campesinas, los pueblos indígenas y las comunidades afro, han convertido as amenazas en potencialidades. Así como el Pueblo Zenú desarrolló el cultivo de la diversidad en campos elevados, para el control de las inundaciones y manejo de la fertilidad del suelo, o las agriculturas urbanas en los microespacios de sus viviendas, para los tiempos de las inundaciones, sus saberes y prácticas de cultivo eran suficientes para enfrentar integralmente cualquier vicisitud delclima. Hoy no es así, porque la naturaleza está amenazada por el modelo de desarrollo.

 

Estrategias de coexistencia con el entorno

Colombia, con gobiernos neoliberales en su fase plena vive una de las mayores crisis humanitarias y ambientales de su historia. Resulta por eso urgente cerrarse a su influjo y consolidar estrategias de coexistencia basadas en la tradición y sabiduría que permita defender la vida para todas y todos en este planeta. La Soberanía Comunitaria, es una de ellas y congrega expresiones de todos los sujetos individuales y colectivos sensibles a la vida, no con una visión unificada, sino como un sistema complejo de conocimientos propios, construidos con una finalidad emancipadora. Un nuevo sujeto político con sentido, identidad y orientación, que cree y transforme las relaciones de orden vital hacia un nuevo orden civilizatorio arraigado en lo común. Una nueva conciencia que recupere la capacidad de asombro, servicio, solidaridad, bien común, un reaprendizaje que incida en la construcción colectiva de los procesos de vida de los pueblos en defensa del territorio, las culturas propias, el alimento criollo sano, la vida digna, la justicia social y ambiental; para hacerle frente a los espacios que los Estados cedieron a las empresas.

Las comunidades y familias campesinas han convertido las dificultades que puede ofrecer la naturaleza en dialogo y cocreación, de esa manera sustentan prácticas que coexisten con los vaivenes del entorno natural y social. Las caracteriza dos principios estratégicos: mantener un alto nivel de agrobiodiversidad local con prácticas sanas en sus parcelas, que desde lo ecológico empodera la estabilidad del ecosistema, y desde lo económico, son menos vulnerables a las perdidas por la amplia variedad de cultivos, en donde unos compensan la perdida en otros y, el sustento de alimentos sanos para la familia que genera a su vez para la salud del cuerpo y del espíritu.

La selva amazónica: Su diversidad biológica puede ser explicada como una consecuencia de la intervención humana en el pasado; lo que se consideraba como un bosque natural puede pensarse más bien como el resultado de milenios de manejo humano. En las practicas indígenas no existen fronteras claras entre lo cultivado y lo silvestre, porque coexisten en un mismo espacio plantas domesticadas, semidomesticadas, manipuladas y silvestres” Denevan (2001) y Mora (2006). Estos saberes ancestrales en comunión con la naturaleza, conformaron el gran ecosistema pulmón y corazón del planeta, principal regulador del ciclo hidrológico y del clima, hoy amenazado. “es que la selva no es un obstáculo para la buena vida, dicen ellas... el hombre blanco no sabe que sin árboles desaparece la lluvia y sin lluvia no se produce la comida”. Es el espíritu de la chagra como fuente de comunicación, de identidad y de alimento. Dentro de la experiencia y entendimientos con base en la chagra indígena asociada a un sistema multiestrato se co-crean hoy en día en varios municipios del Putumayo y en Mocoa, su capital, una serie de iniciativas potenciales de conservación que buscan el rescate de semillas andinoamazónicas y su uso asociado. Se intenta generar una propuesta de “bosques alimenticios” con un alto grado de diversidad cultivada que bajo la apuesta de un modelo pedagógico de reciprocidad en el conocimiento a través de encuentros entre los interesados favorecen el intercambio de saberes y la acción mutua. Resaltamos los frutales arazá, copoazú, cocona, caimo, borojó, cacao silvestres, camu camu, con sus múltiples variedades, que van ligados a la conservación del suelo y el agua. 

La agricultura de montaña en los Andes: La pendiente muy alta característica de los asentamientos de familias altoandinas genera la combinación de cultivos y cría de animales en franjas agroclimáticas diseñadas con base en la altitud y prácticas específicas de rotación de cultivos y sistemas de irrigación a partir de una amplia y diversa base genética que garantiza una alimentación diversa, un equilibrio ecológico de microorganismos para la salud de los cultivos y del entorno socioecosistémico y una barrera natural a la erosión. En la cuenca del rio Blanco, aledaña a la ciudad de Bogotá se encuentran huellas de estos sistemas desarrollados por los Muiscas. En esta perspectiva se desarrollan procesos en Nariño con características muy particulares ecológicas y culturales propias del territorio. La Asociación para el Desarrollo Campesino, ADC, las familias campesinas fortalecen sus autonomías potenciando de manera permanente “relaciones armónicas con el entorno natural, social, cultural, económico y político que construyen soberanía alimentaria, a partir de la conservación de la biodiversidad, herederos del planeta, organización y gestión para el bienvivir local y sistemas de información y comunicaciones comunitarias”. Allí se asocia lo productivo con lo formativo, vinculado con las mingas y trabajo voluntario, con un importante proceso de relevo generacional, para disoñar su futuro basados en sus propios valores culturales. Estas metodologías llamaron minga investigativa (MI) que “reconoce y valora el conocimiento ancestral y empírico… respetando las visiones distintas, gestionando el bienvivir cimentado en el derecho social…[1]. En lo productivo se plantan combinaciones  de cultivos (tubérculos andinos: ullucos, papas, etc.), con medicinales, cría de animales (curíes, peces, etc.) con prácticas de rotación. En San Agustín en el Huila, la fundación Viracocha tiene un sistema de siembra tipo bancal con métodos biointensivos de producción biodiversificada, apoyado con un sistema de trabajo voluntario, en donde los alimentos cosechados contribuyen en la alimentación de niñas y niños de San Agustín. Esta experiencia se acompaña de procesos formativos en cultivos, arte, idiomas, así como de mingas y trueques.

 

Sistema para mantener agrobiodiversidad local o regional

La milpa mesoamericana: Es un agroecosistema que tuvo adaptaciones en las agriculturas campesinas  e indígenas de otros lugares y por lo regular asocia cultivos de  maíz, frijol, calabaza (ahuyama). Una de las formas en que se cultiva maíz y fríjol voluble trepador, es en asociación (MxFv), y consiste en la siembra simultánea de las dos especies en el mismo sitio, en proporciones de dos a seis plantas de maíz y una a cuatro de fríjol, en donde el maíz sirve de soporte para el crecimiento del fríjol, con arreglos espaciales en cuadro, surcos o triángulo, con distancias entre 1,2 y 0,8 m. La principal característica de la asociación MxFv es que, la combinación de ambos rendimientos es mayor por unidad de área, siendo más eficiente en el uso de recursos económicos, mano de obra, tierra y ambientales (agua, nutrientes y luz). En la asociación los rendimientos del fríjol se reducen en más del 40% y en el maíz entre 10 y 21%... esta asociación se constituye en uno de los renglones productivos de mayor importancia en Colombia, la Región Andina y Centroamérica, dada su contribución a la sostenibilidad económica y ecológica de los campesinos, a la conservación de la agrobiodiversidad y a la soberanía alimentaria de estas regiones.

El cultivo de café bajo sombrío: es uno de los sistemas más antiguos de cultivo, muy representativo de las agriculturas campesinas en el trópico, genera múltiples beneficios en términos de la estabilidad ecológica y de la seguridad y autonomía alimentaria de las familias campesinas. El sombrío con crotalaria, guandul y tephrosia en su primera fase protege el cultivo de café durante el primer año de establecimiento, luego en una fase semipermanente se siembran arboles de crecimiento rápido (higüerillo, cuernavaca, musas (banano-plátano), que brindan sombra en los primeros cuatro años del establecimiento del café mientras se desarrolla la sombra permanente (con leguminosas como el guamo). Este sistema mejora las condiciones edafoclimáticas (suelo, agua y aire) y permite la generación de microclimas al interior de los cafetales al promover ambientes más frescos, que ayudan a reducir el estrés en verano. El sombrío protege el suelo (de ladera además) al no permitir que el sol y la lluvia impacten directamente sobre él. Conservan la biodiversidad, se convierten en hábitat de diversas aves, mamíferos e insectos que a su vez cumplen la función de controladores biológicos y autorregulan las poblaciones de microorganismos de manera natural. Es importante recoger la experiencia en el municipio de Marsella (Risaralda), mediante la experimentación con un preparado de sábila, Aloe Vera, en cafetales, con aplicaciones foliares y al suelo de “cristal” de sábila, al 2% del “cristal” por tambor de agua de doscientos litros, en la fase de germinación y prefloración del café, cada tres meses, que ha permitido obtener buenos resultados. El cultivo del cacao en sistema agroforestal:se inició en la región amazónica y se ha venido cultivando en otras regiones con condiciones agroecológicas similares. El cacao se siembra estableciendo otros cultivos y árboles nativos que ayuden a mejorar la nutrición del suelo y la economía de las familias campesinas desde tres años antes de que el cacao comience a producir, con maíz, frijol, guandul, yuca, banano y plátanos. Posteriormente se planta sombrío temporal (guandul) y permanente (especies forestales nativas). Los sistemas agroforestales ejercen influencia en el microclima porque reducen la temperatura, la velocidad del viento, la evapotranspiración, y protege los cultivos del granizo, de las lluvias y de la exposición directa del sol.

Las huertas familiares de las mujeres del sur del Tolima Hace cientos de años en los llanos de Coyaima, Natagaima y el valle del alto Magdalena predominaba la selva; desde la invasión europea, hasta épocas recientes se introdujeron prácticas intensivas de tala, quema, siembra de monocultivo de pasto para ganadería extensiva y cultivos comerciales han convertido el territorio en un semidesierto. A pesar del incremento de la sequía, las mujeres indígenas pijao y campesinas cultivan árboles nativos y huertas en sus pequeñas parcelas para el sustento de las familias, a partir del uso de semillas nativas y de insumos locales preparados con sus propias manos. En las parcelas coexisten las hortalizas, con maíz, frijol, frutales y tubérculos que diversifican la alimentación familiar y enriquecen los mercados locales. Sus parcelas son como un oasis en medio de estos paisajes secos sin árboles y con suelos agonizantes. En este territorio se viene consolidando la formación productiva sostenible de manera colectiva con la escuela “Manuel Quintín Lame” a partir de un dialogo intercultural, desde lo conceptual a lo practico entre el saber académico y los saberes locales, que con una estructura horizontal e itinerante, adelanta actividades con sentido de autonomía, reivindicando lo propio, fomentando las relaciones de solidaridad, los intercambios y trueques, y sobretodo sus saberes que han interiorizado desde el contacto con la tierra y el Universo. En las culturas ancestrales andinas, el agua es un ser vivo, sagrado, no es un objeto que se le esclaviza al servicio de otros. En este sentido, el agua adquiere un sinnúmero de formas y personalidades: lluvia, lagunas, ríos y cada una tiene características muy particulares que la hacen única e irrepetible.

La conversación para hacer brotar plantas en la chagra adquirirá así multiplicidad de formas y de saberes asociados a estas particularidades. No hay una forma genérica entonces de regar, sino una variabilidad de modalidades a crianza del agua es la personificación de la crianza recíproca que existe entre la comunidad de seres humanos y el agua: “crío al agua y me dejo criar por ella”, de esa manera, las familias humanas crían plantas que a su vez crían agua; crían pastos que también a su vez crían agua…crían el agua haciendo que la lluvia sea agua de riego para cultivos, parcelas y praderas en diferentes espacios, pero también la visión tiene que ver en hacer el agua posible y que brote en lugares donde no está presente o es escasa, lo que significa la construcción de acequias por donde pueda fluir, y también con el respeto por sus territorios. El pensamiento occidental entra en conflicto con la visión ancestral, al ver el agua como un recurso físico, sin vida, como un objeto al servicio esclavo de seres humanos que tienen capacidad de pago, así como para el servicio exclusivo de megaproyectos extractivos mineros, agroindustriales e hidroenergéticos. Sistema de manejo y prácticas en épocas de sequías Método zanja-caballón en un suelo Lateritico[4]: El maestro Mario Mejía cuenta que en el Valle del Cauca realizaron un ensayo en un suelo lateritico[5] en una parcela en la localidad de Bahondo, El Carmen, Dagua (Valle), a 1300 metros de altitud, en extensión de mil metros cuadrados, en la finca de Víctor Mario Chaparro y con exclusivos recursos del propietario y del investigador acompañante, en jornadas de un día por semana, entre 2005 y 2008, método manual. Lateríticas ferrolíticas rojizas pegajosísimas.“La primera labor consistió en la elaboración de compostaje con la utilización de hierbas espontáneas del lote, los desechos (sin sal) de cocina, y mantillo de bosque local. En cada cosecha de fríjoles (de diversas variedades, tanto de matica como de vara) se fumigó con elementos menores comerciales foliares, así como oxicloruro de cobre para hongos en fríjol. Se preparó el terreno picándolo con azada, y construyendo el sistema alternado zanja-caballón, para facilitar el drenaje (caballones de cerca de ochenta centímetros de anchos y zanjas alternas de treinta centímetros de ancho y veinte centímetros de profundidad). Se escogieron para el cultivo plantas de raíz superficial; diversas variedades de plátano y banano, fríjoles y maíces locales, papachina, heliconias. Se incorporó compostaje maduro a cada sitio de siembra, generosamente, en lo posible, micorrizando cada sitio en el momento de sembrar. Árboles nativos de raíz más profunda, ya existentes: guayabo y guamo. Se han obtenido aceptables producciones de yuca (debido a que este cultivo es tan sensible a los malos drenajes interno y/o externo), sembrándola en montículos a semejanza de las tolas de los tumaqueños precolombinos, técnica todavía válida. Sistemas de manejo y prácticas en zonas inundadas o con exceso de lluvias)".

Previo a las épocas de exceso de lluvias es importante establecer estructuras que permitan cultivar en armonía con el fluir de las aguas, como lo hacen las mujeres Afro del Pacifico con las azoteas y huertos. Quiere esto decir, que se acoplan a las condiciones locales, sistemas y prácticas que hacen parte de la sabiduría ancestral como son la utilización de caballones, sistemas como la chinampa mesoamericana, los waru warus en el lago Titicaca, los sistemas hidráulicos del Pueblo Zenú, o practicas locales que resultan de la cocreación y coexistencia con el entorno, en donde un posible riesgo se convierte en potencialidad que no afecta la movilidad de las familias y el cultivo de los alimentos.

La chinampa mesoamericana: una de las técnicas más desarrolladas por los aztecas fueron los jardines flotantes o chinampas hechas con madera, barro y ramas y, fueron  producto de la presión local que los llevó a instalarse en un islote en el que la tierra cultivable era muy poca. Entre ellas se construían estrechos canales formando grandes laberintos por los que circulaban canoas cargadas de cultivos. Estas prácticas son valiosas en zonas inundables.

Los Waru warus: En el lago Titicaca es un sistema ingenioso de campos elevados rodeados de zanjas llenas de agua, que evolucionó en las altiplanicies de los Andes peruanos, hace aproximadamente 3.000 años y que podían producir cosechas abundantes, a pesar de las inundaciones, sequías y heladas, frecuentes en altitudes de casi 4.000 msnm (Erickson y Chandler, 1989). En más de 170.000 hectáreas de “campos surcados” en Surinam, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia se han descubierto remanentes de sistemas waru waru que combina camas elevadas con canales de riego con el fin de evitar daños debido a la erosión durante las inundaciones. La técnica asegura la recolección de agua y el drenaje posterior. Esta práctica fue solución en áreas sujetas a inundaciones estacionales muy fuertes como en Bolivia y Perú donde surgió. Los sistemas de Andenes permitieron el control simultáneo del seguimiento del tiempo, la medición de la intensidad de la radiación solar, las heladas, la previsión de las condiciones microclimáticas, las fluctuaciones de las lluvias, la separación de las sales, la conservación del suelo y su manejo orgánico, contribuyendo en la regulación de la temperatura, prolongando la temporada de crecimiento, lo que permite mayor productividad.

Los sistemas hidráulicos del Pueblo Zenú: Sus antecesores hace más de un milenio para controlar las inundaciones y poder cultivar las tierras diseñaron un sistema hidráulico que les permitió vivir en armonía con la naturaleza…“Ellos establecieron un maravilloso sistema de ingeniería hidráulica, modificando el paisaje de unos ciento cincuenta mil hectáreas en el Bajo Sinú y otros quinientos mil en el Bajo San Jorge, cavando un sinnúmero de canales y construyendo plataformas de cultivos y de vivienda, solamente con su mano de obra y sus herramientas rústicas y lograron un verdadero sistema multipropósito, asegurados contra las inundaciones y los abonados de sus cultivos con los nutrientes naturales. En esa época, no hubo ningún dique que 'controlara' el río, más bien, era una convivencia con la naturaleza. Sin embargo, los siglos de abandono y la 'modernización' han borrado del valle del Sinú casi todos los vestigios de este sistema, que repartía sus beneficios igual a todos” (Kashyapa A. S. Yapa).

Las azoteas y huertos de las mujeres del Afropacífico Colombiano: en plataformas de madera que sostienen canoas que rellenan con la tierra fértil de hormiguero, las familias afropacíficas y en especial las mujeres, cultivan aliños, hierbas medicinales y plantas de valor sagrado, como las que han usado para trasplantar en seguida del alumbramiento, sembrarlas con la placenta y de esa manera “ombligar” o hermanar a sus hijos e hijas con la naturaleza (Arocha, 2012).

 

Otras respuestas al cambio climático

Las familias indígenas y campesinas desarrollan sistemas agrícolas adaptados a las condiciones locales que les permiten una siembra simultanea de diversas variedades locales en el mismo campo que son más resistentes a la sequía y una producción continua necesaria para subsistir, a pesar de cultivar en ambientes marginales difíciles para la producción, con variabilidad climática impredecible y un uso muy bajo de insumos externos, como por ejemplo, la recolección de plantas silvestres alrededor de cultivos para el autoconsumo, las plantas de cobertura que protegen al suelo de la excesiva radiación, de la lluvia fuerte, del granizo y conservan la humedad.

Sistemas comunitarios de alerta temprana climática: Son alternativas que tienen que ver con el diseño y puesta en marcha de Sistemas comunitarios de alerta temprana climáticos, articulados con redes sociales para la producción, el intercambio y la difusión, como estrategias para la consolidación de la autonomía y soberanía alimentaria.El sistema de alerta se construye a partir de los saberes locales en relación con el comportamiento de la naturaleza y su mensaje en términos de la predicción del tiempo o de un evento súbito o de lenta aparición, que algunos llaman Bioindicadores ancestrales como mecanismos de alerta temprana (mediante la lectura que genera la observación de los vientos, de los animales, los sonidos de los pájaros, etc.), lo que se conjuga con las informaciones de las variables climáticas convencionales (precipitación, temperatura, radiación, velocidad de los vientos, evapotranspiración, etc.) y son sistemas que funcionan con el liderazgo de las comunidades locales para reducir los impactos sobre sus medios de vida. Estos sistemas tienen asidero principalmente en zonas altoandinas, en Bolivia y Perú.

Es necesario ser conscientes de que una inmensa masa de seres humanos enfrentan la inestabilidad del sistema climático por la condición continua de vulnerabilidad que genera el modelo de desarrollo. Estos resultados y muchos otros muestran que las familias campesinas, comunidades negras, pueblos indígenas y sociedades sensibles a la vida son una fuente imprescindible de saberes para enfrentar la variabilidad y el cambio climático.

 

[1] http://www.adc.org.co/

[2] León Darío Vélez Vargas1, Jairo Clavijo Porras 2 y Gustavo Adolfo Ligarreto Moreno 3. Análisis ecofisiológico del cultivo asociado maíz (Zea mays L.) – Fríjol voluble (Phaselus vulgaris L.) Profesores, Universidad Nacional de Colombia. Revista Fac.Nal.Agr.Medellín v.60 n.2 Medellín jul./dic. 2007.

[3] PRATEC (Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas) - Martin Perez 866, Lima 17, PERU - Tel (FAX): 2612825 - Perú - www.pratec.org.pe/ - pratec (@) pratec.org.pe

[4] Relato De Un Caso De Manejo Agrícola De Un Suelo Lateritico, Aluminoferrolitico Húmedo. Por: Mario Mejía Gutiérrez, Octubre de 2008.

[5] Una parte minoritaria de los buenos suelos en Colombia corresponde a suelos enriquecidos con cenizas volcánicas y terrenos aluviales; mientras que en la mayoría emergen suelos lateríticos en la Orinoquia, Amazonía, Pacífico, Catatumbo y Magdalena Medio (Mario Mejía)

Publicado en Enero 14 de 2015| Compartir
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